Hechizo de Bruja
-Mamá, por qué la señora Corey ha sido
acusada de…
- ¡Porque es una bruja! ¡Mírala bien, es
una bruja!
Una
pequeña e inocente niña miraba confundida a su madre. A sus cortos 5
años no conocía mucho sobre la vida. En su pequeño mundo, en el cual sólo
existían las personas de su pueblo, destacaba la señora Martha Corey. El
cariño que había desarrollado hacia
ella, era superado únicamente por el de
su madre. Y verla en una situación que no comprendía, le causaba tristeza.
-Mamá – la
menor volvió a hablar – . La señora Corey va a estar bien. ¿Verdad?
- ¡Bruja! ¡Bruja! – gritó su madre, con
mirada severa y rostro desfigurado por la ira.
Durante sus cortos años de vida, escuchó
que las brujas eran mujeres malvadas y malditas, que debían ser castigadas en
el nombre de Dios. Dadas las descripciones, ella nunca imaginó que pudiesen ser
personas tan normales. Y eso no le importaba.
-Mamá, las brujas son malas y la señora
Corey no…
La niña no logró completar su reclamo, ya
que su madre la silenció de un bofetón. Ella simplemente agachó la cabeza y
comenzó a llorar.
-La señora Corey no es mala. La señora
Corey no es una bruja –continuó diciendo
en su mente.
Su corta vida cambió radicalmente al
escuchar a las multitudes airadas tildar de brujería a sus vecinos. La gente
había cambiado. Sus rostros no sonreían. Eran distintos. ¿Acaso el cambio
repentino de actitud era culpa de las brujas? ¿Acaso esas malvadas mujeres
podían cambiar a todo un pueblo y llevarlo a la histeria? Ella no lo sabía.
Las brujas eran llevadas a un lugar en el
cual se le había prohibido entrar, ni siquiera podía pensar en acercarse. Cada vez que sus padres llegaban de casa
después de ir allá, denotaban una actitud distinta a la usual. Tenía mucho
miedo de ambos. “Las brujas le han hecho a mis padres algo”, pensaba. “Espero
que las brujas se vayan”. “Espero que todo vuelva a ser como antes”.
A las brujas les esperaba su castigo. Luego
de ser acusadas, eran castigadas.
Muerte. A ella eso le asustaba mucho más que las brujas. Y era comprensible, ya
que ella crió por algunos meses a un polluelo, el cual murió en sus manos.
Inmóvil, frío, silencioso. “¿Por qué existe la muerte?”, “No es justo”, gritaba
al cielo mientras enterraba al ave fallecida.
La idea de ver a la señora Corey en el
mismo estado, le causaba dolor y miedo. “No quiero que muera la señora Corey”,
“Ella no es mala”, “Ella no es una bruja”.
Era inevitable. Nada podría hace ella.
Martha Corey ya había sido sentenciada a morir en la horca. “De seguro que las
brujas hicieron eso”, se convencía a sí misma. “Ella no es mala. Esas brujas de
seguro usaron un hechizo y engañaron a todo el pueblo para que crean que ella
si lo es. Y así deshacerse de una buena persona y salirse con la suya”.
-Esas brujas, las odio. Las odio de verdad.
Ya no podía llorar más. Su tristeza se
tornó en ira. Se quedó inmóvil, mirando la puerta cerrada de su casa.
0 comentarios:
Publicar un comentario