Dejando eso a un lado, ¿esperaban que Ariana presentara este capítulo? [ XD ] Mala suerte si así era. Ariana se encargó de eso solo porque yo no podía estar los jueves. Ahora cambiaré el día a los viernes. Leyeron bien, Ariana se publicará a partir de ahora, los viernes, como hoy. Así no tendré problemas. Pero no se preocupen, Ariana está bien. Más bien, teman, porque no me han reconocido como Mesías... En fin. Mientras esperan el juicio, los dejo con el capítulo de hoy.
.+.+.+.+.+.+. Ariana. Capítulo décimo tercero.+.+.+.+.+.+.
La gente empezó a aburrirse dentro de los vagones.
Algunos se quedaron dormidos. Otros conversaban, y otros más no podían
mantenerse quietos: iban de aquí para allá, salían de sus vagones, daban un
paseo, regresaban y así infinitamente… o al menos hasta cansarse. Porque pronto
esa ansiedad se transformó en aburrimiento y finalmente en inactividad. Y no
era algo para asombrarse; ya era muy tarde y no había respuestas, ni del
conductor y su ayudante, ni del hombre de negocios. “Un par de horas” ya era
algo increíble. Llevaban esperando al menos cinco. Si contamos desde la “avería
del tren”, unas ocho.
A Ariana comenzaba a preocuparle el regreso del grupo
aventurero. “Ya es tarde, Ariana”, le decía su padre, “tal vez se extraviaron y
aún no llegan a ese pueblo; tal vez está más lejos de lo que creía el
conductor”. Que debía de haber sacado su cuenta a partir del recorrido en tren
era la razón más comentada. “Ahí está el error” decían las voces esperanzadas.
Pero nada era seguro.
Esperaron mucho. El sopor empezó a apoderarse de la
mayoría, muy temprano incluso para su agitada rutina de ciudad. Esa misma
rutina tan voraz los tenía ahora ansiosos. Gracias a ésta sus tiempos estaban
medidos, sus vidas prácticamente controladas, pero ya no podían dar nada por
seguro. Si no tuvieran esa tan pequeña esperanza de los tiempos de Pandora hubieran
caído en una desesperación que podría haber sido su más cruel verdugo. La
incertidumbre, pues, es uno de los enemigos más letales del ser humano. No
obstante, la esperanza les alcanzó lo suficiente como para escuchar la llegada
del hombre del smoking y compañía.
Cada uno de los aventureros fue a un vagón. Y, como era
de esperarse, el hombre de negocios quiso ir primero al suyo. Se escuchó el
golpe en la puerta y alguien le abrió.
— No hemos encontrado nada —decía, como queriendo
quitarle el sueño a los demás—, por eso regresamos. No podíamos quedarnos por
ahí…
Y el silbido, que se había vuelto cada vez más común, se
hizo más fuerte, haciendo casi imperceptible la voz del hombre de smoking, que
inmediatamente gritó:
— ¡Maldito tren, ya lo sé!, ¡déjame tranquilo!
Impresionantemente el silbido cesó de inmediato, pero
pocos le prestaron atención a ello. Más bien, les volvió a la memoria la
anterior escena, que ese hombre de smoking había intentado hablar con la
locomotora, que posiblemente era el hombre más loco de la multitud de pasajeros
del tren.
— Él lo sabe… —murmuró Ariana, pensando bastante
contrariamente a los demás. No podía ser solo una coincidencia que sus palabras
contestaran perfectamente a lo que ella escuchó en el silbido. Necesitaba
hablar con aquel hombre, pues parecía ser el único capaz de escuchar más que un
simple silbido. Tal vez podrían hacer algo para solucionar las cosas. Tal vez.
Si no, era seguro que ambos estaban dementes.
La atención le fue quitada al hombre de negocios. Si un
hombre como él estaba a la cabeza del grupo de aventureros, era más que claro
que nunca llegarían a ningún lugar. Él mismo lo sabía. Había empezado a dudar
de su propia cordura y su orgullo había sido herido una vez más. Se fue así no
a su asiento original, sino a uno más solitario, a pensar mejor en su
desgracia.
>> El temor tanto a la madre como a la hija fue
disminuyendo en el camino, pero no porque Ariana viera en ellas una actitud más
agradable, sino porque callaron, y el silencio le permitió hacer conjeturas al
respecto. “Ojalá tengan más corazón que esto” era lo que se repetía. Y mantenía
la esperanza en ello, porque no era posible que existiera una persona en todo
el mundo que no respondiera al menos un poco a los sentimientos. Eso era lo que
ella creía.
Pero haría falta esperar un poco, a que todos durmieran, para
conversar con aquel hombre. Si se acercaba ahora mismo, podrían pensar que ella
también estaba loca, o tal vez su padre, temiendo eso, la apartaría. Debía
evitar esa situación, así que esperó a que su padre estuviera dormido. Y,
cuando lo estuvo, caminó en medio de la oscuridad. El hombre de smoking estaba
despierto. Taciturno, miraba a través de la ventana la noche, apoyando la
cabeza en su puño. Estaba tan desinteresado ya, que poco le importó que Ariana
se le acercara. Posiblemente se esperaba lo peor, que era una burla personal.
Pero ella no estaba ahí para fastidiarlo, ni mucho menos para burlarse de él.
— Hola —empezó Ariana, sin éxito, pues el hombre no
contestó. Ni tan siquiera volteó a verla. Se hizo un silencio—. Hola… —repitió
más tímida— ¿en serio lo escuchas? —a esto, el hombre la miró de reojo—. Yo…
creo que yo también.
El hombre
de smoking dejó su postura pensativa y dirigió su mirada completamente hacia
ella. “¿Puedes repetir eso?”, le susurró. Ella lo hizo. El hombre pareció
aliviado, como si estuviera a punto de llorar de felicidad.
.+.+.+.+.+.+.+.+.+.+.+.+.
Eso fue todo por hoy. Gracias por leer. Y disculpen el retraso. Los veo la próxima [ >=D ]
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