Los accidentes y los errores son parte de la historia de la humanidad. Asimismo, es vital el recordarlas para poder aprender de ellas. El 28 de Enero de 1986 ocurrió uno de los incidentes más graves de la historia aeronáutica, la explosión del transportador "Challenger". Sus siete tripulantes perecieron. Y la ficción de hoy tomará los hechos desde el punto de vista de uno de ellos.

Challenge (Desafío)

Para una maestra cualquiera, el pensar en viajar al espacio podría ser algo inalcanzable. Algo tan poco probable que podría considerarse como “imposible”. Incluso para Christa McAuliffe, quien consideraba la enseñanza a las nuevas generaciones como su máxima prioridad, no se le había pasado por la cabeza, al menos no hasta que vio la oportunidad.

No era únicamente un deseo personal por conocer las estrellas, ella añoraba cambiar la forma en la cual se veían los viajes al espacio. “La perspectiva del espacio de un no-astronauta”. Sonará algo extraño, pero es significativo cómo dos personas distintas pueden ver el mismo evento.


La tensión generada por los constantes retrasos del despegue, no habían mermado en su inquebrantable deseo, su objetivo.  Incluso para el resto del equipo, aun siendo astronautas de profesión, no les agradaban las "razones" por las cuales no podían despegar. A Christa no le afectaba tanto como a ellos.

-    ¿Nerviosa, Christa? – preguntó sonriente el comandante Francis Scobee.
-    No. En realidad no. El pensar lo que voy a hacer allá arriba me mantiene contenta y optimista.
-    No quiero arruinarlo, pero como toda misión, existe la posibilidad de que ocurra un accidente en el proceso del despegue, incluso después.
-    Comandante, ¿Duda de las precauciones del equipo? – Christa miró fijamente a su interlocutor, si dejar de sonreír. Él, en cambio, había cambiado su rostro a uno más rígido.
-    No importa cuanta seguridad se tome en cuenta. Los accidentes pasan en todo lugar y…
-    Comandante Francis, todos estamos muy conscientes de ello. Y me imagino que usted más que nadie. Pero yo también conozco los riesgos. En toda mi vida, he sabido que a más grande es la meta, más difícil es el alcanzarla. Y por ende, más peligrosa.
-    Discúlpeme, señorita Christa, – el comandante Francis sonrió apenado, mientras se llevaba una mano a la cabeza-  le he faltado el respeto. En este año en el cual ha sido entrenada por la NASA, he sido testigo de su determinación. Yo sólo quería conocer su estado emocional, ya sabe.
-    No se preocupe, comandante. Está en su deber. Nunca lo vi como una falta de respeto. Todo lo contrario, lo veo como un gesto de preocupación hacia mi persona.

Francis Scobee se despidió cordialmente y se dirigió hacia otra de las instalaciones de la estación. Esa maestra era muy amable y le caía muy bien. El preocuparse de esa manera, faltando tan poco tiempo para el despegue, lo consideró como un descuido.

Hubo varias conversaciones previas aparte de la anteriormente relatada. Conversaban sobre sus vidas, sus familias, algunos chistes, algunos comentarios sobre temas del momento, pero no tocaban nada relacionado a los viajes espaciales.

Y era lo mejor, ya que si hubiesen sabido los problemas por las cuales la NASA se encontraba, podría haber afectado su ánimo. Ellos simplemente eran notificados sobre las noticias, brindándoles algunos detalles referentes al clima y los cambios de horario. Pero poco o nada supieron del problema con las juntas tóricas.

A las 11:38EST ( Tiempo del Este), se había programado el despegue. Christa no podía contener completamente la felicidad que sentía. El entrar a la cabina era una experiencia fascinante. En el entrenamiento había tenido que entrar a un simulador, muy parecido al original. Pero el saber que era el lugar real y no una simulación, hacían de la experiencia única y especial.

Los tripulantes tomaron sus posiciones y fueron asegurados a sus asientos. La pequeña inquietud que tal vez sintiera, no era reflejada de forma de pánico. Hablando en voz fuerte, la tripulación hablaba amenamente, como si se tratase de un paseo en auto. Y cuando todo hubo terminado, todos quedaron en silencio por algunos momentos, escuchando la cuenta regresiva.

10, 9, 8, 7…

Christa imaginaba a sus alumnos, mirando la televisión. Muchos de ellos siguiendo el conteo del despegue. La imagen de sus sonrisas, sus voces, era su aliciente.

6,5,4...

Su familia, sus conocidos, incluso muchas personas que nunca conocerá.
3,2, 1.

¡Despegue!


La sensación del saber que rápidamente te alejabas del suelo y te dirigías hacia el cielo no puede ser expresadas en palabras. Los latidos del corazón aumentaban, las imágenes de los niños brincando de alegría, nuevamente la familia. Abrazos, risas, besos, comentarios positivos.  Todo ello duró un poco más de un minuto. Christa no lo sabía con certeza, pero el transbordador no estaba funcionando adecuadamente. Hasta que… un estruendoso sonido lo cambió todo. Ya no veía nada, no sentía nada. Las sonrisas, la alegría, todo se iba en picada, junto con el Challenger y su tripulación.  Le hubiese gustado haber logrado la hazaña que tanto deseaba.  
 
Y pese a todo,  una parte de ella, la que permanecía consciente, se alegró.  Había logrado bastante. Quizás algunos pequeños se sobrepondrían del incidente y continuarían soñando. Y llegarían al lugar que ella no pudo alcanzar.

El 27 de enero del año 1967 se incendió la cabina del Apollo 1, la primera misión tripulada del programa Apollo, que comenzaba a realizar estudios para el histórico alunizaje realizado dos años después. En este accidente murieron el comandante Virgil Ivan "Gus" Grissom y los pilotos Edward White y Roger Chaffee. Según he leído, todo sucedió tan rápido que no tuvieron opción para escapar. En 17 segundos el fuego los había consumido. En fin, sobre eso es que trata lo que sigue. A ver si les gusta.


.+.+.+.+.+.+. Simulacro.+.+.+.+.+.+.


"Es como suero de leche agria", dijo Gus. Hacía poco que había comenzado a sentir el extraño olor en el aire al interior de la cabina. "OK. Procederemos a tomar una muestra". Y así lo hicieron. "No hemos hallado nada Grissom, ¿todo en orden?", "Todo en orden". "Vamos, chicos, nos hemos retrasado, vamos a retomar el simulacro. Es importante para la verdadera misión". "Oye al tipo del monitor, Roger, su cabeza nunca ha estado en el espacio, pero sabe lo que dice". La broma de Ed hizo reír a todos, incluyendo a Roger, que, a pesar de nunca haber estado en una misión espacial real, entendía que el humor de su compañero estaba dirigido al hombre del monitor más que a él.

De izquierda a derecha: Virgil I. "Gus" Grissom, Edward White y Roger Chaffee

"Comenzando la cuenta regresiva", escucharon. "10, 9, 8", las escotillas se cerraron y acoplaron a la nave. "4, 3, 2, 1". Los tres compañeros sonreían, pero se tomaban muy enserio el ensayo. Tal como lo había dicho el hombre del monitor, era necesario comprobar la capacidad de la nave para funcionar separada de los cables y conexiones que la unían a la Tierra.

El sonido de una alarma les cambió el semblante. "¿Qué es eso?", preguntó Roger. "El maldito oxígeno".

"¡Mierda!", el hombre del monitor gritó. El simulacro tendría que detenerse. "Arreglaremos eso en unos minutos".

La cabina cerrada herméticamente era como un universo aislado del planeta, y quizá hasta del mismo universo. "Hola, hola, Hola, ¿me copian?". "Es una mierda", dijo Ed, "ahora falla el micrófono, no nos escuchan". Gus, Ed y Roger contemplaban cansados trabajar al hombre del monitor, levantaban un brazo, lo bajaban, Ed comenzó a cantar en algún momento y no tardaron en aparecer las bromas.

"¿Suero de leche agria? Gus, hermano, tienes una imaginación tremenda, ¿qué carajos quiere decir eso?". Rieron. Gus, sin embargo, Virgil Ivan "Gus" Grissom, dejó muy pronto el humor. "¿Cuánto tiempo llevamos acá? Algo huele mal", dijo Ed. "Una eternidad". El humor, efectivamente, abandonó a Gus. No estaba loco (suero de leche agria), algo andaba mal. Desde que subieron a la nave todo había resultado un percance para completar la misión. Tenía un agudo sentido de la intuición y sabía que algo andaba mal. Confiaba en su sexto sentido, pues no le falló ninguna de las veces que voló más allá del límite en el espacio, no le falló cuando le dijo a su esposa que regresaría con ella la última vez que se fue. Pero esta vez, esta vez era diferente. No recordaba haberle dicho algo parecido. Y si lo dijo, quizá en ese mismo instante algo le punzó el corazón, como amenazándolo por meterse con el destino. "Es fuego", dijo para sí. Cuando advirtió la magnitud de su sensación lo gritó "Es fuego, ¡huelo fuego!". Sus compañeros quedaron estupefactos. Solo Ed reaccionó, y gritó también junto a Gus. Era un hombre en quien confiar y él mismo lo percibió también en ese momento. Era fuego, no cabía duda.

"Oh, dios mío, vamos a morir aquí encerrados", dijo Roger. "Hay maldito fuego en la cabina, déjennos salir. Nos estamos quemando". "Está en todos lados, Gus, está en todos lados". El fuego se acercaba a ellos. La cabina había comenzado a arder a los pocos segundos de que Gus descubriera que se trataba de fuego.

Era imposible un escape. La salida estaba frente a ellos, pero era imposible para ellos. Arderían de inmediato. Ya lo estaban haciendo, gritando y ahogándose con el humo.

Insignia de la misión con los nombres de los astronautas.

Gus se lanzó sobre la puerta y el salto duró una eternidad. Escuchó el crujir de algunas piezas y el dolor de sus compañeros. Escuchó una voz contando hacia atrás una vez y una vez más y se sintió inseguro al no estar en su asiento de la cabina. La nave estaba a punto de despegar cuando Gus escuchó otras voces. Eran hombres que no conocía y que parecían ajenos al dolor a causa del fuego. Eran hombres que no eran reales, productos de su imaginación. Gus alucinaba con que iría al espacio una vez más y creía recordar haberle dicho sinceramente a su esposa que volvería a salvo. Se mentía burda e infinitamente mientras escuchaba nombres desconocidos y risas y cuentas regresivas que le copaban la mente por completo. Escuchó mil cosas de estos muchos hombres que se aparecían frente a él, y frases esperanzadoras de que por fin llegarían a la Luna. La cuenta regresiva, una de las muchas o quizá todas al mismo tiempo, las verdaderas y las simuladas, corrieron en su mente y la bandera de Estados Unidos en un suelo árido y accidentado le golpeó la conciencia. Solo él podría imaginar esas cosas. Solo él, un tipo que se atrevía a jugar con el destino, a ponerlo a prueba engañándose a sí mismo de que todo saldría bien. Patrañas, pensó. Y con este pensamiento el conteo llegó a cero y volvió a tocar el suelo y a sentir que se asfixiaba.

.+.+.+.+.+.+.+.+.+.+.+.+.
Bueno, señores, aquí se terminó. Que tengan buenas noches [ D; ]
¡Hola! ¿A que no adivinan quien soy? Pues sí, ¡soy yo! Liare... ¿Y saben qué signfiica eso verdad? DIVERSIÓN. 
Ok, no. Veamos, esto es una pequeña ficción que tal veeez se apega demasiado a la realidad. Pero, hey, no siempre tu esclavizada mente trabaja como quieres, así que ahí tienen esta pequeña pieza que trata sobre la ejecución de Luis XVI (1973), Rey de Francia.

Rey decapitado

El escenario estaba preparado, minuciosamente, casi como si se siguiera un guión. La gente, toda la gente estaba en las calles, comentando el gran evento que se venía. Algunos lo hacían con un gesto de asco; a otros, el odio era el sentimiento que les encendía por dentro, y tal vez estos eran los que llevaban pistolas. Tal vez el simple impulso de verlos prendería la pólvora en ellos e irían a por él. Eso les gustaba pensar, además del grupo con armas de fuego, estaban también los que llevaban picas, y tal vez estos eran los que esperaban un verdadero espectáculo. Un fin sucio y sangriento para alguien que no merecía el respeto de la población.

A pesar de mostrarse fieros, de tener sus almas encendidas con un fuego profundo y oscuro, de estar expectantes para lo mucho que cambiaría este evento la República Francesa, lo que más sentían era miedo. Porque tal vez en sus corazones dubitativos, la idea de decapitar a un Rey era demasiado fantástica, era algo que iba más allá de lo que un plebeyo podía concebir. ¿Era este el paso más grande que darían en la revolución?


Muerte de Luis XIV. Rey de FRANCIA que fue decapitado
el 21 de Enero de 1793

No lo sabían. Sus piernas temblaban, sus espaldas sentían a un fantasma cernirse sobre todos ellos. Era la muerte, que se hacía inmensa, decían algunos, para la muerte de un Rey; que aclimataba todo, congelaba la brisa que pasaba y mojaba la tierra.

Por otro lado, Luis XVI mantenía su solemnidad, no dejaba a su orgullo torcerse. Más parecía preparado para ejecutar a alguien. Se sentía una seguridad insana en su presencia. Se refugiaba en Dios, en su clamada inocencia. Se aferraba a ella como un niño que se aferra a su madre ante las miradas culpables y eso le daba un calor que muchos de ellos no comprendía. Los gendarmes lo veían con una sorpresa que no era lo que se llamaría común. Nadie habría sido tan valiente horas antes de su muerte. Se mostraba sumamente tranquilo, ansioso por el breviario del sacerdote, por rezar sus palmos. Todo esto lo había hecho como quien se prepara para algo común, el tiempo lo llevaba suavemente ante la garganta de la muerte, hacia la oscuridad, hacia el vacío eterno... el infierno, por sus crímenes cometidos. Pero Luis mostraba claramente en sus facciones que se hallaba exento de culpa.



La serenidad que su Majestad mantenía fue algo que no se rompió siquiera cuando llegaron. Luego de pasar por las calles repletas de ciudadanos, todos murmurando y expectantes con el estruendo de los tambores que pretendían acallar cualquier murmullo que se lanzara en favor del Rey. Una vez hubieron llegado, Luis XVI preguntó al sacerdote:

— Hemos arribado. Si no me equivoco.— Su voz se entonaba con una dulzura y dignidad que superaban la ansiedad de los gendarmes. El sacerdote no contestó, siendo fiel al voto de que no se le debía hablar mientras no hubieran testigos. El silencio era respuesta suficiente.

La policía francesa intentó ir a por el Rey en sus ansias, pero éste no respondía al apresuramiento. Los detuvo, y bajó a su paso. También intentaron disponer de sus ropas, pero su contestación fue la misma. Él mismo dispuso de ellas y esperó a que siguieran las órdenes.

— ¿Qué intentan?— preguntó indignado, sin embargo, cuando los gendarmes procedían a amarrarlo.
— Amarrarte— fue su contesta lacónica.
— ¡Amarrarme!— Dijo sarcástico, pero con el tono tan propio de la Majestad.— ¡No!, nunca podría consentir eso: hagan lo que les ha sido ordenado. Pero nunca osen amarrarme.

Acaecido lo anterior, los gendarmes de alguna manera aceptaron la voluntad del Rey, y le ordenaron que se apoyara en el sacerdote. Seguido de esto subieron a la pasarela, era una subida difícil, se temió que la voluntad del Rey se resquebrajara en el último momento. Su orgullo no lo permitiría, y de hecho, le daría la fuerza como para terminar de subir solo, sin apoyarse del sacerdote.

Llegado ese momento era imposible que se dejara al Rey sin ataduras. El momento de su ejecución se aproximaba tan fiero como el velo de oscuridad que cernía a Francia. Se le intentó amarrar de nuevo. “¡Nunca, nunca!”, gritó este, con indignación.

— Con un pañuelo entonces, Señor— dijo uno de los preparadores con una voz tan respetuosa como le fue posible. Solo entonces el Rey se mostró comprensivo.
— ¡Que sea así, entonces, por Dios!

Poco después, proclamó en voz tan alta que todo parecía estar en completo silencio:

— Muero inocente de todos los crímenes puestos sobre mi persona; perdono a aquellos que ocasionaron mi muerte; y rezo a Dios para que la sangre que están derramando nunca más caiga en Francia.

Se ordenó a los tambores que sonaran. Luis XVI fue puesto en la guillotina y todo terminó con un corte limpio. Su cabeza cayó y uno de los jóvenes guardias asió su cabeza en el aire. Mientras la multitud gritaba “¡Viva la república!”.

Y la muerte se llevaba comprensiva y conocedora de que Luis XVI había nacido en el momento equivocado a su lado, mientras, ubicua, se llevaba las miles de vidas que se perdían.
Hace ya buen tiempo desde que leí Los viajes de Gulliver o “Viajes hacia naciones del mundo bastante lejanas. En cuatro partes. Por Lemuel Gulliver, primero cirujano, luego el Capitán de muchos barcos”, como es su título original (sí, es bastante largo…), de Jonathan Swift. La leí arrastrado por una curiosidad salvaje, por ser una de las lecturas de las que mucho se escucha a lo largo de la vida.


La novela tiene un comienzo bastante curioso: una brevísima carta de Ricardo Sympson, el supuesto editor del libro, quien da alcances sobre el protagonista, Lemuel Gulliver, íntimo amigo suyo, y nos cuenta cómo fue que sus manuscritos llegaron a él.

Ahora bien, ¿de qué trata Los viajes de Gulliver? Es casi seguro que la mayoría de personas ha escuchado, leído o visto versiones de su historia: Gulliver realiza cuatro viajes que lo llevarán por lugares completamente distintos del mundo que conoce, siempre solo y en problemas gracias a su suerte y a su poco fiel tripulación. Cada uno de estos viajes constituye una parte del libro. Siendo así que la novela se constituye por cuatro interesantísimas partes.


¿Por qué vale la pena leerlo? Pues, cada lugar nuevo, ya sea la isla de los pequeños liliputienses,  los gigantes de Brobdingnag, los excéntricos hombres de Laputa o la controvertida isla de los caballos parlantes (houyhnhnms) con esclavos humanos salvajes (yahoos). Cada uno de estos viajes es una especie de ironía escrita por Swift a la sociedad de su tiempo. Y, ¡vaya sorpresa!, incluso ahora, casi 300 años después de su publicación, puede provocarnos cuestionar mucho de nuestro mundo.

Recomendable por supuesto. Pero, eso sí, no es para nada un trago ligero. Al menos no lo fue para mí.
En un pequeño pero muy lujurioso agujero debe yacer ahora Tolkien, tal como en su tiempo lo hizo Bilbo, de El Hobbit, lo que no hace menos perturbadora la analogía. En fin, cuando se habla de Tolkien se habla con grandes palabras y de una raza de una pequeña talla, algo temerosa pero con mucho coraje, capaz de afrontar dificultades que tal vez ningún hombre grande actual sea capaz de igualar.



¿De qué libro hablamos? Realmente, no tiene chiste que haga esta pregunta. Está más que claro... No, no es El Señor de los Anillos, maldita sea. Es lo que sería, oficialmente, su precuela. Y, como ya dije, chimpances descerebrados, El Hobbit. Ésta es una historia que le hace gran honor a su título, ya que de quien hablamos es de un hobbit. ¿Qué es un hobbit, me dices? Ya lo leerás en el libro, campeón, pero te puedo decir que es una especie de humano aproximadamente de la mitad de nuestro tamaño, tal vez un poco más bajo, a los cuales les gusta vivir muy cómodamente. Y nuestro protagonista, Bilbo, capaz uno de los más cómodos y cordiales que puede haber, lo que no significa un mal aventurero incapaz de actuar a la medida de la situación. Aunque hablar de eso es ya hablar de su evolución a lo largo de una historia que se cocina lenta y suculentamente. Sin llamar a las prisas, con los tiempos correctos, metiéndote poco a poco en este mundo del que, si no has leído a Tolkien, poco conoces. Un universo interno con MUCHO que explotar, como se puede ver en su secuela.



El Hobbit tiene personajes y situaciones adversas que te muestran lo mejor del personaje principal siempre. Y, ¿cómo no?, si la historia es básicamente en honor a los de esa raza, y él le hace el honor merecido. Lamentablemente, para algunos, aunque sea una gran compañía la de su travesía, es considerablemente poco lo que llegamos a conocer de ellos. No son personajes “de palo”, pero tal vez a alguna que otra persona les llegaría a gustar más desarrollo sobre ellos. Dicho esto, no quiero decir que haya sido particularmente malo, ya que si bien variadas las personalidades de sus compañeros Enanos están bien definidas a lo largo de la historia. Los otros personajes que aparecen, le dan más fuerza al trasfondo de todo y el hecho de que todo tenga un aire, en cierta forma, de “banalidad”, de “una travesía sin sentido”, hace que el desenlace final de la historia sea mucho más placentero. Todo esto con la narración algo lacónica y precisa de Tolkien, que te va llevando guiado por su mano, por paisajes y cuevas, hermosos y tenebrosos a la vez.

En fin, de Tolkien y su universo se puede hablar demasiado. Yendo más al grano te puedo decir: ¿Leíste El Señor de los Anillos? Esto es infaltable, no puedes dejarlo de lado. TIENES, REPITO, TIENES QUE LEERLO. 
¿No lo has leído y buscas algo bueno para leer? Lo mismo. TIENES, REPITO, TIENES QUE LEERLO. La narración es ligera, la historia buena, los personajes encantadores. No puedes pedir más, si ya con solo decirte que la escribió Tolkien deberías correr a por ella.