Ahí voy, otra vez, con algo de novedad "enyucada". Es así, alguna vez tuve una idea, quise participar en un concurso de cuentos, pero me ganó el tiempo... y no logré presentar mi idea a tiempo (soy lento a la hora de digitar mis textos, siempre hay algo que me distrae). Ahora, me gustó la forma de todo esta "cosa" y decidí compartirla, y como sigo siendo lento demoré más de lo debido en digitar, es por eso que está aquí, debajó del título que estoy por escribir. Sentí que era una obligación porque este muchacho mío quiere ver la luz ya, ¡ya!, ¡YA!
Pd: Disfrútenlo y si no lo hacen "háganse follar por un pesca'o"
Carne
Todo fue fugaz
(primer pilóto)
Todo fue fugaz
(primer pilóto)
Una buena fotografía depende de la visión del fotógrafo...
Ciudad de Buena esperanza, 15 de julio de un año que prefiero olvidar. Día 65 luego del brote, enfermedad, infección, epidemia o ,como algunos medios empezaron a denominar este fenómeno, fin del mundo.
Fue cuestión de unas cuantas horas para que el caos se apoderara de los tranquilos corazones de la ciudad. Los servicios de telecomunicaciones colapsaron, las líneas telefónicas se saturaron, las autopistas repletas no dejaban que se produzca una fluida evacuación, los gobiernos no tenían control y reinó un holocausto que nadie pudo prever (detener).
No volví a oír la voz de mis padres. Al menos sé que están bien, al menos eso quiero pensar. ¡En fin! No sé cómo estén las cosas fuera de la capital - es difícil tener información sin salir de mi actual refugio, sin ver personas vivas, sin ver televisión, radio y otros. De todas maneras dudo de lo eficiente de sus informaciones - pero, me conforta saber que están lejos del foco infeccioso o, ésta, su sucursal o colonia - como dirían algunos extremistas de la época-. Hoy vivimos un infierno ajeno, pues nunca tuvimos culpa, que se inició la noche que llegó aquí.
«Muy bien, chicos – dijo el profesor De Soto en el que vendría a ser el día 1 –, ¿Cuáles son las noticias más importantes del día de hoy? No pueden decirme que no tiene ninguna, que no están al tanto de los sucesos que determinan la historia de nuestra nación, ya que eso sería imperdonable en futuros periodistas como ustedes. Ustedes tienen que estar detrás de las noticias ¡Por Dios!» Luego en el salón perduró un sepulcral silencio hasta que Ricardo levantó la mano para pedir la palabra, el supuesto permiso para poder hablar. (¡Vaya porquería!)
«A ver usted, Ricardo ¿Qué nos puede decir?» «Gracias, profesor. Esta tarde, la policía nacional ha capturado al más importante narcotraficante del país mientras carga siete toneladas de pasta básica de cocaína en un barco para su posterior envío a … – dijo el nombre de una ciudad que ahora no recuerdo, digamos … – “Un lugar lejos de aquí”.» Sonrío al imaginar eso. «Junto al cargamento de cocaína también se incautó una gran cantidad de armas de fuego, las cuales fueron llevadas a la central policial para su próxima incineración. El comandante a cargo …»
¡¡¡¡ZZZZZZZZIIIIIIIIIIIHHHHHHHHHHHHHHUUUUUHHHHMMMMM!!!!
Otra vez las turbinas de un avión próximo interrumpen el desarrollo de las clases. Siempre pensé que era una maldición que la universidad quede tan cerca del aeropuerto de la ciudad (hoy más que nunca me doy la razón). El ensordecedor silbido, soportable sólo por costumbre se hizo estruendo, explosivo, fugaz…
¡¡¡¡BBBBBOOOOOOOOOOMMMM!!!! ¡¡¡SSLLLLAAATTTTTTT!!! ¡¡¡¡CRRRAASSSSHHHH!!!!
Se oyó a lo lejos.
«¡¿Qué sucedió?!», exclamó el profesor De Soto. Todo mundo quedó atónito, silenciado. Todos se veían buscando respuesta, al no encontrar alguna las miradas de dirigieron al profesor, supuestamente él la tendría (¡Vaya estupidez!).
“La clase se suspenderá”, pensé. Cogí mis cosas, me puse los audífonos de mi reproductor mp3 y le di "Play". Nunca fui de impresionarme ni preocuparme por cosas que no eran de mi interés. En ese momento solo quise alejarme de De Soto, ya había soportado su palabreo por un buen rato.
«Profesor, Santiago está sintonizando Radio Noticia Nacional para saber qué es lo que está pasando», dijo Ricardo. «Muy bien, alumno. Gran iniciativa de su compañero Santiago» En ese momento no me quedó de otra y tuve que hacerla de vocero noticioso “gracias” a Ricardo.
«Ehhhmm… Noticia de último minuto: Al parecer, el avión procedente de Los ángeles y con destino a Buenos Aires se estrelló en el Aeropuerto General mientras realizaba una escala de emergencia. Las unidades médicas, bomberos y policía están en camino al lugar del desastre. Por lo pronto no se conoce el número exacto de muertos y heridos, pero por la magnitud del impacto se estima que se trate de la mayoría de los tripulantes. Mayor información a las once... Ehhhmm... En síntesis eso es lo que se sabe.»
«Muy bien – dijo De Soto tras mi narración forzada –. Eso es lo que me gusta: personas al tanto de la noticia con sentido de la inmediatez e interés general. Tengan en cuenta que éste es el curso de Cultura de Actualidad, es por eso que deben estar al tanto de lo último, en una constante actualización. ¿O me van a decir que eso no es importante? ¿Ah? ¿Ah? ¿Ah?”»
En ese entonces, como ahora, me sentía asqueado de aquel fanatismo insulso. No soy hipócrita como para darle la razón al profesor en cada cosa que diga, cosa en la que no crea.
«El único trabajo que les dejaré es el siguiente: Recaben toda la información que puedan sobre el accidente de esta noche; para ello pueden utilizar todo tipo de medio, televisión, radio o internet. Aunque lo mejor sería ir a la mismísima fuente, el lugar de los hechos. Ustedes son prácticamente periodistas por el simple hecho de escribir, juzgar, investigar y dar a conocer sus puntos de vista sin temor a nada», dijo De Soto.
Al oír esta arenga todo mundo empezó a organizarse para ir en grupos al aeropuerto. Por mi parte siempre discrepé con el profesor; para mí, los motivos periodísticos que dio el profesor son erróneos.
«Santiago, voy al aeropuerto con Lucía y Javier, ¿vas?», dijo Ricardo. «No, no me interesa darle el gusto al profesor – dije y el quedó en silencio. Pienso que fui muy rudo con él –; además tengo pensado dejar el curso», concluí. «Entonces… ¿podrías llevarte mi motocicleta? Me estorbará a la hora de buscar información en el aeropuerto. A parte, iremos en el auto de Javier.» «La dejaré en tu casa. Está tu abuela ahí, ¿no?»
Asintió con la cabeza y nos despedimos. Esa fue la última vez que cruce palabras con él, pero no la última que lo vi.
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