En fin, como cada semana, hoy les presento un nuevo capítulo de esta serie (¿?) llamada Ariana. Disfruten si les está permitido, y... solo eso. Aquí la tienen...
.+.+.+.+.+.+. Ariana. Capítulo quinto.+.+.+.+.+.+.
Sí, estaba en una vitrina cercana. Aunque en realidad era
la misma vitrina, solo que al extremo —las vitrinas eran largas, cubrían todas
las paredes, como suele pasar en los museos—, y ella ahora dirigía su atención
hacia otro lugar. Por eso ahora era “una vitrina cercana”.
La impresión fue enorme. Ariana dio un salto por el
susto.
— ¿Qué sucede, hija?
— Ah… —se mostró avergonzada, y más porque cuando regresó
la vista el ave ya no estaba—. Ehmmm… no es nada.
Su padre volvió a inquirirla, pero ella volvió a negarse.
— Bueno, entonces continuemos.
Su padre avanzaba más rápido que ella. Ariana tardaba un
poco más debido a que se cercioraba de que el dodo no apareciera nuevamente en
esa vitrina —porque aún podía verla— o de que, mágicamente, los esqueletos de
los dinosaurios o esculturas empezaran a tomar vida en el Museo de Historia
Natural. El solo imaginarlo la asustaba, así que no podía evitar mirar un poco
más las muestras. Después de todo, nada perdía haciéndolo.
Entonces, cuando estaba por perder de vista la vitrina
debido a que el pasillo doblaba hacia la izquierda, lo vio. Lo vio, pero esta
vez no se le acercó, solo se sobó los ojos con las manos una y otra vez, pensando
en que desaparecería. No funcionaba. Era real, o eso le parecía a ella en ese
momento. Cuando se convenció, solo se quedó mirándolo, perdiéndole la atención
a su padre, que parecía hablarle sobre algunos caracoles fosilizados —él
también estaba emocionado, aunque no había visto al dodo. Ahora le hablaba al
aire, claro, porque su hija lo había olvidado por un momento—. Entonces fue
testigo del intento desesperado del dodo por salir por un extremo de la
vitrina: golpeaba con su enorme pico y gritaba como solían hacer los dodos. La
escena la conmovió tanto que, por un instante, deseó que el animal pudiera ser
capaz de atravesar aquel vidrio que le obstaculizaba el paso. Luego se
retractó, porque tuvo miedo, fue casi inmediato. A pesar de que los dodos no
eran tan peligrosos… ella no sabía más que lo que su padre le había dicho.
¡Taaak! ¡Slash! ¡Shurrmmmm! Y el dodo estaba fuera. Había
atravesado el vidrio, pero no lo había quebrado… tampoco lo había desplazado…
Ariana supo en seguido lo que pasó, porque el ave corrió hasta la vitrina
siguiente, golpeó el vidrio con el pico, y estuvo dentro. Supo que era mágico;
el dodo atravesaba los vidrios como si de arbustos se tratara… Ahora no tenía
complicaciones.
El dodo corrió a través de las vitrinas, pasando en medio
de muchas muestras históricas, algunas veces evitando hábilmente —y era algo
que podríamos loarle, dada su contextura—, otras chocando torpemente y tumbando
las muestras, desordenándolas. Tal desorden debía causar algún tipo de problema
en el museo, y más el advertir que una de sus muestras había cobrado vida.
Ariana solo sabía que quería salir de ahí, aunque se tratara de una alucinación
suya, aunque fuera un sueño el que estuviera allí con su padre… En serio temía.
Cuando el ave estuvo cerca, ella ya había avanzado algo
más. El dodo saltó de una de las vitrinas hacia el exterior —lo mismo de
siempre, un picotazo y ¡slash!, ¡shurrmmmm!, atravesaba la pantalla de vidrio—,
se acercó rápidamente. Ella corrió hacia su padre; no quería ser atacada, y no
lo fue. El ave pasó a la siguiente vitrina, y, desde ahí, luego de haber
causado un extraño desorden en las muestras, se mantuvo observándola.
>>Ariana no podía hablar. No porque el anciano
juguetero fuera un hechicero y la hubiera encantado, sino porque no podía creer
lo que veía: un mundo vacío, lleno de blanco, lleno de negro, lleno de… lleno
de… lleno de algún tipo de transparencia, aunque nada se veía a través. Sin
embargo, sabía que no era un mundo opaco, sabía que estaba purificado, que no
había nada más, que era lo único que existía… Y creyó eso por unos tres
segundos, lo único que duró.
De pronto se preguntó “¿Si acaba de salir del cascarón…
por qué ahora tiene ese tamaño?”
>>El espacio entonces se tornó más opaco, más
cálido. Frente a ellos podía ver una ventana, que estaba demasiado cerca, por
cierto, de modo que era como si alguien los hubiera hecho a un lado o como si unos
niños hubiesen empujado el asiento hasta ese lugar con el fin de ver a través
de la ventana, muy alta para ellos. Ariana sintió claustrofobia, a pesar del
color melón de la pared, por lo que volteó inmediatamente. El anciano se
levantó de su asiento y se ubicó al lado, siempre manteniendo las manos pegadas
al éste —en realidad a los brazos de éste. Se sabe que las bancas de parque
tienen ese tipo de cosas.
>>—No te retires de la banca. No lo hagas, o
tendremos problemas —advirtió el anciano al ver que Ariana intentaba
levantarse. Ella asintió y decidió arrodillarse sobre la banca, sosteniéndose
del respaldar, como los niños que juegan en las bancas de los parques.
— Papá… —hay un dodo vivo, quiso decir, pero calló al ver
que no pretendía hacerle daño.
El dodo tenía un tamaño anormal para haber nacido hace
poco. Lo sabía, y la idea la acosaba. La acosó los treinta y tres segundos que
estuvo en ese punto y la siguió acosando cuando empezó a moverse para seguir a
su padre, mientras que el ave andaba a su paso y la seguía con la mirada,
siempre detrás del vidrio.
.+.+.+.+.+.+.+.+.+.+.+.+.
Entonces el dodo... No, no les iba a continuar la historia... No empezaría el sexto así... [ =/ ]. Pero ya saben... Ojalá les haya gustado, y nos vemos en el próximo capítulo —recuerden mis cámaras [ ;) ]—. Gracias. Au revoir!!
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