.+.+.+.+.+.+. La Noche de White Crow.+.+.+.+.+.+.
“White crow” reía de los
chistes baratos que lanzaba el negro con la gorra de NY. Reía, como siempre,
porque aquel viejo era su amigo, además de que le debía a este tipo torpe el
nombre que lo estaba haciendo conocido en todo Brooklyn. Sus compañeros reían
también, comprometidos con la risa de su líder, un blanco narigón y de ojos
profundamente negros, “White crow”, el flacucho que era un genio
capaz de convertir en realidad cualquier hazaña, capaz de engañar hasta a la
propia policía con su mentalidad estratégica. Ése era White crow, el tipo que
ahora reía y comenzaba a atreverse con un chiste propio, un chiste que no
terminaría, pues el foco único que iluminaba su sala parpadeó de pronto y
canceló sus palabras en la oscuridad.
“¡¿Qué mierda?!”, murmuró,
mientras buscaba la oscuridad con sus ojos de cuervo para denostar su orgullo y
devolverla a su lugar, allá, lejos de él, hasta que realmente la necesitara.
Lights out.
“¡Mierda!”, gritó. Otro de
sus compañeros, un calvo con anteojos oscuros, pretendió calmarlo, “Ya llega, a
veces pasa”. “No pasa hasta que pasa”, una vez más el negro de la gorra de NY.
White crow ríe y lo siguen. Ahora no podrán hacer otra cosa más que contar
chistes malos. Las cartas, la partida de cartas de cada noche se cancelaba por
anticipado. El tipo calvo encendió un cigarro. Su rostro se iluminó por un
momento, haciéndolo ver terrorífico. “¿Será en toda la ciudad?”, otro de los
negros, más joven que el líder y con rasgos orientales. Ante la duda, White
crow decide llevar a su gente afuera, a mirar la ciudad de noche mientras
esperan que todo se encienda de nuevo para terminar de contar su chiste
incompleto.
“Ahí viene ‘Black rat’”,
dijo el negro de la gorra de NY. Black rat era un negro pigmeo de dientes
grandes, un ladrón despistado pero con experiencia, y también uno que estaba
siempre al corriente de lo que pasaba en el mundo. “Ahí viene, como siempre,
con su jodida radio”, repetía el de la gorra.
White crow se encontraba
callado, sus ojos se mantenían observando hacia el oscuro final de la avenida y
sus oídos atentos a las palabras casi mecánicas del periodista radial en el
aparato del pigmeo.
“…según el representante de Consolidated Edison, la
situación será inmediatamente solucionada por el equipo de expertos de la
compañía”
“¿Será suficiente con Son of
Sam?”, murmuró White crow mientras sonreía maliciosamente. El negro de la gorra
de NY, su amigo, lo miraba extrañado. Nunca había visto unos ojos tan
profundamente oscuros, el apagón parecía verse reflejado en los ojos del blanco
narigón que era su amigo, y además un genio estratega. “…Son of Sam”, escuchó
el negro. No podía referirse a otro más que a ese Hijo de Sam, al asesino
suelto que había alarmado a todo Nueva York en las últimas semanas. Él no era
muy inteligente, pero tenía una corazonada. Su amigo tenía algo entre manos, algo
grande.
White crow le contó la idea
al de la gorra, el de la gorra sonrió, luego rió a carcajadas, sintiéndose
enormemente malvado. Hizo que todos se enteraran, “Imagina a esos tipos
gritando, pensando que uno es ese Sam hijodeputa”, y las carcajadas fueron
compartidas. Todos comprendían perfectamente de lo que se trataba: el jefe
tenía un chispazo de creatividad y resultaba ser la oportunidad de sus vidas.
“Nos solucionamos el problema del dinero y la comida. Nos darán todo, y si no
lo hacen, lo tomaremos igual”, pensaba el calvo en voz alta.
Tomaron sus armas y,
salieron en pares por la ciudad, excepto el negro de la gorra. El líder sabía
muy bien que no podía confiar en su torpeza. La larga noche comenzaba. White
crow iba con el pigmeo. Por su aspecto, Black rat se hacía pasar por Son of Sam,
no porque se pareciese, sino por lo desagradable. Una mueca suya arrugaba la
frente y sonreía mostrando sus enormes dientes y sus pequeños ojos. Su tamaño
era lo de menos, la gente se espantaba de inmediato y entregaba el dinero. El
jefe no quería ser Son of Sam, sabía lo que ello significaba. Por supuesto que
estaba la satisfacción de sentirse todopoderoso y temible, pero existía también
el peligro de ser identificado por la policía. El pigmeo era todo un orate, parecía
realmente un asesino, aunque se limitaba a herir a las víctimas por mandato del
jefe.
Lanzar disparos al aire,
romper vitrinas, tirar cosas al suelo y llevarse el dinero. Eso era lo único
que White crow estaba dispuesto a hacer. Y todo saldría a la perfección, si
estaban dispersos era más difícil atraparlos. Pero la policía ya se había
puesto en marcha. La escuchó desde lejos, cogió el dinero y llamó a Black rat.
“Hay que irnos, mierda”.
El de la gorra de NY los
esperaría fuera del área de ataque, con una ruta ya definida por White crow
como la de escape. Corrieron hacia la calle acordada, pero no hallaron al
negro. “¡Puta madre!”. Podrían quedarse a esperar a los demás, pero nada les
aseguraba que ya se habían ido, tampoco que no llegaban aún. Quedarse allí era
un riesgo, en cualquier momento pasaba la policía y los encontraba con tanta
carga, y la cara de Black rat, presumiblemente reconocible.
Ya nada les importó,
corrieron por la ruta acordada hacia la casa. Ingresaron por el callejón al
pequeño patio trasero y no encontraron a nadie. Ni al negro de la gorra. White
crow desesperaba, no tenía un plan B. Su plan era perfecto con el negro, pero
no estaba. “Ese negro de mierda…”, murmuró. El pigmeo le propuso ir a buscarlo.
Salieron pronto, como si nada
pasara, intentando quitar de su rostro el gesto de preocupación. Si los
atrapaban, a alguno de ellos, él corría peligro también. Buscaron en todas las
calles, pero el negro no estaba, ni su jodida gorra de NY.
“Tal vez ya han regresado”,
y volvieron a casa, por una ruta distinta, muy cautelosos de no ser
perseguidos, y ahí estaba, el negro, frente a ellos, pasándoles la voz con un
silbido y el sacudir de su brazo derecho. El pigmeo se acercó pronto alegre, a
bromear con él. White crow lo golpeó en la cara y lo tiró al suelo antes de que
pudiera reír. Su gorra de NY salió volando.
“¿Por qué carajos no sigues el
plan?”
El negro se alzó solo.
Sangraba por la nariz, había sido algo duro el golpe. “Porque la puta policía
me estaba vigilando”, dijo mientras se limpiaba la sangre con el brazo y
recogía la gorra de NY.
Las luces aparecieron de
pronto, rojas y azules, mas no eran las de la ciudad, a ésta todavía le
esperaban muchas horas de caos.
Esta vez, era la oscuridad
la que pretendía denostar el orgullo de White crow, quizá en venganza.
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Muy bien, señores. Así termina esta ficción. Disculpen lo tarde que se publica. Ah!, y por cierto, los personajes son ficticios, todos. Nada más. Au revoir! :D
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