Este hecho se recuerda como El milagro de los andes, y hay muchos libros y películas al respecto, todas muy realistas. Sin embargo, aquí siempre suele surgir algo nuevo. Vean pues, la ficción de hoy...
.+.+.+.+.+.+. Purgatorio.+.+.+.+.+.+.
Cuando despertó, tenía una gruesa pantalla de hielo frente a él. Sabía que era de hielo, porque podía ver cómo se translucían figuras brillantes a través, y sabía que era gruesa porque resultaba imposible ver el otro lado. Todo era blanco y negro, una masa indefinida, un mundo informe a través de una pantalla que por un instante imaginó como un espejo de la realidad. Y qué tan cruel sería esa realidad de la que él estaba siendo separado por una pared de hielo, porque imaginó pronto también que había muerto y se encontraba en el infierno. Un infierno frío, como jamás nunca alguien habría imaginado, un infierno vacío, donde un murmullo propio puede provocar un susto. Sí, había hablado. Dijo tan solo "Ah...", ni siquiera una palabra, nada más que un simple sonido salido por accidente de su boca, pero esta simplicidad rebotó en todo el lugar, como si hablaran por él mil otras almas más. Pensó en el purgatorio como un lugar en el que todas las almas estaban destinadas a decir lo mismo y a repetirse eternamente, pero ninguna sería capaz nunca de ver a las demás, quedando en un ambiente de angustia y soledad apática eternamente. La sola idea lo desesperaba. Lo sabía ficción, boberías de paranoide, pero estaba seguro de que no era nada cuerdo estar en un lugar así después de haber salido despedido de un avión. Menos de un avión de la Fuerza Aérea, la Fuerza Aérea Uruguaya. El nombre no lo recordaba, pero sí que era jugador de rugby y que eso no lo ayudaba en nada para salir de allí. El Old boys, los argentinos... ¿acaso era el momento para pensar en eso? Salir de allí era prioridad, si no saber al menos en dónde se encontraba. Si se trataba del purgatorio o un infierno helado, lo sabría pronto. Así que, de pie, volvió a emitir el mismo sonido (Ah), y volvió a ser repetido por mil almas. Mil almas con una voz que se iba perdiendo de a pocos en la oscuridad. Ciertamente, la poca luz que llegaba del otro lado de la pantalla de hielo era insuficiente para ver más allá de 5 metros en la caverna. Habría que probar suerte golpeando, sí, pero los golpes no resultaron tras algunos intentos y quejidos. La pared de hielo, su espejo de realidad informe, lo negaba con una fuerza enorme. Ya no pertenecía allá afuera, o al menos no podría más salir por allí. Su voz, recordó, era repetida por todas esas almas. Debía haber un camino por allí, y quizá alguna salida. Arriesgar no era perder. Moriría igual si esperaba sin moverse un milímetro. Caminó hacia allá adentro, murmurando solo "ah" (nunca dijo nada más ni lo intentó, lo creyó tan solo innecesario), mientras el sonido era repetido indefinidamente por las mil o un millón de almas sonoras de ese purgatorio. Ah, decía, y su voz cambiaba cada vez más para parecerse a esa multitud, y la oscuridad llegaba también con la misma fuerza a la caverna, y de la caverna a la montaña, que remecía por los murmullos y desprendía nieve indiscriminadamente sobre otros hombres, por haber consumido un alma.
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Muy bien, eso fue todo. Espero que les haya gustado. A mí me costó un poco esta idea, pero me divirtió mucho al final. Saludos, pues. ¡Adiós!
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