Escribí una línea divagando y tratando de dar forma a una idea, esta trajo con ella otras más y aún sigue trayéndolas. Un relato que ha tenido muchas formas antes de llegar a lo que es y aún no es. Un relato que no concluye aquí.
¿Conoce a Isabela Duncan?
-¿Conoce a Isabela Duncan, mi amigo?- preguntó Romualdo mientras se servía otro vaso de cerveza. La pregunta había surgido en un intento de que la conversación girara en torno a ella para resolver una duda que consideraba tonta, pero que de igual manera, al igual que todas las dudas existentes, le aquejaba el no darle respuesta.
- Claro, cómo no conocer a tan distinguida y bella dama italiana- respondió Matías-. ¿Por qué la repentina pregunta?
- Por nada, compadre¬- respondió Romualdo, bajando levemente la voz. Se arrepintió de haber preguntado; por temor a que lo próximo que dijera fuera tomado como una tontería.
- Ande, debe haber un motivo por el cual preguntó por la cantante- insistió Matías.
-Bueno… ya que insiste… Pensará que es una tontería, sinceramente, pero créame que la vi la otra vez caminar de la mano con un hombre nada agraciado. Sé que es imposible; pero no miento, ella era idéntica. Como dos gotas de agua. Si de verdad existen nuestros dobles en algún lugar del mundo; ella es la prueba- respondió Romualdo, totalmente exaltado, poniéndose de pie. Un movimiento involuntario producto del éxtasis.
Las demás personas del bar voltearon para ver quién era el loco que estaba gritando. Algunos escucharon fragmentos, otros el comentario entero; en ambos casos lo dicho por Romualdo les pareció una tontería, propia de alguien que no tiene nada mejor que decir. Romualdo, al ver que era el centro de atención de miradas extrañas, se sentó lentamente, con un rojo intenso que denotaba lo avergonzado que se sentía.
- Oh, conque de eso iba todo- se apresuró a decir Matías tratando de ignorar las burlas de las otras personas.
- No le miento, compadre no tengo por qué ponerme en ridículo sin motivo-comentó Romualdo tratando de justificarse-, no soy ningún loco.
- Descuide, le creo. Yo también la he visto. A que son idénticas. Uno diría que son la misma persona y que Isabela Duncan se escapó de su país natal para venir a vivir aquí plácidamente, alejada de toda fama.
Las palabras que dijo provocaron que la cara de Romualdo cambiara a la típica expresión de sorpresa: abrió los ojos como un par de platos y su boca se abrió discretamente para proferir palabras que se quedaban atascadas en su garganta. “¿No puede haber creído lo que dije o sí?”, pensó Matías, “es una tontería”
- Compadre, en verdad, no sé cómo no se me ocurrió eso antes- arguyó Romualdo ante la sorpresa de Matías, que luchaba por no soltar una carcajada -. Pero qué raro que la prensa no haya notado esto. Debe ser porque vivimos en un pueblito que apenas y figurará en los mapas más especializados-agregó, luego de pensar unos escasos segundos.
Matías ya no pudo contener la risa que se encontraba suspendida, estalló en carcajadas. Las personas del bar volvieron a voltear, esta vez ya un poco molestos: “Vaya par de locos”, fueron algunos de los comentarios.
- ¡Es una broma, compadre! ¿No ve que le estoy tomando el pelo?- gritó Matías entre carcajadas, a la vez que palmoteaba el hombro de Romualdo.
- No se juegue así. Yo estaba hablando en serio. ¡Ya ve!, por eso no quería contarle nada- respondió Romualdo algo resentido.
Matías se limitó a mirar a Romualdo con una mirada un poco lastimera. “¡Cómo soy amigo de este huevón!”, pensó.
- Isabela Duncan ya murió hace dos años compadre. Por un momento pensé que usted ya lo sabía y simplemente se hacía el loco para divertirse un poco.
-Yo no sabía que ya había muerto. Sabía que se había retirado, pero no que había muerto.
- Pero dígame, de casualidad, cuántos años le pondría a la Isabela que viste.
- Es una jovencita, a lo sumo tendrá veinte años- respondió Romualdo un poco desconcertado.
-Exacto, si Isabela Duncan estuviera viva, ella ya sería una mujer de edad madura. La que usted vio parece salida de una de sus fotos de joven o ¿me equívoco? Tenga en cuenta que el tiempo cronológico de un recuerdo, en especial si es bello, parece inalterable. La memoria parece, en ocasiones, solo recordar lo bello.
Romualdo se quedó en silencio, las palabras de Matías habían generado un eco en él. En verdad, la recordaba joven y bella y se le hacía difícil cambiar esa imagen. Miraba al techo como buscando ayuda divina; no para sacar las cuentas acerca de su edad sino para terminar de aceptar la realidad.
- Tiene razón compadre, Isabela ya debe estar por los cuarenta y algo, hasta me atrevería a decir que un poco más… Entonces quién es esa jovencita que yo vi. Está claro que sabes quién es, para qué seguir manteniendo el misterio.
Matías se acarició la barbilla, tomó un sorbo de su helada cerveza y prosiguió.
- La chica se llama Rosario y el hombre, sin duda afortunado, con el que usted la vio es conocido como Sin sombra. Santiago sin sombra.
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