¿Qué decir? Son mis impresiones de esta novela que he leído hace poco. Cuando escribo sobre un libro no pretendo dármelas de crítico, en parte porque una verdadera crítica requiere de mayor extensión y análisis. En fin, el fin de este post, quién sea que lo lea, es generar curiosidad acerca de este libro en cuestión: La guerra del fin del mundo.
No hay más emperadores, Dom Pedro II, fue destituido mediante un golpe de Estado por parte del Ejército: de ser un país monárquico pasó a ser un país democrático, la abolición de la esclavitud iba en contra de los intereses de las personas adineradas, quienes vieron en ese acto la confiscación injusta de sus bienes, generando su total apoyo al advenimiento de un gobierno democrático. Grandes cambios que tan solo iniciaban.
Sin embargo, nada ha cambiado a los ojos de Antonio Conselheiro, quien sigue viendo la misma miseria en la tierra que recorre predicando: “Por lo demás, ¿qué había cambiado para ellos aparte de algunos nombres? ¿No era ese paisaje de tierra reseca y cielo plúmbeo el de siempre? ¿Qué había cambiado ahora que había Presidente en vez de emperador en la atormentada tierra del norte? ¿No se seguía luchando contra la esterilidad del suelo y la avaricia del agua el labrador para hacer brotar el maíz, el frejol, la papa y las cabras?”.
La separación del Estado y la Iglesia fue el primer gran cambio que se dio: se declaró la libertad de cultos; la secularización de los cementerios, de los cuales se ocuparía el estado; el matrimonio pasaba también a ser responsabilidad del Estado. La Iglesia, poco a poco, iba perdiendo poderes. Se empezó a especular que detrás del Gobierno se encontraban masones y protestantes.
Medidas como el mapa estadístico, el censo, el sistema métrico decimal, eran vistos con desconfianza. El pueblo acudía confundido, pidiendo encontrar una explicación; Antonio Conselheiro exhortaba a no responder, pues consideraba que el único fin que perseguían era el restablecimiento de la esclavitud.
Una disposición confirmaría lo que en el pueblo ya se murmuraba, los edictos lejos de ayudarles los hundían más: la República les cobraría impuestos. Una disposición que la gente rechazó de inmediato: “El instinto animal, el sentido común y siglos de experiencia les hicieron comprender a los vecinos que aquello seria tal vez peor que la seguía, que los perceptores de impuestos resultarían más voraces que los buitres y bandidos”. Fue allí, donde aquel hombre, hasta entonces misterioso y pacífico, aunó todas las voces en una proclamación: “El Anticristo está en el mundo y se llama República”. La Guerra de Canudos iniciaba de esta forma bajo un manto religioso.
La considerada por muchos mejor novela de Mario Vargas Llosa nos sitúa en Brasil, a finales del siglo XXI, en la que se demuestra la profunda influencia que puede tener la religión en la mentalidad de los seres desarraigados, los olvidados, los miserables. Antonio Conselheiro será percibido por el pueblo de Canudos como un ser santo que seguirán hasta el final, libres de miedos, exclamando a su paso: “la muerte es dicha para el buen creyente”.
Se aunarán a su cruzada diversos personajes, con historia propia que por alguna u otra razón caen desgracia por sus propias acciones o por el desprecio que la sociedad tiene hacia ellos. Historias en las que se puede mencionar la de João Satán, antiguo bandido, el más cruel y despiadado como venganza a la sociedad que dio muerte a sus tíos mediante las habladurías cuando era tan solo un crío; el León de Natuba, ser despreciado por su apariencia deforme, quien cree en Conselheiro de un modo diferente al resto, pues afirma que no le importa ni Dios ni Jesús, solo le importa el Consejero por ser la única persona que lo hace sentir humano. Tanto bandidos como personajes penitentes o ligados a lo religioso (María Quadrado, “la Madre de los Hombres"; el Beatito; el Padre de Joaquín) son acogidos por igual.
Uno de los personajes que destaca, y el predilecto de su creador, inspirado en Euclides de Cunha, es el periodista miope, personaje del cual nunca se menciona el nombre. Personaje que está presente a lo largo de toda la guerra, y la sobrevive, como corresponsal, viendo todo lo que sucede en ella: en un primer momento acompaña al Ejército de Brasil; luego las circunstancias lo llevan a verse involucrado con los rebeldes. El personaje sirve también como una parodia: en una campaña pierde sus lentes provocando que sea visto por todos los que lo rodean como un personaje patético; está allí, presente en la guerra, solo pudiendo observar, conociendo todo de manera confusa. De personalidad bohemia, crítico de su oficio y de los que lo practican, en parte por hacer querido ser poeta y dramaturgo, su personalidad cambiará drásticamente después de la guerra. El autor, en una entrevista titulada La guerra de Mario Vargas Llosa, nos refiere al respecto: “Solo a la distancia, cuando has sufrido los desmentidos más terribles de la realidad, empiezas a hacer examen de conciencia y ver lo que ha sido tu mundo”.
Mario Vargas Llosa demuestra una vez más su gran capacidad para la creación de estructuras y la utilización de las diversas técnicas literarias en sus novelas (en contraposición, la poesía de su prosa es mínima, la gran cantidad de descripciones no implica igual uso de figuras). Una de las técnicas más resaltantes es la utilización de diversos puntos de vista sobre un mismo hecho, logrando que cada personaje aporte, con sus vivencias, un poco más sobre un detalle o incidente que tan solo fue mencionado en la narración de un personaje anterior. Pudiéndose observar esto sobre todo en la cuarta campaña.
El orden cronológico por su parte es despedazado en pequeñas unidades narrativas que se hallan separadas por pequeños espacios en blancos que se encuentran dentro de cada subcapítulo. De esta manera, un suceso en la vida de un personaje, puede extenderse físicamente por estar separado por otros pequeños acontecimientos que se encuentran conectados, aunque no necesariamente siguiendo un orden lineal.
Cuatro partes divididas en subcapítulos mediante la numeración dan cuenta de la cruenta lucha de los yagunzos o campesinos contra el ejército que viene a reprimirlos, cada vez con una mayor capacidad de fuego y contingentes. Todo esto a la par de un entramado político que está detrás de muchas de las acciones y decisiones que se toman; tanto el Partido Autonomista como el Partido Republicano Progresista, ambos con sus propios periódicos, tratarán de sacar la mayor ventaja del acontecimiento por el que pasa su país. Tanto el aspecto político, el religioso y militar son retratados por igual por un escritor ambicioso que intenta retratar todos los aspectos posibles sobre lo que escribe en su afán de conseguir la llamada “novela total”.
No hay más emperadores, Dom Pedro II, fue destituido mediante un golpe de Estado por parte del Ejército: de ser un país monárquico pasó a ser un país democrático, la abolición de la esclavitud iba en contra de los intereses de las personas adineradas, quienes vieron en ese acto la confiscación injusta de sus bienes, generando su total apoyo al advenimiento de un gobierno democrático. Grandes cambios que tan solo iniciaban.
Sin embargo, nada ha cambiado a los ojos de Antonio Conselheiro, quien sigue viendo la misma miseria en la tierra que recorre predicando: “Por lo demás, ¿qué había cambiado para ellos aparte de algunos nombres? ¿No era ese paisaje de tierra reseca y cielo plúmbeo el de siempre? ¿Qué había cambiado ahora que había Presidente en vez de emperador en la atormentada tierra del norte? ¿No se seguía luchando contra la esterilidad del suelo y la avaricia del agua el labrador para hacer brotar el maíz, el frejol, la papa y las cabras?”.
La separación del Estado y la Iglesia fue el primer gran cambio que se dio: se declaró la libertad de cultos; la secularización de los cementerios, de los cuales se ocuparía el estado; el matrimonio pasaba también a ser responsabilidad del Estado. La Iglesia, poco a poco, iba perdiendo poderes. Se empezó a especular que detrás del Gobierno se encontraban masones y protestantes.
Medidas como el mapa estadístico, el censo, el sistema métrico decimal, eran vistos con desconfianza. El pueblo acudía confundido, pidiendo encontrar una explicación; Antonio Conselheiro exhortaba a no responder, pues consideraba que el único fin que perseguían era el restablecimiento de la esclavitud.
Una disposición confirmaría lo que en el pueblo ya se murmuraba, los edictos lejos de ayudarles los hundían más: la República les cobraría impuestos. Una disposición que la gente rechazó de inmediato: “El instinto animal, el sentido común y siglos de experiencia les hicieron comprender a los vecinos que aquello seria tal vez peor que la seguía, que los perceptores de impuestos resultarían más voraces que los buitres y bandidos”. Fue allí, donde aquel hombre, hasta entonces misterioso y pacífico, aunó todas las voces en una proclamación: “El Anticristo está en el mundo y se llama República”. La Guerra de Canudos iniciaba de esta forma bajo un manto religioso.
La considerada por muchos mejor novela de Mario Vargas Llosa nos sitúa en Brasil, a finales del siglo XXI, en la que se demuestra la profunda influencia que puede tener la religión en la mentalidad de los seres desarraigados, los olvidados, los miserables. Antonio Conselheiro será percibido por el pueblo de Canudos como un ser santo que seguirán hasta el final, libres de miedos, exclamando a su paso: “la muerte es dicha para el buen creyente”.
Se aunarán a su cruzada diversos personajes, con historia propia que por alguna u otra razón caen desgracia por sus propias acciones o por el desprecio que la sociedad tiene hacia ellos. Historias en las que se puede mencionar la de João Satán, antiguo bandido, el más cruel y despiadado como venganza a la sociedad que dio muerte a sus tíos mediante las habladurías cuando era tan solo un crío; el León de Natuba, ser despreciado por su apariencia deforme, quien cree en Conselheiro de un modo diferente al resto, pues afirma que no le importa ni Dios ni Jesús, solo le importa el Consejero por ser la única persona que lo hace sentir humano. Tanto bandidos como personajes penitentes o ligados a lo religioso (María Quadrado, “la Madre de los Hombres"; el Beatito; el Padre de Joaquín) son acogidos por igual.
Uno de los personajes que destaca, y el predilecto de su creador, inspirado en Euclides de Cunha, es el periodista miope, personaje del cual nunca se menciona el nombre. Personaje que está presente a lo largo de toda la guerra, y la sobrevive, como corresponsal, viendo todo lo que sucede en ella: en un primer momento acompaña al Ejército de Brasil; luego las circunstancias lo llevan a verse involucrado con los rebeldes. El personaje sirve también como una parodia: en una campaña pierde sus lentes provocando que sea visto por todos los que lo rodean como un personaje patético; está allí, presente en la guerra, solo pudiendo observar, conociendo todo de manera confusa. De personalidad bohemia, crítico de su oficio y de los que lo practican, en parte por hacer querido ser poeta y dramaturgo, su personalidad cambiará drásticamente después de la guerra. El autor, en una entrevista titulada La guerra de Mario Vargas Llosa, nos refiere al respecto: “Solo a la distancia, cuando has sufrido los desmentidos más terribles de la realidad, empiezas a hacer examen de conciencia y ver lo que ha sido tu mundo”.
Mario Vargas Llosa demuestra una vez más su gran capacidad para la creación de estructuras y la utilización de las diversas técnicas literarias en sus novelas (en contraposición, la poesía de su prosa es mínima, la gran cantidad de descripciones no implica igual uso de figuras). Una de las técnicas más resaltantes es la utilización de diversos puntos de vista sobre un mismo hecho, logrando que cada personaje aporte, con sus vivencias, un poco más sobre un detalle o incidente que tan solo fue mencionado en la narración de un personaje anterior. Pudiéndose observar esto sobre todo en la cuarta campaña.
El orden cronológico por su parte es despedazado en pequeñas unidades narrativas que se hallan separadas por pequeños espacios en blancos que se encuentran dentro de cada subcapítulo. De esta manera, un suceso en la vida de un personaje, puede extenderse físicamente por estar separado por otros pequeños acontecimientos que se encuentran conectados, aunque no necesariamente siguiendo un orden lineal.
Cuatro partes divididas en subcapítulos mediante la numeración dan cuenta de la cruenta lucha de los yagunzos o campesinos contra el ejército que viene a reprimirlos, cada vez con una mayor capacidad de fuego y contingentes. Todo esto a la par de un entramado político que está detrás de muchas de las acciones y decisiones que se toman; tanto el Partido Autonomista como el Partido Republicano Progresista, ambos con sus propios periódicos, tratarán de sacar la mayor ventaja del acontecimiento por el que pasa su país. Tanto el aspecto político, el religioso y militar son retratados por igual por un escritor ambicioso que intenta retratar todos los aspectos posibles sobre lo que escribe en su afán de conseguir la llamada “novela total”.