.+.+.+.+.+.+. ゆうき (Esperanza).+.+.+.+.+.+.
La pequeña Yuuki entreabrió los ojos al escuchar el sonido de una sirena. Su madre dormía cerca, descubierta quizá por la larga noche de vigilia. Yuuki se frotó los ojos con las manos, para ver mejor. La sirena aún continuaba, pero su intensidad disminuía con el tiempo. Yuuki no entendía muy bien el significado de aquel sonido aunque su madre se lo explicara tantas veces. Simplemente tenía miedo. Así que se sentó, cuidando siempre cubrir sus piernas y llamó a su madre.
- おかあさん? おかあさん! おかあさん!
Despertó de inmediato al llamado de su hija, preguntó por lo que sucedía. “No es nada, Yuuki”, y le explicó una vez más que aquel sonido era señal de seguridad. Los cielos de Hiroshima están despejados. Una mujer como Kanna era algo común entonces: felizmente casada hasta que llegaba a su puerta la desgraciada invitación para que su marido participara en la Guerra. No se podía negar, era su deber como japonés, y había que servir al Emperador incluso si era necesario dejar a la familia. Solo que él no lo pensaba así. Él regresaría, así se lo prometió a Kanna y también a Yuuki. Su padre iba a defenderlas, así que sería como si siempre estuviera a su lado. Por ese motivo, Kanna nunca se atrevería a decirle a la pequeña Yuuki nada sobre la carta que recibió hace un par de meses. Ese pedazo de papel aciago y al mismo tiempo confidente de sus lágrimas. Pero más aciago, razón por la cual se deshizo de él muy pronto colocándolo entre el carbón ardiente de su cocina.
Ya volverá tu padre, Yuuki.
- B-さん, おかあさん…
- いいえー
El “Señor B” ya no ronda por los cielos de Hiroshima, Yuuki. Ha sonado la sirena de despeje, puedes continuar durmiendo. Pero Kanna no podrá. Recordar a su marido la ha despertado por completo. Siempre pasa, cuando abre los ojos, es como si él la estuviera advirtiendo. Abre los ojos, Kanna, despierta, cuida de la pequeña Yuuki mientras duerme. Y, en efecto, es como si siempre estuviera ahí. Pero no está, Kanna sabe que es inútil engañarse, al igual que leerle a una niña una carta que no la hará sonreír.
El "Señor B" parecía alertar su llegada desde hacía varias semanas. Hiroshima parecía un blanco inminente. Y “B-さん” no era un nombre ganado por respeto, sino tal vez una forma de disminuir el miedo que provocaba entre la gente, en especial los niños, los significados de “bomba”, “destrucción” y “muerte”.
- B-さん, おかあさん…
Yuuki insistía a su madre, quien la abrazó de inmediato, un poco asustada por la sensación de soledad. Yuuki pregunta por papá y Kanna no sabe qué responder. Un destello de luz ingresa a la casa, cegando a madre e hija. Ningún sonido, sino un aterrador silencio, un breve silencio que las lanzó por los aires logrando separarlas. La pequeña Yuuki perdió su sábana y pasó a ser cubierta por algunos escombros. Rompió en llanto.
Sus bracitos estaban lastimados y en uno de ellos tenía un corte medianamente profundo, que sangraba sin parar.
- いたい, おかあさん… おかあさん! お! かあ! さん!
Mamá no estaba. Yuuki se dio cuenta de que nadie le respondía. Un tablón le impedía moverse para buscar a su madre ¿Dónde está mamá, Yuuki? Empujó el tablón con los brazos, lastimándose aún más. Gritó. Para su suerte, pudo retirarlo. No era tan pesado, después de todo, pero la sangre continuaba saliendo de aquel corte.
Y mamá que no contestaba.
- おとうさん…
Murmuró “papá” mientras se limpiaba las lágrimas con el brazo herido. Lo miró desafiante, pero ya no tenía fuerzas para enfrentarse a una herida, ni mucho menos para llorar a gritos.
Cuando Yuuki despertó, se encontraba en la espalda de un hombre.
- おとうさん?
El hombre volteó al escuchar su voz. No era su padre. La niña estaba muy maltratada, corría peligro sola y con el brazo herido, y debía llevarla a que la atendieran. Le dijo que no le tuviera miedo, que la llevaría con un médico, que tal vez ahí estarían sus padres. Se llamaba Jin, le dijo, y Yuuki también compartió su nombre. Sin embargo, no bastaba que la ayudaran para calmar su tristeza. Las lágrimas de Yuuki parecían no cesar.
Jin sintió pronto la espalda húmeda y decidió contarle a la pequeña lo bien que se encontraba la gente en el hospital, que se recuperaban rápido, y que muchas mujeres estaban buscando a sus hijos y que esperaban encontrarlos allá. Naturalmente, lo hacía para calmarla. Y logró hacerlo.
Pronto, la pequeña volvió a quedarse dormida.
Jin tenía la intención de dejarla con los médicos, pero al llegar supo que no se atrevería. El lugar estaba repleto de cuerpos heridos, gente que muy probablemente moriría en unos días, algunos en horas, pero que eran gentilmente atendidos por un solo hombre y algunos familiares cuyas heridas no eran del todo graves.
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Muy bien. Eso ha sido todo por ahora. Espero que les haya gustado. Esperen la segunda parte. Gracias por leer [ =) ]
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