Cho Seung-Hui, estudiante universitario de 23 años, autor de la masacre de Virginia Tech (2007), se hacía llamar por sus compañeros Question Mark. Sus compañeros de cuarto casi no lo conocían, porque nunca hablaba más de unas cuántas palabras y no tenía amigos. Padecía de una psicopatología que no le permitía entablar conversaciones con los demás, por lo que, desde su infancia, tuvo problemas de socialización.
Esta pequeña ficción tiene como datos reales, lo que se refiere a la cronología del día de la masacre, algunas especificaciones de la personalidad de Cho y ciertas actividades que sus compañeros contaron que él realizaba constantemente, como montar bicicleta o pasar muchas horas frente al ordenador.
Question Mark
Esta pequeña ficción tiene como datos reales, lo que se refiere a la cronología del día de la masacre, algunas especificaciones de la personalidad de Cho y ciertas actividades que sus compañeros contaron que él realizaba constantemente, como montar bicicleta o pasar muchas horas frente al ordenador.
Question Mark
Viernes. Hoy es nuevamente un día
menos. Ya estamos bien cerca de lo que será lo peor de sus vidas, malditos
incrédulos, crueles y egoístas. Ya los veo, lamentándose por no haber hecho
nada antes, arrepintiéndose de sus actos. Maldita sea, el sueño ese de nuevo
esta noche. Soy un huevo y todos me observan, cogen unos bates de béisbol y los
golpean contra mí, quieren saber quién soy, les desespera no saber absolutamente
nada, de mi pasado, de mi presente. Lo admito, hay gente agradable que no merece
mi odio, pero igual tienen un bate, todos tienen un bate. Yo me resisto,
únicamente con mi cascarón, pero no puedo más y me rompo en mil pedazos y me
derramo, toda la clara salta al suelo, me derramo y luego la yema amarilla se convierte en roja, agonizo y
todos me miran. Ella también está con ellos, con sus ojos de ese verde que a
veces llega a darme náuseas, pero soporto su mirada, inquisidora y llena de
lástima. Pero no importa cuánta lástima haya en sus ojos, seguirá siendo una
puta asquerosa, toda ella, sus manos, su cuello, su vientre, su sonrisa, sus
piernas.
-Hey, nos vamos a comer algo, ¿vienes?
-No, gracias.
-¿Te traemos algo?
-No, gracias.
Es extraño que ellos no aparezcan
en mi pesadilla a pesar de que los veo a diario. Tal vez sea porque son muy
amables conmigo o tal vez me vean como una mascota que no es suya, pero como no
tiene dueño hay que darle de comer algo, hay que tratarlo bien, está indefenso.
Sé que también me tienen lástima, pero no importa, de ellos no me molesta. La lástima
de ella, en cambio, es diferente, me atraviesa y tumba al suelo de solo
sentirla. Aquella vez, después de su clase de Español, pude haberle hablado,
maldita sea, estaba sola y yo casualmente tenía una Cocacola que no quería
tomar. ¿Me hubiera aceptado? ¿Se la
hubiese tomado ahí conmigo? ¿O hubiera dicho gracias, inventado una excusa e
irse a tomarla con algún amigo que se la tiraría luego en su habitación? Ya no
importa, ella se irá conmigo de todas maneras, no la dejaré acá para que se la
sigan tirando esos imbéciles hijitos de mamá. Ahora mismo acabaría con todo,
mierda mierda mierda, pero tengo que respirar, concentrarme, liberar el exceso
de energía levantando algunas pesas, sacando la bicicleta a pasear, recogiendo
de la tienda lo que falta. No puedo arruinarlo ahora. La bici, la bici. Hasta
para salir a dar un simple paseo en bici, tengo que soportar decenas de miradas
inquisidoras y algunas burlonas. Los cortaría en pedacitos, “One of these days
I’m gonna cut you down into little pieces”, hermosa canción. Sin embargo, no le
haría daño a una indefensa cucaracha que solo busca sobrevivir huyendo de nuestros zapatos… Y ahí está ese hijodeputa de nuevo, que me mira con cara de
asco porque no llevo sus zapatillas caras, ni tengo un auto con el cuál salir a
pasear con chicas fáciles. Yo tengo que bajar la mirada, me es inevitable. Pero
cuando los mire a los ojos, uno por uno, no les quedará tiempo para coger su
bate.
-Hey, Question, hey! Te quedaste dormido en la PC, hombre.
-Ah, sí, gracias.
-De nada. El aire acondicionado no funciona, más tarde hay
que ver cómo lo arreglamos. Me voy a clases.
-Okay.
Ha sido como si
hubiese dormido desde el viernes. No recuerdo casi nada del findesemana, solo
sé que ya todo está listo y encargado. Es un lunes redondo. Concentrarse, respirar, ¿qué olvido?
Lustrar mis botas. Planchar mi camisa. Allá voy, tranquilo, pausado, sin
precipitarme, subir las escaleras, caminar. Nadie está a la vista, tocar. Eres
tú, tu expresión de susto no me acobarda, me incita mucho más.
Bam! Bam! Bam!
Eso fue fácil.
- ¿Qué pasa aquí? ¿Quién carajos…?
-Bam!
Maldito hijodeputa, no debiste meterte. Carajo, fueron demasiados
disparos, calma, calma, camina, baja las escaleras, ¿quién es ese? mierda, retrocede,
por el otro lado, camina, camina, entra, siéntate. Eso estuvo fácil. ¿Qué pasa?
No puedo mover las piernas, mierda, debe ser una especie de shock del cuerpo,
mi mente no tiene nada que ver. Respira, ya falta poco, ya falta poco, ya falta
poco. ¿Por qué estas ganas de llorar? Mierda, no seas marica, levántate, ¡levántate
mierda! Bien, bien, todo bien. Salgo y llevo esto al correo, no es difícil,
hasta un niño lo hace. Tranquilo. Ahora soy un niño que se divierte, por
primera vez, conectado con el mundo, conectado con Dios y Dios creó la sangre
para que beban de ella los que tenemos el valor de ser los salvadores. Ahora a
regresar, ya todo va tomando forma. ¿La policía? No pensé que serían tan
rápidos para acordonar esas puertas. Ilusos, mediocres, no se dan cuenta de
nada. Deben haber visto los cuerpos agujereados y se estarán formulando todas las tonterías
que ellos creen pertinentes en estos casos.
Bien, por esas puertas no podrán entrar, las cadenas son
bastante resistentes. Además tardarán en identificar el origen de los disparos.
Ya estoy aquí, abran paso, hermanos míos, mírenme bien. Así está bien, muy
bien. Pero no lloren, todo acabará rápido. Ya no los escucho, malditos, solo
escucho los disparos y sus huesos, así que dejen de gritarme cosas, que no entiendo
nada, callénse. ¡Ya están muertos! ¡Por qué siguen hablando! ¡Callénse!. ¡No! ¡Los bates no! ¡Cállense! ¡Pero si ya no se mueven! ¡Por qué
siguen hablando! ¡Por qué los sigo escuchando, Dios! Esto se acaba aquí mismo, no más bates, no más palabras, no
más tortura, no más mierda que tragar. Yema roja, esto no duele. Se acabó.