Ariana: Capítulo 3

¿Saben? Los días pasan y yo no me doy ni cuenta. Estoy aquí, ahora mismo, escribiendo esto, y lo demás me importa poco. Probablemente sea esa la razón por la que me limito a saber la hora a pesar de que tengo un calendario a un doble clic en la esquina inferior derecha de la pantalla (barra de inicio) —incluso mantener el puntero en esa área me revelaría la fecha...—. He llegado, por eso, a pensar, muchas veces, que se trata de una enfermedad, pero el daño no es mayor —exceptuando ciertas tareas, aunque sería un delito aminorar mi disfrute por la escritura—, así que lo dejo ser. Y así como dejo ser esta aparente insania mía, también dejo ser a mis proyectos. Ariana no es la excepción —a pesar de que me apresura un poco el hecho de que debo publicarlo en el blog—, y es por eso mismo que, cuando me siento lo suficientemente listo como para continuar la historia, lo hago. Eso pasó precisamente ayer, y, obviamente, he continuado la historia. Es por eso que hoy se la presento, es por eso que hoy les comparto una parte de mi locura.

.+.+.+.+.+.+. Ariana. Capítulo tercero.+.+.+.+.+.+


Terminando ya el desayuno, que había sido, para la suerte de Ariana, menos silencioso y agobiante que las usuales comidas que compartía con su tía —aunque, podríamos decir que ya se había acostumbrado a ello— debido a las constantes consultas y comentarios de su padre, ambos salieron.  “A la Plaza”, había dicho su padre cuando le preguntó a dónde irían. La señora de Freed recordaba su reciente falta a las reglas de la casa, pero castigarla era injusto, considerando que su padre estaba presente y que no lo había visto desde hacía casi un año. “Es trabajo”, le había dicho a Ariana cuando partió, y ella estaba acostumbrada a los viajes, pero nunca la habían dejado sola o a cargo de alguien, como pasaba ahora, por tanto tiempo.
>>— Ya estamos aquí, señorita. La Plaza —dijo el anciano conductor.
>>— Gracias —contestó ella algo tímida mientras le pagaba el viaje.
>>Bajó del taxi y notó que se sentía diferente. Creerse en aprietos le había despejado la mente, y, probablemente, si hubiera decidido no viajar, su malestar habría incrementado. Tomó asiento en una de las bancas que había por ahí cerca y comenzó a observar.
>>La plaza era un lugar muy concurrido, tenía en el centro una pileta con una escultura bastante peculiar: una tabla enorme de piedra caliza sobre la que estaban tallados los rostros de varios hombres y mujeres celebérrimos de la historia. Todos miraban hacia la derecha, donde, más allá, estaba ubicada una bandera del país —esto tal vez indicara que fueron patriotas—. El agua brotaba ligera desde unos agujeros en la parte alta, casi imperceptibles por el detalle de la escultura. La parte baja daba la impresión de que ésta había surgido de repente, como por arte de magia. Alrededor de aquello había un gran parque, y, rodeando el perímetro, muchas tiendas y museos. Era un buen lugar para pasar el rato, o al menos eso pensó Ariana desde que era una niña, aunque muchas cosas habían cambiado hasta entonces.
— No ha cambiado nada, ¿no crees, hija? — Ariana observó con detenimiento. Había estado ahí hacía poco, por no decir la noche anterior, pero nunca en toda su vida se había sentido allí. Nunca, en toda su vida, había sentido las voces de la gente como voces ajenas. Nunca. Nunca se sintió antes una simple espectadora. La sensación la emocionaba al punto de sentirse como una niña de nuevo, aunque aún lo era: una niña que decía no serlo. No dijo nada.
—Vayamos al museo de Historia primero, ¿qué dices? —ella simplemente asintió, pero su padre pudo percibir su entusiasmo. No por nada era su padre.
Llegaron al museo. No tardaron demasiado, pues estaba muy cerca. Allí, Ariana se emocionó muchísimo más al ver los restos fósiles que permanecían inertes detrás de las vitrinas que protegían las piezas. Le llamó la atención especialmente un huevo de dodo que descansaba sobre una especie de trípode de base cónica hecho de cerámica, al lado del cual, y más abajo debido a su estatura, se encontraba una reproducción en tamaño real de una de estas aves —y tal vez no hubiera pasado lo que sucedió entonces si hubiera leído la leyenda. Pero no lo hizo, por eso pasó.
Le emocionó tanto ver ese huevo fosilizado que, cuando su padre avanzó para seguir viendo más cosas en esa amplia vitrina, ella se preguntó si había alguna forma de que de aquél pudiera nacer un dodo. Claro está que no era una pequeña niña —aunque sí lo segundo— y que sabía qué era un fósil, pero la curiosidad la invadió por completo y comenzó a imaginar. Sí, por su mente, mientras sus pasos se alejaban del dodo y sus ojos se resistían a quitarle la mirada, empezó a hacer conjeturas sobre las posibles formas en que un dodo podría salir de aquel huevo: un grupo de científicos podría copiar su ADN y traerlo de vuelta a la vida —como en las películas que había visto hacía un tiempo—, la magia oscura de algún hechicero loco —esto sí era bastante poco común en ella, pero lo pensó… y mucho—, tecnología extraterrestre… Incluso llegó a pensar que esa especie podía existir aún escondida a la vista de los hombres. Todo esto la emocionaba de una manera inexplicable.
De pronto, por el miedo natural de no saber hacia dónde se va, lo perdió de vista. Al regresar a verlo otra vez, se llevó una sorpresa: el huevo ya no estaba en el trípode, sino a un lado, y quebrado en dos. La curiosidad la hizo detener sus pasos y su mirada se sostuvo desde lejos, mientras se disponía a acercarse. Pero antes debía confirmar la ubicación de su padre. Volteó hacia él —no quería perderlo a él de vista tampoco— y regresó sus ojos al huevo con más detenimiento: y ahí estaba, pero intacto. No podía creerlo, o quizá sí, pero decidió ir con su padre antes de que éste fuera a buscarla.
>>Los rostros de los héroes y patriotas dejaron de lado aquella bandera y dirigieron su mirada hacia Ariana. Ella reaccionó. Los miró atentamente: se observaban entre todos, como si discutieran —incluso movían los labios—, y parecían querer adoptar otro orden. Las cabezas se acomodaban, todas, como dándole paso a una de ellas —Ariana lo advirtió al poco tiempo—. Los héroes y patriotas se habían ubicado en los bordes de la piedra lo más que podían, dejando en el centro, en un amplio espacio, solamente a uno. Ariana sabía quién era.

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Así termina este capítulo. Espero que les haya agradado. Hasta el próximo... y gracias por leer ;D

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