Hace ya casi un milenio de que una Super Nova fue visible en el cielo. En realidad, no es un fenómeno tan extraño, pero dejémosnos de tonterías y vayamos al grano. Dicha Super Nova, SN1054 (que dio origen a la Nebulosa del Cangrejo), fue una Super Nova que más bien pasó desapercibida. En europa apenas se tienen registros, y los que hay se creen falsos; en China sí se registró; en América se han encontrado petroglifos; y en la vieja Arabia se tiene un solo registro que, aparentemente, coincidió con dos epidemias...
¡Y ahí, es donde entro yo! La ficción trata sobre las epidemias y su posible causa por una razón religiosa. La Gran Estrella que brilló día y noche por un año.
¡Y ahí, es donde entro yo! La ficción trata sobre las epidemias y su posible causa por una razón religiosa. La Gran Estrella que brilló día y noche por un año.
Nota: La revista Zona Fantasma, de ficción y entretenimiento, nos acogió en su último número como grupo invitado y decidimos enviarles esta ficción. La publicación se distribuye online, así que pueden revisarla en el siguiente enlace:
Una Estrella
“Se
dice que en tiempos antiguos hubo un hombre que tuvo contacto con
dioses, pero que fue tomado como un hereje. Dicen antiguos grupos de
procedencia innominable que ese hombre se llamaba Saeed ibn Abd al-Aziz.
Algunos sospechaban que era un brujo y que sin duda alguna contactaba
con demonios que había desterrado Alá. Fuentes más cercanas y de
veracidad dudable aseguran que Saeed supo de una epidemia meses antes de
que ocurriera, también dicen que sus ojos se tornaron rojos, que había
un aura en él que lo vinculaba con los demonios que merodeaban por los
mares de arena en los que nada bueno podía hacer un creyente.”
Nebulosa del Cangrejo formada de la Super Nova SN1054 |
Saeed
está poseído por un ifrit, fue el rumor que se pasó de boca en boca.
Nadie dijo eso en voz alta, porque oyeron que en las lejanas tierras del
norte había una figura, un ser... Shaitán, el malévolo ifrit que tomaba
formas imposibles y te emponzoñaba con su lengua maldita y ofidia. Y
era también una verdad a puerta cerrada que todos habían empezado a oír,
detrás de sus orejas, en sus sueños, en la soledad de sus pensamientos,
murmullos. Era sin duda alguna un ifrit, porque los ifrits trabajaban
así. Pervertían con sus sonidos enfermos, zaherían con sus palabras
ininteligibles. Se metían en tu cuerpo. Luego, luego ya no eras el
mismo...
“Pssst,
psst... No, no hagas ni un ruido. No, no voltees. No abras la boca. No
te muevas. Estoy aquí, a tu lado. Siempre he estado. Siempre estaré.
Psst... ¿me oyes? No te gustaría acaso disfrutar del ardiente abrazo de
la muerte. Sé que me has visto, en el cielo, cuando la noche todavía es
joven y oscura. Sé que me has escuchado cuando te desperté antes del
amanecer y solo Aglibol brillaba en el cielo.”
Saeed
siempre había querido ser fiel a la figura de Alá. Este era el Dios
máximo, era quien los había formado de la arcilla con su aliento, y a
éste debían su existencia. Toda su vida había oído esas voces, pero
nunca había oído la del Supremo. Aglibol le había advertido:
“Hijo
de su Vaho y de la arcilla, la maldición que te atormenta es terrible.
No desvies nunca tu mirada hacia ellos, que se esconden entre las
sombras y las palabras, entre el canto del gallo y el poderoso Malakbel,
que brilla cuando yo me ausento, no la desvíes pues ellos son hijos de
la inseguridad y del miedo, son hijos del genocidio y de la
enfermedad. Ellos vienen y te roban tu alma, para que luego vagues como
un ghoul por el desierto.”
Todos
lo vieron. Era un... ¿ser? sin forma alguna. A veces humano, a veces
ave... A veces ángel. Sobrevoló primero por Constantinopla y una peste
fue consumiendo a cada humano. Sabían, en Fustat de Egipto, que la peste
de los ifrit en el norte no tardaría en llegar si dudaban, pues sus
cuerpos inmateriales y culpables vagaban hacia donde la maldad florecía.
No hay registros claros. Algo es cierto y es que los que sobrevivieron a
la peste nunca fueron los mismos. Vieron a sus familiares morir, los
oyeron recitar cosas cada vez que aquella figura sin forma aparecía.
La
verdad es que todos lo oían con esa voz estridente, inhumana y
peligrosa que desafiaba todo lo vivo. Desafiaba la realidad, dirían los
astrólogos e historiadores... ellos fueron los primeros en morir.
Murieron sin poder anotar siquiera una palabra. Algunos dijeron que era
porque pensaban en esa(¿esas?) criaturas con frecuencia inusitada, otros
dijeron que había avistado la Estrella que brilla al lado del Sol
demasiado tiempo(indudable, puesto que la estudiaron a toda hora desde
que apareció). Esa estrella, esa estrella había soplado un viento
miasmático sobre la tierra y ese viento había tomado la personificación
de los bajos demonios. frutos de los ifrits. Sin duda alguna era el
murmurador Iblís quien había mancillado al aire y quien personificaba a
la maligna Estrella.
Pasaron
meses antes de que la epidemia llegara Fustat. Cuando llegó todos lo
vieron claramente. Incluso los que no lo querían ver porque eso era
caer en la tentación, y de la tentación al pecado solo había un paso. O
tal vez más de un paso, tal vez bastaba estar ahí, donde la tentación
habitaba, en tu corazón, detrás de ti, en el eco de tu voz, en tus viles
sueños y aviesas pesadillas. Bastaba estar ahí y el piso se
desmoronaba. Así lo sintió Saeed. Sintió como la realidad colisionó y
vio como la tierra se fragmentó. Claro que en realidad no ocurrió eso.
Él lo vivió. Vio como del suelo salían malévolos ifrits de los que nadie
nunca tuvo registro, y vio como la gran forma descendía del cielo, de
la perversa y vanidosa Estrella. La forma podía ser humana o podía ser
ghoul, eso no importaba. La estrella, el ifrit, Shaitán, Ibrís, el
innominable, Lucifer, Samael, Beelzebub, Loki, el Crónida, la Sierpe, el
más grande enemigo del Supremo estuvo ahí. Los vio con sus altivos
ojos. Saeed recordó las diáfanas palabras que profirió hacía casi un
año atrás; las recordó como si estuvieran grabadas:
“Del
cielo saldrá una enorme estrella, una estrella remota y lejana que con
concupiscencia amará a la tierra de Él; y Él, que en su altar todo lo
ve, verá como nos regocijamos desperdigando nuestro infecto querer hacia
vosotros. De los ríos se sanaría la fiebre maldita, la imposible vida
carcomida, si el brillo del grandioso sol no estuviera ahí, fulgurante
incluso cuando la gigante estrella, Malakbel, renegada por ustedes,
fogoneé en el cielo. Y de la tierra saldrá el vaho de la arcilla y los
vientos del norte, en Constantinopla, llevarán la enfermedad y la
injusticia a Fustat, donde perecerá todo lo vivo y hermoso a lo que el
Supremo le ha dado vida.”
Saaed
cayó de rodillas y despertó, el sol brillaba y abrazaba con el sudor en
las calurosas primaveras. Fustat estaba desolada, habían pasado días e
incluso meses. La gran mayoría de la gente había muerto y el olor lo
delataba. Era un olor prófugo y enfermizo, los que caminaban eran casi
ghouls, demacrados y consumidos por el paso de la epidemia.
Petroglifo norteamericano de SN1054 |
La
estrella ya no brillaba en lontananza, solo estaba el sol. Saeed
agradeció a Alá, la brisa refrescó su piel. No oyó ninguna palabra ni
recordaba las voces de los seres que le hablaban desde su niñez. No vio
la perturbación de los objetos y de la atmósfera que acostumbraba a ver.
Su fiel primo, siempre buen amigo y compañero, le contó que la epidemia
lo había infectado y que, de los que fueron contaminados, era el único
que había sobrevivido el castigo de Dios, aunque la inconsciencia había
sido su estado por una semana. Le dijo que la Gran Estrella había
desaparecido hacía dos días.
Fustat parecía otra, sin embargo, solo una explosión estelar había acaecido en un remoto lugar.
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