Nocaut Técnico (Muhammad Ali)

Un mes árido. Ha sido un mes difícil para Errror de Imprenta. ¡Pero volveremos! Porque nuestros reflejos sigue siendo igual de buenos y podemos contra el bloqueo escritoril.<----Eso suena demasiado motivacional. Mejor digamos que los días ya no son lo que eran antes, bah, demasiado emo. Hoy vengo con un pequeño homenaje a Muhammad Ali, sobre su última pelea, más que todo. Lean, tíos y tías.

                                                                                                                  De su  querido sobrino.

 NOCAUT TÉCNICO


“Esta no es la forma en la que debe acabar…”  Dijo el locutor de la última pelea de Ali, para intentar ganar un último título en los Pesos pesados, un cuarto título sin precedentes.
No era la manera correcta de acabar una casi impoluta carrera de un héroe que se convertía en leyenda. Ya no era lo mismo, Muhammad ya no era lo mismo. Todavía estaba su carisma, sus siempre presumidas declaraciones, pero al Ali que se veía, ese no era al que todos habían pagado para ver ganar su cuarto título. No era él.
Pop-art de Muhammad Ali
Un golpe tras otro se veía caer al grande, al héroe, pero él no caía, entre las cuerdas como estaba no caía, tenía que seguir. En contra de toda corriente de sentido común, en su mente brillaba aquel mérito, acaso imposible, que se había propuesto.
Se le veía pequeño en el ring, casi un novato, pero era todo lo contrario, era casi un anciano para lo que era el boxeo. Sus reflejos no podían durar para siempre, su juego de pies, preciso baile, no podía poseer para siempre esa agilidad. La de aquel gigante que peleaba de forma tan poco ortodoxa, que había dejado de lado una impenetrable defensa por la agilidad y su esquivo juego de pies, aquel que podía dominar por diez rounds y seguir luchando, porque esa era su táctica, estabas en su casa, siendo sedado, poco a poco, por sus golpes, hasta que tus pies ya no dieran más, ése era el estilo del Grande. Siempre controlando los tiempos de una pelea que podía parecer casi infinita.
Y, en contraparte, casi parecía ayer cuando, dominando a un Terrell que le había llamado Clay, le preguntaba, seguro de su victoria:
“¿Cuál es mi nombre, Tío Tom, eh? ¿Cuál es mi nombre?”
Una demostración de su poderío sobre el rin, descrito por algunos como “Una maravillosa demostración de habilidad en el boxeo y una barbárica exposición de crueldad.” ¿Qué mejor manera de describirlo? Cuando alargó el sufrimiento de aquel Terrell por 15 rondas, de las que su contrincante solo ganó 2.
Ahí está Clay, el que alguna vez fue un novato, contra las cuerdas. Escuchando su nombre vitoreado por cientos de personas, pero no puede seguir, contra las cuerdas, su inútil intento por seguir peleando es todo menos apreciable.
“¿Puedes seguir, Ali? ¿Puedes seguir?” Pregunta su entrenador, pero sabe cuál es la respuesta, y aunque su ojo izquierdo está todo lo cerrado que podría estar, y el derecho con esfuerzo logra ver algo, su voluntad no le puede dejar caer así.
“¿Puedes seguir, Ali?” Una pregunta casi sinsentido, por la personalidad de Ali, pero su entrenador se preocupa por él, por su orgullo, tal vez tan acabado como él.
Ali ya no es más que un saco de boxeo, a las manos de un Larry Holmes imparable, que, a esperas de que declaren ganador, sigue golpeando, porque hasta que no caiga el castillo, el peligro está inminente.
Y Ali, o quien fue Clay, todavía quiere pelear, incluso luego del décimo round, arrinconado muerto bajo su propia arma: El nocaut técnico.  
Fotografía de su última pelea
Muhammad no podía durar para siempre, su entrenador lo sabía, y lo sabía mejor que él. En su estado, no podía dejarlo pelear, al que estaba siendo apoyado con todas las de perder; al que cayó en su último intento de ganar el campeonato como no debe caer jamás un héroe. Porque una leyenda no debería caer así, de forma tan avasalladora, no debería ser aplastada y empujada contra las cuerdas. Un héroe tendría que irse entre vítores.

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