Me cansé... Gasté toda la artillería, incluso una espada láser, herencia de Dark Sith, y una pokebola. Pero el orgullo pirata es más fuerte que eso. Me hundiría con todo el barco si era necesario para desaparecer a mi copia barata. La ira me hizo quitarme el parche —que utilizo solo para parecer más pirata—, y tirarlo sobre los tablones. Lo pisé, y lo pisé, y lo pisé, y el capitán copiado me miraba ahora angustiado. Cuando lo advertí, volteé a verlo... Era realmente un idiota. En su afán por copiarme, se quitó también el parche, dejando al aire una oscura cavidad, un agujero de gusano de esos que se ven en las películas de ciencia ficción. Reí. "Yo tengo ojos", le grité, y una risa maquiavélica me invadió. Reí tanto... que nunca me di cuenta del momento en que su barco finalmente se hundió. Exactamente, señores aspirantes a piratas, hundí un barco por un ojo.
.+.+.+.+.+.+. Ariana. Capítulo décimo séptimo.+.+.+.+.+.+.
Ariana despertó. “Pronto llegaremos”, dijo su padre,
sonriente. El tren estaba en movimiento. Ya no había que preocuparse por los
silbidos; ahora se limitaban a un
“¡¡¡Fiiiiuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu…!!!”, un sonido intenso, pero
hueco, sin sentido. Eran nostálgicas las horas en que se preocupaba junto a un
extraño por el significado de sus palabras. No volvería a pasar, era seguro.
Cosas como esa solo pasan una vez en la vida.
>>— ¡No te
quites todavía el cinturón, niña! —regañaba la madre—. Ya. Ya es lo mismo,
estamos cerca —estacionó el auto y sacó a la niña a jalonazos—. ¡Oye!, la
muñeca. No te creas que voy a gastar dinero por tus caprichos. No, no, no.
Tráela —la hija la miró desafiante. Le hizo recordar que fue ella misma quien
la lanzó a los asientos traseros—. Está bien. Ve adentro, de una vez. Menuda
niña… ¿qué se habrá creído?, ¿que tiene mi tiempo? —murmuraba.
>>La niña la observaba desde la puerta con un gesto
de rebeldía. No podía entrar, la puerta estaba cerrada, y, como era de
esperarse, nadie le da las llaves a un niño.
>>— Vamos, entra —dijo mientras abría la puerta.
>>La niña corrió a su habitación inmediatamente.
Quedaba al final del pequeño pasadizo que seguía a la sala.
>>— Demonios, niña, me haces perder tiempo. ¿Dónde
te metiste ahora? Ven a por la muñeca, por Dios. Ah, ahí estás. Ya debo irme,
toma. Toma, he dicho, ¡no me mires así! Está bien, la dejaré aquí —la puso
sobre un pequeño escritorio—. Me voy —y un “tap” proveniente de la sala anunció
su desaparición. Al escucharlo, la niña corrió hacia la muñeca, la cogió y la
lanzó fuera de su habitación. Cayó en un rincón oscuro del pasadizo, esta vez,
por suerte (aunque tal vez sea impreciso llamarle suerte, pues le era imposible
mover la cabeza), mirando hacia arriba.
>>La imagen homogénea e inmutable del techo era
totalmente inútil para saber qué sucedía a su alrededor, así que tuvo que
guiarse por los sonidos. ¿Que dónde estaban ubicados sus oídos? Se supone que
uno a cada lado de la cabeza, pero no había nada más ahí que lana fingiendo ser
cabello, así que no podemos afirmarlo. Sin embargo, ella escuchaba, tal vez por
alguna razón metafísica, por alguna capacidad activada al cambiar de cuerpo.
>>Al principio, solo supo que la niña se había ido
a la sala, escuchó sus pasos apurados, como si escapara de algo. Luego la
escuchó regresar y hacer el mismo recorrido unas cinco veces. Entonces decía
“Hola, ¿cómo estás?”, “bien, ¿podemos salir a jugar?”, “siiiiiii, vamos al
parque”, y un tarareo seguido de risas. “!Qué bonita tu ropa!”, “Sí, la compré
hoy con mi mamá”. Era fácil para ella, que había sido niña alguna vez, saber que
aquella jugaba. Lo que no sabía era que, de rato en rato, estiraba el cuello
para vigilar que su nueva y desagradable muñeca siguiera en el piso. Miedos de
niño, dirían algunos, pero la verdad es que a nadie le agradaría ser víctima de
su nueva adquisición.
>>Pronto se escucharon voces y música, y la voz de
la niña. “Si yo estuviera en la Luna…”,
cantaba. Y así, cantó una tras otra muchas pistas hasta que no se le escuchó
más. Ariana tuvo que asumir que se quedó dormida. ¿Qué más podría pensar?
>>Las noticias de la radio le importaban poco a
Ariana. La voz de la niña se hacía extrañar. “El diputado Carlo Serena...” Qué le importaba a ella el diputado en
ese momento, si lo único que quería era volver a ser ella misma, es decir, no
una muñeca. “Serena afirmó que el caso
Diana Jiménez es un problema ético de difícil…” Ahí iba otra vez el señor
diputado, y ella imposibilitada incluso de dormir, condenada a soportar el
martirio de escuchar cada cinco minutos su nombre, como si fuera poco. “El diputado Serena…” era la estrella ese
día. Sus declaraciones sobre ética y derechos humanos poco conmovían a la
inerte muñeca, que empezaba a pensar que hablar o incluso pensar en Derechos
Humanos era algo que no tenía sentido, dado que había dejado de serlo hace
poco. Añoraba los momentos en los que podía parpadear, cubrirse los oídos,
gritar, escapar de una niña gigante…
Ciertamente detestaba lo que era ahora: no humana. Pero, ¿en qué se había
convertido? Es decir, aún conservaba su capacidad de raciocinio y era, aunque
no completamente, sensible al medio. ¿Acaso los juguetes eran todos así? Si así
era, tal vez el silencio de los que tuvo cuando era niña estaba justificado por
esa imposibilidad de comunicación entre ellos mismos. Así, los juguetes serían
entes potencialmente filosóficos y tendrían nombres como Locke, Kant, Sartre, Nietzsche,
“y el diputado Carlo Serena”, pero
era todo demasiado tonto para creerlo de esa manera. Su caso era especial… y
tenía su raíz en el malvado —o no— anciano de la juguetería.
>>“Ser o no ser” humana, recapacitaba. ¿Qué
significaba ser humana?, ¿qué sentido tenía serlo?, ¿de qué servía?, o, mejor
aún, ¿qué significaba ser Ariana? Su calidad de muñeca de trapo era limitante,
y el aburrimiento había venido a hostigarla poco a poco desde que la niña
pareció quedar dormida. Pronto empezaría, según escuchó, “su tan esperada serie semanal…” El nombre no pudo retenerlo, tal
vez porque poco le importaba. Lo único que tenía valor para ella en este
momento era que el diputado Carlo Serena se tomaría un descanso.
.+.+.+.+.+.+.+.+.+.+.+.+.
Bueno, tal vez algunos se hayan sorprendido de que no saludara al principio y que, en su lugar, hiciera una especie de cuento raro... Pero esa historia es cierta. Copiaron mi bandera, esta serie que tanto aprecio, y gané por tener ojos. Ha sido épico... En fin. Otra razón por la cual no publiqué Ariana desde hace tiempo ha sido el artículo de mayo, que terminó estando a mi cargo y tuve que apurarme. El resultado de ese trabajo no es tan bueno, pero ustedes juzgarán, al igual que este nuevo capítulo de Ariana. Gracias por haber leído, los espero en el próximo [ ;D ]
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