Este año que se va (2014) se cumplen 100 años del inicio
de la Primer Guerra Mundial (28 de julio de 1914). Y hoy, 24 de diciembre,
conmemoramos algo que ya había sido ficcionado 2 años antes por el genial
director de nuestro blog, Miki –zaz zaz– Salas: la tregua de Nochebuena que se
dio, precisamente, en 1914 entre regimientos rivales de ingleses y alemanes ora
porque era el primer año de guerra, ora porque, quizá, la Navidad es algo que
está pensando para hermanarnos a todos… sea cual fuere nuestro bando.
Así, pues, comencemos con la ficción que, si bien con diferente
batuta, intentará decirnos ¿qué pudo haber pasado entonces (en la mente de un
soldado cualquiera)?
(¡Feliz
Navidad, querido en-emigo!)
¿Un salmo en
inglés? ¿Que nuestro cura lea un salmo
inglés después que los tommies[1]
entierren a sus muertos? En tiempos de guerra una cosa como esta no se debería permitir. El
soldado austriaco recordó entonces a un viejo compañero suyo de la escuela
estatal de su natal Linz que había visto enrolado, también, para la causa. Lo recordó pensativo y
escribiendo algo. Soldados como él,
débiles, son los que no queremos… Pero, ¿cómo había degenerado todo esto? A las
19 horas, aproximadamente, un grupo de alemanes desafina estrofas de Stille Nacht (Noche de paz) luego se escucha un tímido O come, All You Faithful (Adeste fideles o seguid, fieles) del otro
lado de nuestras trincheras. Fue una respuesta inmediata. Había empezado el
acabose. Como la mayoría de los nuestros trabajó en Inglaterra hasta su
expulsión debido a la guerra sabían inglés… ¡respondieron cantando la misma
canción pero en latín! Luego… un silencio impertérrito roto a la voz de ¡Frohe
Weihnachten!, irrumpido por un ¡Merry Christmas! ¡No queremos disparar, es
Navidad!, ya no importaba nada, ambos soldados de bandos rivales se estaba
saludando. Al poco tiempo, intercambiaban anécdotas de guerra, cigarrillos, botones
como muestra de su ¿aprecio?, ¿falso aprecio?, entre ambos, no sé… Fueron
seguidos por más soldados que en Nochebuena hacían un pequeño alto al fuego.
Impensable. De esto habrá de tomar represalias… levántese, soldado, me dijeron, lo necesitamos para armar el equipo. ¿Las nueve, las diez de la mañana? Estaban jugando fútbol… en medio de
la nada, de la nieve… un tommy hacía las de barbero y cobraba cigarrillos… era
el fin del mundo. Solo atiné a huir, a correr hacia un regimiento cercano a
informar el hecho.
―¿A dónde irá ese fritz[2],
Bairnsfather?
―Quizás se haya asustado… ―respondió Bruce Bairnsfather,
segundo teniente. 1st Toyal Warwickshires―, intuye ―siguió mientras acariciaba
lentamente el botón alemán que había intercambiado por dos de los suyos―, que
mañana deberíamos matarlo, Frank.
―Deberíamos matarnos entre nosotros. ―concluyó Frank
Richards, risueño.
―Ese
es un austríaco bastante beligerante ―agregó un solado alemán a sabiendas que
no sería entendido―. ¡Adolf! ―gritó inútilmente―, las tropas más cercanas están
a millas de distancia!
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