Minutos antes de Navidad

~♫~Jingle bells, jingle bells, jingle all the way~♫~
Champaña, compras compulsivas y luces de colores everywhere. Navidad es una de las temporadas (porque empieza en Noviembre y se va intensificando hasta el 25 de diciembre, día central) en que la gente puede llegar a impacientarse excesivamente al punto de caer en estrés... Pero en fin, también es una buena oportunidad para compartir en familia y ser feliz por un rato. Y para que se entretengan, les escribí un cuentecillo —rima con duendecillo (-navideño).

.+.+.+.+.+.+. Será una Feliz Navidad.+.+.+.+.+.+.

“Será una feliz Navidad”, decía el anciano a mediados de julio. “Sí, papá, así será”, sus hijos, cualquiera de ellos, muy tolerantes y serviciales, mientras le ayudaban a comer. “Hay que hacer las compras entonces”, se exaltaba. “Ya las hizo mamá, no te preocupes, y también las luces las acomodamos ya. La cena está casi lista, como si fuera para mañana”. “Pero si es mañana, hijo. Qué gusto…”. Ya se habían acostumbrado a ello, a la vida de eternas efemérides de su padre. Todos los días se celebraba algo, especialmente Navidad, que estaba siempre cerca, muchas veces bastante como ahora. Su madre tampoco podía hacer compras, eso era seguro, había fallecido tres años atrás y todos lloraron mucho por ella. Era una familia muy unida, ciertamente.
Solo por si la situación llegaba a un límite, tenían preparados gorros de fiesta y serpentinas. Improvisar con galletitas y limonada se había vuelto una costumbre también.
“Papá está enfermo”, recuerda el hijo menor las palabras que le dijera su hermano cuando, llegado a la puerta, se atrevió a desmentir todo lo dicho por teléfono y a pedir sinceras disculpas. “Pensé que nunca vendrías”, dicho entre sollozos, como si fuera un niño. Recuerda también su primera impresión de su padre después de no haberlo visto por casi medio año debido a su cambio de domicilio. El viejo sentado a la mesa, como si estuviera perfectamente, y con la preocupación característica de un padre de familia con hijos de los que hacerse cargo, tomándose un té, su preferido, y destilando el tiempo revisando su ajetreada agenda de jefe de familia. “No entraba en cuenta de que sus hijos ya están bastante grandes”.
“¿Has visto a tu madre?”, inquirió al verlo llegar, en vez de saludarlo. “Tu madre”, amigo, sabes bien dónde está, ¿por qué no le dijiste y terminaste por fin con todo? “Ojalá pudiera ser tan sencillo”. Ya lo había visto sufrir su pérdida una vez. Repetirlo una o más veces, porque el viejo nunca recordaba nada, estaba como regresado a una época de su vida de la cual parecía no querer moverse; sería cruel, demasiado… “se querían tanto…”. Por eso mintió, “mamá está donde la tía, regresa mañana”, y esa mentira lo consagró como un gran mitómano, capaz de construir cualquier tipo de historia creíble para su padre y que éste fuera incapaz de refutar. Nunca se imaginó mintiéndole tanto, y mucho menos que fuera su obligación moral hacerlo, a fin de que viviera más tiempo.
“Siempre busca a mamá”, le dijo entonces su hermano, como anunciándole el menester de volverse menos susceptible a la nostalgia, de aceptar por fin su presente y la vida misma. Debió ser antes, ya eran lo suficientemente adultos, pero los hombres del mundo suelen guardarse el sufrimiento como una reserva a la cual acudir cada cierto tiempo. Y mamá, a partir de ahora, siempre estaría fuera, donde la tía, si no simplemente en casa, en alguna habitación, cuando fuera seguro que papá no saldría a cerciorarse.
Sus recuerdos de los últimos diez años se habían bloqueado, era un joven en cuerpo de viejo, y cada vez que despertaba, preguntaba por su mujer, y pronto por la festividad próxima o la del día, Navidad, ambas cosas conectadas, pues el cumpleaños de ella era el mismo 25 de diciembre. Había siempre que convencerlo de que era al día siguiente. Mamá no podía no estar para su día, sería una lástima, y algo andaría mal, muy mal. Algunas veces lo sospechaba, otras era más bien fácil mantenerlo tranquilo. “Ojalá todos los días pudiera creernos”, deseos de mitómano, pero nada más cierto para ellos, que sufrían seguramente al verlo, a menos que se hubieran acostumbrado ya a su estado y no quisieran aceptarlo.
Sus navidades fueron siempre felices, por eso las recuerda, pero más que eso a su esposa, tan linda como cuando la conoció, aquella que lo había soportado casi cuarenta años, los dos últimos no cuentan por su ausencia, pero “se querían tanto…”. Eso era lo único que importaba.
“Será una Navidad Feliz” con una gran cena, champaña y mucho amor familiar. Los dos hermanos, por momentos, parecían figurarse ese ideal imposible. El amor familiar se les estaba reduciendo cada vez más. En los últimos meses papá se había vuelto más débil y tuvieron que mantenerlo en cama a la fuerza, conseguir argumentos de donde fuera, incluso de cajones viejos o debajo de la cama, cualquier cosa les era útil en momentos tan desesperantes como una casi pelea con su padre gritándoles que necesita ir a casa de la tía a recoger a mamá. A veces casi lloraban, papá se daba cuenta y dejaba de insistir. Por suerte, pero más por desgracia, pronto sería incapaz de salir solo de la cama. “Será una Navidad Feliz, muy linda. Ya mañana estaré bien, solo quiero dormir”, preguntaba por mamá y volvía a su sueño. Dormitaba mucho ahora, pero agravaba. La preocupación de los hijos era cada vez mayor, les costaba aceptar que pronto dejarían de ver a su padre, que su vida se acortaba poco a poco, como el tiempo que los separaba de la Navidad y el aniversario de nacimiento número sesenta y cuatro de su madre.
Papá moriría la noche del veintitrés, la única vez en que no tuvieron que mentirle sobre la fecha, ni tampoco sobre mamá (“ya verás a mamá, antes descansa”). Y el día tan esperado, la Navidad Feliz, no hubo una gran cena ni champaña, pero sí mucho amor familiar.

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Es todo por hoy. Que tengan un buen día navideño [ =) ]

3 comentarios:

  1. Señor, Zack, creo que debería tomar con calma esto de escribir. Hacerlo minutos antes de navidad y más si tratas de plasmar una clase de sensibilidad al públido, a mi parecer, lo degrada. Debería haber más detenimiento, todo transcurre muy rápido. Eso hace que tu cuento sea sólo un escrito. No sella ni abre corazones.

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  2. Oh, muchas gracias. Tomaré muy en cuenta su consejo. Tienes razón, todo pasa muy rápido, lo he sentido, pero no le hice mucho caso. Gracias por eso =)

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  3. El relato es muy bueno, absolutamente enternecedor. Gracias

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