Ariana: Capítulo 25

"No termines con Ariana, dale una oportunidad", me han dicho por ahí. Ciertamente, Ariana se ha metido tanto en mi vida que la veo en todos lados, pero ¿otra oportunidad? Nunca hubo una oportunidad en realidad. Ariana y yo nos comprometimos a darle sentido a esta historia juntos. Que iba a terminarse en algún momento era evidente, muy claro para ambos. Las cosas no son tan trágicas como parecen, es más, el número de capítulos que ha alcanzado es más del doble de lo que pensamos en un principio. Así es, así es. La vida es así. El tiempo ha transcurrido y Ariana se acerca al final. Yo no sé qué haré luego de ello, pero de hecho haré algo. Ariana, por su parte, seguirá existiendo con la libertad que siempre tuvo.

.+.+.+.+.+.+. Ariana. Capítulo vigésimo quinto.+.+.+.+.+.+.


Que Ariana no está era una locura, la tenía ahí a su lado, muy cerca y tan evidente que era imposible siquiera intentar dudarlo. Su hija siempre estuvo ahí, ¿o acaso no era su hija? ¿Acaso ésta fue cambiada en algún momento por una entidad simulacro? Si esto era así, el ejecutor de tal obra era el más noble y a la vez el más despiadado ser que pudiera existir… Quitarle la vida a una madre de una forma tan inhumana y hacerle creer que no la ha perdido… Perderse en este tipo de pensamientos hacía que su emotividad aumentara, pero no le provocaba ningún tipo de respuesta coherente respecto a aquella frase dicha por su hija. “Ariana no está”, ¿pero qué Ariana? La Ariana de la rabieta en la tienda de juguetes, la niña extraña de la escuela, la niña que no podía soltar su muñeca, la Ariana que conversaba con su padre sin que nadie se diera cuenta… hay tantas Arianas que es difícil entender. A menos que…
La Ariana que tenía enfrente no era, ciertamente, una entidad simulacro. Su instinto materno le hacía reconocerla como su auténtica hija. No había duda, y aunque quisiéramos convencerla de que no lo era, por cualquier medio, se aferraría a dicha verdad sin importarle parecer una mujer loca. Si la locura habría de llegar, era bienvenida, pero nadie le quitaría a su hija mientras viviera. Era, pues, otra la razón de aquella frase. “Ariana no está”, pero sí está, a menos que… A menos que hubiera otra Ariana.
Recordemos la conversación con su padre. Aquella propuesta suya de bautizar con su nombre a la muñeca solo para tenerlo cerca, pero principalmente el silencio, ese silencio que le siguió al drama y que constituyó un ingrediente importante en la formación de los sentidos. Nada le siguió al silencio, pero algo hubo de seguirle, ya que es imposible pasar por un precipicio sin un puente o alguna máquina voladora, o incluso un vórtice. En este sentido, necesitaríamos el puente o la máquina o el vórtice, pero nos es imposible descubrirlo. Además, revelar algo como eso terminaría estropeándolo todo. Conformémonos con saber que se refiere a la muñeca. “Ariana no está”, “mi muñeca no está”. Algo muy curioso si hablamos de identidades. “Mi muñeca no está, y es parte de mí”.
— Debo haberla olvidado —dice la madre cuando al fin cree entender.

Ariana —la muñeca— está en la habitación de invitados, pero la novia no la verá sino hasta la tarde, cuando recuerde que ahí también se encuentra un abrigo suyo, dejado la noche anterior debido a que era el cuarto más próximo a la sala. Claro, el que lo recordara también supone que empezó a necesitarlo. Iba a utilizarlo en un par de horas, para la cena en algún buen restaurante con su esposo. Era una forma de celebrar su unión; aunque es cierto que la fiesta fue el día anterior, siempre es necesario celebrar a solas. El nombre del lugar no lo sabía muy bien, era francés y ella no era muy hábil para memorizar palabras extranjeras.
Así pues, se dirigió a la habitación de invitados y encontró a la muñeca sobre la cama. Vaya sorpresa la suya. “Esa es la muñeca de Ariana…”, murmuró, y la sacó de la habitación, olvidándose del abrigo. Al momento volvió por éste: la muñeca ya estaba a salvo. La colocó en su cartera junto con sus demás cosas, pensaba pasar a entregarla antes de llegar a la cena. Un acto de buena samaritana.

Las horas pasaron.  Era aproximadamente la hora de “su tan esperada serie semanal…” pero era domingo, y las series semanales, como lo era aquella, suelen pasarse de lunes a viernes, como si la semana consistiera solo en esos días, aunque era comprensible, esas voces tenían que descansar en algún momento. Descansar… cosa que no sucedió en ningún momento del día con la ansiedad de Ariana por la muñeca. Mamá le había dicho que no irían de ninguna manera a casa de la novia, porque ésta le había comentado que no estaría. “Tendrás que esperar a mañana, niña”.
Ariana se encontraba en un estado de suma inactividad, no quería hacer nada, mucho sufrió su madre para que comiera en el almuerzo, mucho, tanto que su corta tolerancia estuvo a punto de pasar sus límites —aunque no lo hizo… esta vez supo contenerse…relativamente. Se fue a su habitación después del almuerzo, ya no soportaba que el estado de su hija ni el suyo propio. Necesitaba calmarse. Ariana se quedó en la sala, tirada sobre el sillón, acompañada de su payaso el sonriente, que muy probablemente también lamentara la ausencia de la muñeca de trapo.
Así es que era la hora de “su tan esperada serie semanal…” sin que ésta aconteciera, cuando tocaron el timbre. Ariana no quería salir, su madre tampoco, ninguna tenía el ánimo suficiente como para recibir a un invitado o soportar a algún vendedor o predicador religioso. Sin embargo, la madre debía hacerlo, al menos fijarse en quién estaba detrás de la puerta, cerciorarse de que no fuera nadie importante, asegurarse de que no estaba siendo demasiado irrespetuosa. Así que lo hizo.
La sorpresa fue grande.
— No me mires como si fuera un fantasma, mujer, hace nada que nos vimos —dijo la novia, cuya figura se dirigía hacia el interior de la casa, haciendo a un lado a la madre, como si fuera su propia casa, nada grave, era costumbre de viejas amigas. Su esposo permaneció en el umbral de la puerta.
— También puedes pasar —sugirió la madre de Ariana. La novia sonrió al ver a la niña.
— Contigo quería hablar, mujercita —dijo mientras se sentaba a su lado. Entonces percibió su angustia—. ¿Por qué esa cara larga?, ¿qué te pasó?, ¿qué le pasa? —se dirigió a la madre—, mmmm, ¡ah!, ya entiendo… ¿que la muñeca? Justo de eso quería hablar contigo. Mira… —Ariana recuperó sus ánimos al verla sana y salva—. Tenla, y cuídala mejor la próxima vez, ¿promesa? —la niña asintió.
La novia, luego de esto, las invitó a acompañarlos en la cena, pero la madre se rehusó, era consciente de que ambos necesitaban un tiempo juntos. Además, ya no había problema: Ariana estaba completa.

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Esto ha sido todo por esta vez. Espero que les haya agradado. Gracias por leer [ ;D ] Au revoir!

Pd.: Saludos de Ariana [ :) ]

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