Hola, hola, hola. He vuelto después de varios meses, ¿qué?, ¿se terminó el año? Vamos, aún queda un poquito de 2015 para disfrutar. Me ausenté un poco estos meses después de lanzar el Capítulo 0 de CAÍN, y Liàre completó un arco interesante sobre la aparición de la magia y un poco sobre el mundo de los ángeles. Su historia cerró hace poco y sería genial si se pasan a darle un vistazo. Yo, por mi parte, estaré más activo a partir de esta entrega, que es el capítulo 1. Espero no llenar todo de CAÍN y que reactivemos otros proyectos pronto. En fin, sin más...



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.+.+.+.+.+.+. CAÍN: La máscara de auqui - Capítulo 1.+.+.+.+.+.+.

Esa noche soñé con el Julián. Se le veía pálido, blanco como si se hubiera ahogado y saliera recién del agua después de días. Pero no me asusté en el sueño, no sé por qué. Me pareció normal, que estaba bien, que así era él. Vino a saludarme a la casa y nos tomamos un traguito. Era como las nueve de la mañana. Raro es tomar a esa hora, ¿no? Sí, pues. Pero ahí tomamos un llonque que tenía a la mitad desde la semana anterior por el cumpleaños de mi suegro. Cuando desperté la botella estaba igualita a como la dejé, menos mal o me asustaba. Pero sí lo busqué a Julián ese día. Fui a su casa pensando que le había pasado algo malo de repente. Me dijeron que salió temprano, como a las cuatro de la mañana, que no dijo nada. Eso me dijo su mujer. "¡Julián!", le había dicho, "¿dónde vas, Julián?", pero no le escuchó.

Él a veces hacía esas cosas. Salía y se iba a rezar a la puna, pero regresaba rápido para trabajar en su chacra. De día era así, en la noche curaba. En el sueño lo vi blanco blanco, y no recuerdo qué conversamos, pero me miró a los ojos y, eso sí lo recuerdo, me dijo que las cosas cambiarían. "Confía en mí", me dijo, y ahí sí me dio miedo. Un mal ánima debe haber sido que lo seguía y por eso rezaba más allá arriba.

Regresó con frío ese día, sobándose los brazos, y se fue a dormir. "Estoy cansado", decía, y se sonrió cuando le conté del sueño. Su mujer estaba preocupada. Amaneció con fiebre y no quería hablar con nadie.

Conversé con él más después, como a los dos días. Lo visité en su casa. Estaba solo, excepto por su pequeño nieto, que jugaba afuera. Él me llevó hasta el cuarto y luego salió corriendo. Le daba miedo creo. Qué habrá sentido, pues, el Julián le quería mucho.

Ahí estuve un rato hasta que me dijo que le había sucedido algo increíble. "No me lo vas a creer, Martín", decía, "pero tampoco te lo puedo contar". Con algún ánima debe haberse encontrado, porque estaba muy afectado. ¿Qué cosa has visto?, le pregunté. "La sombra de mi maestro". No dijo más. No me dijo que todo iba a estar mejor o que las cosas cambiarían, como en el sueño, pero cuando se puso bueno comenzó a hacer maletas. Muy sospechoso lo veía ya la gente. Solo hablaba conmigo y con su esposa y su nieto. Y cuando llegó su hijo a llevarse al Josecito tampoco habló con él.

Para Lima dicen que se fue. Yo no sé, pero ese día no subió a rezar, salió de frente de su casa, con su esposa, en silencio. Dicen que sabía de Sendero, que se estaba escapando o que él era un terruco él mismo y que sus largas  jornadas en la puna eran reuniones con los cabecillas o la gente armada, que les había hecho un favor y que su enfermedad era una mentira. Un traidor de los apus.

¿Qué pienso yo? Yo me acuerdo solo de una sola cosa, de su cara pálida y su miedo. Eso era de verdad. Un ánima ha sido, creo, un ánima que lo ha echado. Ahora, ¿por qué lo echaría un ánima? Eso es otro misterio, pues.

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 Bueno, eso fue el Capítulo 1, el testimonio de un amigo de quien, al parecer, será algo así como un protagonista. Gracias por leer. Saludos.

» Cap. 0 » Cap. 2.1
Como es navidad y todos amamos la Navidad (yay)... No, público imaginario, así no. Tienes que estar más entusiasmado. Todos amamos la Navidad. No somos como esos ¿punketos?... ¿socialistas?... ¿antisociales? ... ¡Enfermos! Que no aman la Navidad por cosas infantiles que no tienen ninguna importancia como el consumismo y esas cosas estúpidas de las que ellos hablan. Y amamos a todas las personas y para demostrar cuánto los amamos siempre les damos regalos a todos y a cada uno de ellos.

Yo tengo dos renos mascotas y son muy buenas mascotas porque vienen con una oferta, te traen dos duendes. Los duendes, mis amigos, son la mejor clase de esclavo que podrías tener. ¡Son esclavos mágicos! Así que puedes darles regalos a todo el mundo sin sudar, algunas veces los duendes mueren, ¿pero a quién le importa? ¡Obtuvimos regalos! Y todos amamos los regalos, todos amamos las sorpresas, ¿no es así? (yay) Vamos... son dos duendes esclavos, de todas formas cada que se muere uno, otro igual de verde y feo sale de la nada. Deben estar felices de ser nuestros esclavos...
Olvídenlo, vengo a hablar del Grinch:

Las Felices Navidades del Grinch


"Vivir, hermano, es como una novela"  Oyó el Grinch decirle un charlatán a otro. No oyó lo demás, pues un camión de juguetes pasó, eclipsando cualquier otro sonido. El Grinch se encontraba en un estado de irritabilidad extremo. Se acababa de parar de una reseca y eran las 10 de la noche. Dos horas para Navidad. ¿Cómo arruinar el día que más odias si de por sí te despiertas a 2 horas de que acabe? Era una cuestión difícil para el Grinch, de estados de ánimos inestables y una tendencia depresiva y autodestructiva que databa desde el comienzo de la Navidad. El alcohol había sido una bendición para él, en otros tiempos fue abstemio.

Observó la noche, se oían cohetes por aquí y por acullá. Era una noche iluminada, bulliciosa. Caprichosa ante sus propios deseos, con un egoísmo colectivo que le recordaba a sí mismo. Si el Grinch podía odiar a una cosa con intensidad similar al odio a la Navidad, era a sí mismo por odiar a la Navidad de una forma tan obsesiva, tan demente. Un gato callejero le pasó por el lado e intentó rascar su cabeza contra el Grinch, éste se engrifó. Realmente no podía soportar nada en la Navidad, a pesar de estar generalmente atraído por los gatos, agarró al susodicho por la cabeza y los desnucó en un acto reflejo. El cuerpo inerte del gato cayó del techo de una forma que el Grinch consideró artística. Su cuerpo cayendo como si negara las leyes de la gravedad, de una manera lenta, como si fuera una pluma, la nieve cayendo a su lado, el gato era en cierto sentido como una partícula de nieve.  El gato representaba lo que él pensaba de la fecha y eso le daba una sensación de justicia y felicidad morbosa que disfrutaba.

El Grinch saltaba de techo en techo, sin ninguna razón en absoluta, deambulaba de manera ciega. Era liberador, en cierta forma... era también como saltar sobre techos en llamas, techos llenos de Navidad. El Grinch saltó hacia la calle, hacia un centro comercial, al tocar el piso su forma cambió de inmediato, ya no era una bola de pelos verde y arisca, sino un señor de mediana edad, cabello gris, mirada tristona, una panza de cervecero. Si mirabas su cara, veías a un hombre acabado, que podía rozar el final de los cincuenta años. Hubiera dicho que tenía treinta y nueve.  Su postura era igual de triste,  ropa desaliñada, arrugada, su camisa blanca tenía una color amarillento... Aquel hombre podía ser todo lo deprimente, todas las historias de fracaso... Su rictus de molestia, daba lástima ya que no había una rabia molesta y altiva, era como una rabia que se había congelado en un pequeño fuego, en su entrecejo, en su boca.

Gente pasaba y pasaba, algunos lo veían y comentaban, "pobre hombre, seguro que perdió a su mujer, seguro que perdió todo." Lo decía gente que simulaba una felicidad honesta, la simulaban con tal veracidad que llegaba a ser honesta. Tal vez durará por los días festivos, pasará por el treinta y uno, luego una semana después y se volvía como un barco náufrago que llegaba a la costa de la realidad, donde todo parecía tener un tinte gris para los que tienen una suerte igual de gris. A veces la Costa Realidad es un paraíso de colores vivos, todos son felices y todos tienen tan solo un poco de negro en sus bolsillos, nada del otro mundo. Una tragedia al año es para celebrarse, ellos no lo dicen, pero lo saben y tal vez no saben que lo saben.

En fin, que el Grinch decidió entrar al centro comercial. No había nadie fuera de lugar excepto él. Claro, se oía un berrinche de un niño por allá, a su madre regañándolo, pero era un regaño a sonrisas. Nadie tiene permitido ser infeliz en Navidad, el Grinch se había preguntado en más de una ocasión si no era una especie de secreto a voces, una felicidad que se contagiaba mediante el miedo... ¡si no eres feliz viene la policía de la Navidad! Santa Claus podía ser así de cruel, pensó y rió de una manera que tenía algo de vulgar, algo de sucio. Su risa no era la misma que la risa de los demás, quien lo mirara diría que ahí estaba un depravado, un pedófilo. La pregunta que el lector se tiene que hacer es ¿por qué el Grinch se veía de esa manera? Puedes decir, y es una razón tan válida como cualquiera, que así se veía el Grinch porque así estaba en su interior, deprimido. Eso no podría estar más lejos de la verdad, señor lector. El Grinch podrá ser un sujeto tristón, de apariencia parda como humano, pero si el Grinch se veía de esa manera, era por decisión propia. Era su forma de decirse que la gente era tan mala que no podían obligarse a sí mismos a ayudar a un sujeto de tal aspecto taciturno. Eso había probado ser mentira en más de una ocasión, así que podemos concluir que al Grinch le gustaba dar lástima.

En un par de navidades, borracho y sin ganas de hacer nada, había cambiado su apariencia a la de un sujeto bonachón, al que todos querían, el que siempre tiene una broma, una sonrisa, un abrazo. Hace un truco de magia y sale un juguete, y todos le querían. Siempre que el Grinch hacía eso se despertaba la mañana siguiente sucio, como si tuviera un pegoste, una mala memoria que no podía arrancar de su cerebro.

El Grinch atravesó el centro comercial, la gente todavía mirándolo como fenómeno(los pocos que lo miraban) y fue hacia un bar. El bar tenía una apariencia igual de mala  y  todos los que estaban ahí eran igual de melancólicos. Habían solitarios alegres, así como hay desgraciados alegres y gente exitosa autodestructiva. Hizo un gesto con la cabeza y el bartender le hizo un gesto con la cabeza.
"Lo mismo de siempre."  Así pasó el Grinch sus navidades, borracho.
El tan esperado epílogo. Estaba muerto, tuve que revivirlo. Fue una situación difícil, en fin esto puede que explique algunas cosas. Puede que deje más dudas, puede que les parezca que no tiene ningún sentido...  puede que sea jugo de pez. Júzguenlo como les plazca.


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Caín: El Segundo Fruto Prohibido Epílogo


Sariel quería destruir la tierra. Quería matar a los humanos, más que nada deseaba que Lucifer jamás hubiera existido. Nunca le había gustado el aire superior que emanaba, la forma en la que muchísimos ángeles creían tan sencillamente en sus palabras y sin embargo, cuando dijo que les ofrecería conocimiento a los humanos, que los tentaría,  nadie estuvo de acuerdo con él, nadie le dijo nada porque la idea se originó entre sus más cercanos camaradas y en secreto a voces llegó a expandirse por todo el Edén.

Una apuesta, ¿pueden los humanos, la creación perfecta, caer ante el tabú que les hemos impuesto? Sariel lo creía imposible, en ese entonces, no era él quien lideraba a los ángeles, sino Mihael, todos lo creían imposible, menos cierto grupo de ángeles, la mayoría formaba parte de su séquito no-oficial. Todos se habían sorprendido al ver que Semyazza compartía su opinión, los dos no solían llevarse bien. Un choque constante de vanidad,  aunque la vanidad no fuera precisamente lo que definía a Semyazza, sino  su astucia.

Cuando vio la sonrisa de Lucifer, ganador en una tierra de pecadores y asesinos, se sintió verdaderamente iracundo. Semyazza, a su izquierda, posó una mano sobre su hombro, como si supiera exactamente lo que pensaba hacer. Destruirlo  todo. Destruir a todos los malditos humanos que habían caído ante el pecado, entonces tal vez Jael pudiera servirles más tarde, después de todo tal como le habían ordenado a Set, su padre, y él a ella, había obedecido la orden de salir de la aldea natal de Adán y formar una nueva aldea en otro lugar.  Tal vez harían ver como la súbita muerte de los setenta humanos restantes había sido culpa de Satán.

 Semyazza tenía una idea diferente. ¿Por qué hacer eso si en generaciones futuras de todas formas Lucifer tentará a alguien de nuevo? Dejemos a los humanos a los que Lucifer tiró consigo a las profundidades del infierno libres, dejémoslos y hagamos un ejemplo de ellos. Imagina, le había conferido mediante telepatía, lo que haría, en forma de miedo, el conocimiento de que ya en el pasado Caín había matado a su hermano y fue castigado por nosotros. Ahora, Absalom, el insolente y terrorífico Absalom, mató por si solo a dos tercios de la población de la aldea porque hizo un pacto con el demonio. Él y su secta siguen rondando por la tierra, forzados a vagar como nómadas. Jamás dormirán, pues las voces de la gente a la que asesinaron los persiguen. Jamás morirán y verán cómo sus cuerpos decaen hasta que no quede más que hueso en sus cuerpos. Jamás amarán de nuevo, no habrá en sus vidas más que la terrible sensación de pérdida, de nunca tener un lugar al que regresar, de siempre tener que oír los lamentos de las almas en pena.

Semyazza, como Lucifer, era bueno con las palabras y Sariel, iracundo, no tuvo otra opción más que hacerle caso. Un enfrentamiento contra Lucifer sería terrible.

“¿Estás feliz con lo que has logrado Lucifer? ¿Feliz porque puedes mentir a unos humanos y causar desgracias? No has demostrado nada, además de que el alma humana es corruptible y que lo que más necesitan es a un pastor. Fuimos descuidados y tú te aprovechaste de eso, mas esta será la última vez.”

“¿Siguen en negación en el cielo? Castigaron a los humanos al mandarlos a engendrar en el infierno,  a estar en contra de la tentación animal, a su curiosidad natural, permanentemente, para satisfacer su ideal; al traer vida en este mundo no tienen otra opción más que dar vida por ello, si la mujer no tiene suerte y si la tiene, igual ha de sufrir. Y el hombre no es más que un esclavo de la lujuria y de la rabia, pocos hombres tienen la voluntad de luchar contra sus instintos. ¿Dicho todo esto, siguen apelando por una bondad intrínseca? No hay tal cosa.”

No podían hacer otra cosa que aceptar que Lucifer había ganado, que habían perdido fuerza en el Edén, pues una escuadrilla de ángeles había desertado, convencidos por lo que Lucifer había mostrado. Había confusión en el Edén…  Se había llegado a un acuerdo, Semyazza y Lucifer habían negociado, ya que Sariel se negaba rotundamente a decirle algo a éste. Los humanos de Lucifer se irían de esa aldea, ya habían causado mucho mal. Jael y los que creyeran en ella, seguirían viviendo sus vidas.  Lucifer lo aceptó, ¿qué más podía pedir que un culto en su honor? ¿Una herramienta perpetua libre para su uso? Absalom no tardó en sanar, estaba molesto por haber cedido su lugar de nacimiento, mas Anah lo convenció de que era lo mejor.

La historia de Absalom, narrada por Jael, fue digna de pesadillas para muchos. Las generaciones pasaron y el nombre de Absalom se fue perdiendo. El mito cobraba vida, los actos de él eran exagerados hasta un límite terrorífico e inhumano. Al principio, retratado como un horrible y cruel humano, más tarde como Lucifer disfrazado de humano tentando a todos en la aldea, brindando a la empatía humana como su propia arma. La última fue la versión que caló en la historia.
Por otra parte el culto de Satanás, tras largos años como nómadas, se estableció finalmente. La verdad era la base de todo. Hablaban tanto de lo malo como de lo bueno de Lucifer,  de los ángeles del Edén, de Dios. La brujería  era la norma, pero también lo era al no hacerle daño a los demás con ella. El usarla por el bien, más por sus propiedades curativas que por posibilidad de hacerle daño a alguien. Por supuesto, entre los humanos siempre están los osados, los que ven en su egoísmo un camino que labrar.  Pero Absalom vivió una larga vida y no perdonaba las faltas, se le tenía miedo y mucho más respeto. El viejo monarca sabía las maneras de los ángeles caídos, conocía bien las tretas de Lucifer y de los ángeles del Edén. La presión de Lucifer había pesado en algunas de sus decisiones, pero el culto no era exactamente lo que éste había planeado. Vio tres generaciones pasar tras sus ojos, a su hijo morir, a su nieto morir y finalmente, murió él, teniendo su bisnieto cuarenta años.

El viejo monarca sabía las maneras de los ángeles caídos, conocía bien las tretas de Lucifer y de los ángeles del Edén. La presión de Lucifer había pesado en algunas de sus decisiones, pero el culto no era exactamente lo que éste había planeado.

Entonces, una nueva marca fue dada y un nuevo orden en el culto empezó a sobrescribir lentamente las leyes de Ab. Absalom había probado ser más que una herramienta, pero con su muerte los ángeles caídos pudieron torcer el orden de jerarquía. Su séquito no sabía cómo responder ante las sugerencias, órdenes, de dichosos ángeles caídos.  El culto de Absalom se volvió el verdadero culto a un siniestro Satán que Lucifer quería.  
El final de los finales... o no. Teoricamente se podría dejar de leer hasta aquí, y ya, pero el mundo sigue... O mejor dicho, la historia de Absalom termina aquí. Absalom se cansó de contarnos sobre ese inicio, es un inicio que ha contado ya demasiadas veces. Tal vez nos haya mentido, en retrospectiva los personajes siempre quieren parecer cool. Puede que Absalom haya sido mucho más fácil de manipular y no haya visto a través de nada, puede que todo sea una genial exageración... Pero probablemente no lo es. En fin, la "octava parte", será un epílogo.


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Caín: El Segundo Fruto Prohibido 7ma Parte


Nunca pensé que vería a alguien ser mutilado por una bestia, por un arma. Era un pensamiento que no podía formarse en mi cabeza.  Me costaba pensar que alguien fuera capaz de matar a otra persona, ya había pasado y precisamente eso; ese sucio recuerdo que nos habían repetido desde que Caín mató a Abel, era el recuerdo que nos demostraba lo aterrorizador que sería… sentir la furia de Dios, que se manifestaba ahora en horrible cólera.  Así mismo, nunca pensé que vería a un demonio… ¿a una bestia? Matar a un humano, descuartizarlo de la forma tan violenta en la que lo habían hecho.  Nunca pensé que vería en el piso una mano seccionada del cuerpo de alguien. Nunca pensé que asesinaría a Abiram.  Todo lo que había sucedido, había llegado al extremo de lo posible. 

Así, con este pensamiento en la cabeza, rompí el cuello de cuatro horribles bestias que atacaban a mis coterráneos.  Maté incluso a los que peleaban contra los… ¿humanos?… con lanzas. Dudaba de la veracidad de todo y era difícil. Una sensación de hormigueo y un dolor indescriptible eclipsaban mucho de lo que intentaba pensar. Ya llevaba más de una hora sin poder moverlo, solo viendo como la oscuridad se arrastraba por mi brazo, casi llegando a mi hombro.  


“¿Cómo puedes confiar en los ángeles, Jael? ¿Cómo pudiste dejar que hicieran esto a nuestros hermanos, a nuestras madres y padres? ” Dije, tras la caída de las bestias, solo se escuchaban gemidos de dolor y cansancio.  Mi voz, aunque baja, fue escuchada. 


“¿Quién crees que trajo a estas bestias? ¿Quién ha hecho más daño, hijo mío?”  El énfasis que puso al decir hijo mío fue vomitivo.   


Una pregunta difícil de responder, se veía en mi cara, su sonrisa condescendiente lo reveló. Ardí en una rabia controlada. Era cierto. ¿Cómo no vi algo que estaba en frente de mis ojos? ¿Cómo pude ignorar que la bestia que me había atacado era la misma que había estado a los pies de Lucifer, mansa?  Era tan claro… Lucifer había mentido tan clara y descaradamente… Una apuesta. Claro, una apuesta, si podía destruir a esa bestia, seguro le sería útil más tarde. 


“¿Es que eso justifica alguna cosa? ¿Tenemos que ver qué lado ha hecho peores cosas para saber quién tiene la razón? No… no entiendo, no entiendo nada. No entiendo cómo los ángeles pueden jurar querer nuestro bien y luego hacer lo que hicieron aquí. ¿No ves lo que está pasando?”  E incluso cuando escupía esos pensamientos poco elaborados, que eran más un berrinche por no querer aceptar una verdad que ya conocía, no podía dejar de pensar que todo era tan despreciable…  “¿Por qué tuvo esto que llegar a un baño de sangre…?” 


“Porque Satán te ha manipulado. Porque mancillaste a la gente que vivía feliz. Trajiste una sucia mentira y la vendiste por verdad; les enseñaste ilusiones sobre lo que podría ser… los tentaste. Tal como Satán tentó a Eva y Satán te tentó a ti. A Eva se le podía perdonar el mal, tú… tú esparciste el mal. Todo lo que hizo Dios, lo hizo porque había que limpiarlos a todos, a todos los que dudaran… a los que pusieran en duda la fe por creer en ti.”


“¿Cómo puedes decir eso… cómo creer tan ciegamente lo que dice un bando?” 


“¿Quiénes nos crearon, Absalom?”  


“¿Y qué justifica eso? Porque nos crearon… si nos crearon… ¿qué justifica? Si hay tanta verdad en su versión, ¿por qué exiliaron a Lucifer? ¿Era eso necesario?” 


“No entiendes nada. Estás mancillado…  y pensar que te vi crecer, siendo tan solo un niñito.  Pensar que tu madre murió por lo que crecería para ser un Monstruo… que tu padre moriría trágicamente  en una cacería, cuando aún eras un niño, para que crecieras con el único fin mancharnos a todos con tus mentiras.” Hizo una seña y sus guardianes fueron hacia a mí. 


Con un mismo movimiento de mano los impulsé hacia atrás. Me levanté del suelo,  estaba dos metros por encima de ellos. Sentí un cansancio profundo que parecía entorpecer cualquier movimiento que intentara hacer.  Ya era hora de que sintiera la fatiga. Ante mí podía ver a sus cuatro guardianes, mirando hacia el cielo, el sol a mi espalda. No podía ganarles. Me fui hacia adelante, el objetivo era disturbar la energía que formaba el sello. Mi cuerpo se movió con rapidez, llegué hacia el sello tan pronto como quise, pero me encontré a Jael en frente de mí, volando de la misma manera.  Se veía por su expresión la tensión que le provocaba usar la magia. Comprendí que esa era la razón por la que tenía a los guardianes, la magia era un golpe fuerte a su senectud.  Una ráfaga de aire nació en mi mano y se dirigió hacia ella dando un silbido.  Lo esquivó a duras penas, sangre manchaba sus ropas alrededor del abdomen. 


“De verdad eres un monstruo… me costaba creerlo…”  dijo a duras penas, pero lo que vino a continuación fue energía empujándome hacia el suelo con tanta fuerza que escupí sangre. Sin dudarlo un momento, sus guardias me rodearon apuntando sus lanzas hacia mi malherido cuerpo. A pesar de que sentía una oscura sombra a punto de tomar vida, la impotencia se materializó en un movimiento que me terminaría de desgastar. Electricidad salió de mi cuerpo, explotando y destrozando los cuerpos de sus guardias. 


“No eres más que un vil asesino.” Es cierto, pensé. No soy más que un vil asesino, vi hacia mi izquierda, ya no tenía fuerza para siquiera mover mi cuello. Podía ver mi hombro oscurecido… tal vez, cuando llegara esa oscuridad a mi corazón, moriría. Creí ver la silueta de Anah, pero eso cambió rápido. Jael levantó mi cuerpo pusilánime.   Ver cara a cara a la persona que me había criado, sudando, jadeando con sangre en su boca, era una imagen horrible. Lo que me impresionaba era su intensa rabia, su insensibilidad hacia la masacre. Desentendiéndose con una justificación débil.  Maldita sea, yo entendía que incluso lo que había hecho era horrible, jamás me perdonaría por eso…   y sin embargo ella era capaz de justificarlo y encontrar justicia en sus actos. Sentí una presión aplastante en todo mi cuerpo. El esfuerzo se desvaneció al ver que a ella misma le costaba mantener esa energía. “No sé qué decirte, Absalom.  Espero que el infierno sea piadoso con tu alma.”  Quise responder: Vivimos en el infierno, más no dije nada. La máscara de energúmeno que portaba me dejaba claro que la vieja que estaba delante de mí había dejado de ser humana hacía muchísimos años. Era solo un títere.


Anah, en efecto, había sido la dueña de la silueta que había visto. El sello había desaparecido ya supongo, considerando que estaba detrás de Jael, a unos diez metros. Eso no fue lo que distrajo a Jael.
Una risa majestuosa y vulgar, nació solitaria y se volvió la de una multitud. Triunfal fue la llegada de Lucifer. ¿Pero qué había ganado? 


“¿Ves lo que está pasando Sariel, Remiel, Gabriel? Oh… Mis hermosos ángeles. ¿Qué tan profunda es la equivocación que los tira hacia abajo, que los obliga a descender al plano de los caídos?”
“¿Esto?” Dijo una voz que se oía como muchas, sin adoptar presencia.”¿Esto te entretiene, Lucifer?” 
“Fue una apuesta. Una apuesta entre murmullos. Ustedes sabían que lo haría y no me detuvieron la primera vez. Esta vez, no me vieron venir y cayeron en mi juego, provocaron una masacre. No podían soportar que un humano pensara algo diferente. No podían aceptar que los guiara hacia una versión de la verdad  no censurada.” 


El sol de la mañana había hecho que la sangre se secara rápido, una nube cubrió al sol dándonos algo de fresco.  De un rayo de luz, pareció descender el mismísimo sol. Pronto fueron sus siluetas a contraluz las que se vieron. Arriba, en el cielo, haciendo gracia de la majestuosidad angelical,  se encontraban ocho ángeles. Sariel a la cabeza. 


Abajo, en la tierra sanguinolenta, en la miseria del infierno. Jael perdió su fuerza y me dejó caer al suelo, Anah sostuvo mi caída como pudo. Cerca de nosotros, estaba el séquito de Lucifer.  En el infierno la gente gemía y tenía miedo. La rabia empezaba a ceder paso a un miedo que surgía por la presencia de ambos bandos, chocando. El dolor de sus heridas se hacía real cuando las fuertes emociones ya no maquillaban sus sentidos, pero había un silencio grande y espacioso, que no daba paso a ningún pensamiento, como si todo fuera cubierto por los verdaderos protagonistas; invadiendo tu mente y dejándote exhausto. Mi consciencia empezaba a ceder lentamente. 
 

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La sexta parte, el final se acerca y... ocurrirán cosas. Luego ocurirrán más cosas y el mundo se acabará... o algo así. La furia de Absalom y la cruel realidad se chocan, como dos trenes, chocándose, y formando un arcoiris de choques. Nace un tren más pequeño y todos son felcies.  Ah, y puede que estas dos... ¿o tres? últimas partes sean un poco más largas, así que si te cronometrabas mientras leías no te sorprendas al ver que te tardaste diez segundos más.


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Caín: El Segundo Fruto Prohibido 6ta Parte


 El infierno se ha desatado en la tierra o, tal vez, el infierno es la tierra. Hay sangre en la tierra, hay sangre en la carne que se derrama como agua. El día es soleado y caluroso, perfecto para trabajar otrora. ¿Quién hubiera pensado que ese otrora fue tan solo ayer? La furia es tangible, está mezclada con el miedo, está mezclada con un instinto animal que los humanos hemos sabido dominar por tanto tiempo…. Y no es la sangre, no es la carne, no es la rabia, sino una forma de liberación la que parece impulsarnos. Ante mí se presenta el fin del mundo y estoy paralizado, no me puedo mover. Oigo la voz de Lucifer, pero no entiendo qué me dice. Veo a Anah, curando por allá a una persona; veo a Anah, casi sin pensarlo luego de curar a alguien, lanzar una estaca de agua a través del brazo de alguien, un energúmeno, deteniéndolo en el acto. Veo a gente tan ensimismada en el acto de la violencia que se olvidan que el objeto de descarga es otro humano.

Y no entiendo… no entiendo nada, vi a una persona intentar atacar a Jael, pero había hombres a su alrededor permanentemente protegiéndola. Los ojos de sus guardianes estaban vacíos,  un aura… sentía un aura; una magia poderosa, parecida a la que poseo. En sus manos había lanzas blancas que brillaban como el sol.  Jael sonrió socarrona, tan segura de sí misma, tan en control, en comparación conmigo.
 

 Vi a Abiram y sus ojos parecían segados  por el rojo.  Por un rojo tan profundo y maldito que en sus pensamientos no se formaba una idea, sino una imagen en la que aparecían su mujer y sus hijos muertos.  Mi mente se adentró en la suya, sentí…sentí su rabia. La sentí subir, la sentí escalar a través de mi cuerpo. Sentí cómo mi cuerpo se emocionaba y mi respiración se aceleraba. Ya el mundo no era el mundo. Ya no amaba a Anah, ya mis recuerdos no eran exactamente míos… Veía todo diferente. Me veía a mí y a Abiram, persiguiendo a un perro, jugando con él..  Crezco y amo a Apphia. La amo desde mi juventud temprana, encuentro en su enmarañado cabello castaño  un bosque en el que me quiero perder. La he amado desde hace tanto tiempo y ella a mí, y nos hemos escapado mientras Jael no nos miraba. Absalom me lo advirtió, me dijo que tuviera cuidado. ¿Acaso él entiende lo que es mi profundo amor? ¿Acaso sabe él cómo mis movimientos parecen dominados por otra persona, por un yo mucho más brioso? Absalom, estimo tus consejos, pero siempre has creído en todo lo que dice la Abuela Jael…   Difícilmente podría entender el deseo que nos une… 
 

Así los años pasan, Rahel nació primero y fue una alegría inmensa. A los tres años, nació Iason y fuimos increíblemente felices. El pecado no nos castigó, Apphia vivía… muchas mujeres han muerto dando su vida por la de sus hijos.  Pero Apphia vive… y cree en ti Absalom. ¿Por qué cree en ti? Absalom… Absalom, quiero creer en ti, quiero que la verdad se aclare. ¿Pero cómo puedo creerte?
 

Eres presa de Satán, Absalom, y eso no me gusta. ¡HAS CONTAMINADO A MI FAMILIA! , grité.  Hay en mis manos sangre. He derramado sangre, derramé la sangre de Apphia primero…. Dios me lo ha dicho, tenía que hacerlo. ¡DIOS ME LO HA DICHO! Están mancillados… maldito seas Absalom. ¿Por qué no dejaste que la bestia te matara? Hubiera sido tan fácil... Los ojos de la pequeña Rahel, abrazada de su hermanito… No se atrevía a verme la cara.  La cara de Rahel, sus ojos descolocados. Lágrimas en sus ojos, paralizada por la forma en la que gritó su madre… como un jabalí siendo atravesado por lanzas. Hay más gritos. No soy yo el único al que Dios le ha hablado. Es una forma de saber que no logro entender…. ¿por qué mancillaste a mis hijos, Absalom? Grité, a la cara de un Absalom sorprendido, incapaz de moverse.  Tú asesinaste a mis hijos… susurré. Todo es caos. Familias matándose entre sí… todos atacándose los unos a los otros. Tú trajiste esto Absalom. Por tu culpa mis hijos murieron. ¿Sabes lo horrible que fue mirar los ojos de esos pequeños y sucios pecadores? Una vez fueron Rahel e Iason.  Y ya no.
 

Abiram estaba frente a mí, con un garrote, su cara estaba llena de sangre. Sus manos cubiertas de sangre hasta el codo. Sangre, sangre, sangre, salpicada por todos lados. Todo es sangre y Abiram se abalanza ante mí.  No hace falta que haga un movimiento para que sea empujado hacia atrás con una fuerza mayor a la de su salto. Cayó al suelo sin comprender nada. En un momento se lanzaba con todo hacia mí y al otro era violentamente tirado al suelo.
 

“Lo siento, Abiram. Realmente lo siento… Nada de esto debió suceder así.” Él no respondió. La cólera ras tal, sin embargo, que hacía que las palabras se te olvidaran.  “Debiste tener más fuerza… te vi crecer y amar a Apphia… te vi desobedecer a Jael. A ambos los vi desobedecerla. ¿Cómo te permitiste caer tan bajo?...” Pero no me escucha… sé que no me escucha. Sé que lo que digo es una forma de justificación a mí mismo, por lo que haré, por lo que estoy a punto de hacer, que debería costarme más de lo que me cuesta. Me gustaría poder justificarlo por sus actos, decir “Es tan difícil luchar contra esa imposición de Dios.” Es difícil. Sí… pero también sé que lo quería, sé que dentro de sí había una duda de la que la imposición de Dios se hizo cargo para dominarlo.
 

El golpe de su garrote rebotó en el aire. De mi mano, en forma de energía, salían garras. Volé hacia él, mucho más rápido de lo que él pudo haber corrido.  Todavía estaba aturdido tras el golpe de su garrote rebotando en la nada. Abierto, incapaz de defenderse. Desgarré su brazo izquierdo, su sangre se mezclaba con la sangre de sus hijos, de su mujer. El garrote salió volando de su mano lejos de nosotros. Un pensamiento bastaba.  Mi puño se hundió en su cara; él era como una bestia encolerizada. Incapaz de darse cuenta de su dolor… lo levanté en el aire y,  con solo un movimiento fútil de mi mano, todas sus extremidades giraron dolorosamente. Gritó, su cuerpo sufría un dolor inconmensurable, al menos eso esperaba.
 

“¿Despertaste?”    Pregunté en una voz tan ligera que yo mismo no me escuché entre el ruido de todos los demás. Lo dejé caer en el suelo. Lágrimas salían de sus ojos…
Esto nunca debió pasar, pero pasó. Un rayo salió de mi mano directo a su cuerpo… jamás supe si murió por eso o si murió mucho más tarde, pero perdió la consciencia.
 

Busqué a Anah, la vorágine de gente, de violencia, era tal que era difícil distinguir todo lo que pasaba. Vi a un animal que parecía un oso, mucho más grande, mucho más horrible, luchar contra uno de los protectores de Jael. Lucifer me dijo algo. “Hay sellos alrededor de la aldea.” Seguido de eso me dijo que sería capaz de sentir la energía que desprendían si me concentraba. No quería saber nada de ningún ángel, por eso me enfoqué primero en encontrar a Anah.  No fue difícil encontrarla, tenía un brazo ensangrentado, detrás de ella había varios niños, una que otra mujer.  Tenía una lanza muy parecida a la de los guardianes de Jael.
 

“¡Anah! ¿Quién te hirió?”
 

“Ya me hice cargo yo de ello…”
 

“Anah… esto es tan horrible. Lo que ha pasado, Dios ha puesto mensajes en la gente. Se ha aprovechado de la confusión, de la incertidumbre de sus creyentes y lo ha convertido en odio… Abiram… mató a su familia… lo vi todo. Lo vi, lo vi como si hubiera sido yo mismo el que las mató, por un momento, viví todo lo que vivió Abiram…”  Anah me miró con preocupación. “¿Los has protegido tu sola?”  Pregunté.
 

“Sí. Fue difícil, pero alguien tenía que hacerlo, al principio curé a algunos… pero tanta gente atacaba por todos lados, sin importar a quién o a qué… y luego esas bestias… ¿Así era el demonio al que incineraste?”  Asentí. La abracé, duré así un momento, recordando su calor… recordando que sin importar qué teníamos que sobrevivir y salvar a quienes pudiéramos. Escondimos a los niños y a las mujeres, en el almacén general de la aldea, suficientemente alejado de la batalla.
 

“Anah, es mejor que te quedes aquí protegiéndolos.”
 

“¡Tu mano está ennegrecida!, ¿no te duele? ¿Cómo me puedes pedir que me quede aquí?”
 

“¿Quién los protegerá a ellos? Anah, has hecho mucho más de lo que yo ya he hecho. Tu sello tiene límites… en cualquier momento ya no tendrás nada,  ¿y quién puede asegurar que yo te pueda defender ante todos esos monstruos?  Ni siquiera sé si saldré vivo… Acompáñame a quitar el sello que está cerca de aquí, luego seguiré yo…”
***
 

Es posible que Lucifer lo supiera todo desde el inicio. Es posible que todo estuviera planeado, que ambos lados estuvieran riéndose y comentando lo manipulables que éramos los humanos. Llegar y ver lo que yo había visto había sido comprobar una realidad de la que no parecía formar parte. Sí, había eliminado a una bestia. Sí, había influenciado las creencias de las personas. Sin embargo, no había ningún daño hecho, todo parecía ser solucionable con una discusión… entonces es cuando me doy cuenta de mi inocencia, hay dos bandos tratando de hacer que los humanos les crean. Un bando sataniza a uno y  el otro hace lo mismo, el problema yace en que los humanos somos las víctimas de sus juegos… El problema, es que sigo creyendo en Lucifer. Porque si sabía que esto pasaría, tuvo la decencia de impedir que durmiera en una aldea que estaba a punto de ser encolerizada por la influencia de los ángeles.
 

Puede que no haya nada correcto, que no haya nada justo, que no haya nada virtuoso en los ángeles y que todo sea una concepción nuestra de lo que son y de lo que no son. La verdad, la verdad es que ellos son todo lo que aparentan ser y nosotros no sabemos nada de ellos y ellos saben tanto y ven en sus motivos razones tan importantes que parece que se les olvidase que los humanos sufrirán las consecuencias.  Eso sería cierto en un mundo ideal, lo más probable es que ellos estén al tanto de las consecuencias y nos vean y piensen “Es una lástima que este vaya a morir, pero es para un bien mayor, estará en un lugar mejor”, después de todo nuestras vidas son extremadamente finitas. Nuestras madres tienen una altísima probabilidad de morir al dar a luz. Nuestros hermanos tienen una altísima probabilidad de morir enfermos por medio de quién sabe qué. Si nos descuidamos, podemos morir en medio de una cacería…  si nos descuidamos, incluso nuestro hermano nos puede matar. Porque los humanos no entendemos muy bien lo que queremos y a veces nuestros instintos, nuestras emociones son mucho más fuertes que la razón, que un lazo humano.
 

Ante mí había una matanza, pero no me importaba. Mi mano estaba ennegrecida hasta el codo y dolía muchísimo, pero no me importaba. Lucifer me había dicho que debía quitar los sellos y eso era agotador. Poseían una energía grandísima, estoy seguro de que ninguna otra persona los hubiera podido ver o sentir. A decir verdad, lo sentí mucho antes de lo que lo pude ver y lo pude sentir simplemente porque Lucifer me lo advirtió. Se camuflaba entre todos los sentidos humanos de una manera muy hermosa, como una melodía que se escabulle en tus pensamientos, como una hermosa visión… Como intrincadas formas que brillaban variopintas y que formaban, a veces, una hermosa estructura que parecía llegar hasta el cielo.  No eran tangibles, las sentía y podían reaccionar a mi antojo si eso quería, pero al momento en que interrumpía su flujo, se derrumbaban. Se venía abajo el sello… ese pequeño paraíso llegaba a su fin. De las cinco que había, tumbé las cuatro primeras con facilidad y sentí una tristeza infantil al verlas caer.
 

La quinta, estaba en la casa de Jael.  Rodeada por sus guardias, con Jael al frente observando todo lo que sucedía sin mancharse las manos. 

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Ha pasado un mes. Un mes y un día. Creí que no vería la luz del sol de nuevo, a decir verdad, no la he visto. Me secuestraron los no-seres y me llevaron a su no-tierra. Una experiencia aterrador para alguien que es. No puedo llegar a describirles lo horrible que no fue. En fin... quinta parte, explicaciones aleatorias que forman parte de algo mucho mayor. Quizá. Y quedan como dos partes más... o tres. ¡No más de cuatro!


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Caín: El Segundo Fruto Prohibido 5ta Parte


En su cara había una sonrisa plácida, todo iba de acuerdo a sus planes. Quise increparle por qué no me había dicho… nada. ¿Qué sentido tenía revelarlo entonces? ¿Qué sabíamos nosotros en verdad? Satán era un símbolo de lo malévolo y tan solo ahora se mostraba con claridad que no era lo que parecía… si bien sus métodos  eran poco comunes, y hasta siniestros, no se podía negar que era él quien les había brindado luz a los humanos. Eso creía, pero había algo que no podía sacar de mi cabeza y era: ¿con qué propósito nos había tentado Lucifer? ¿Había sido porque creía que la humanidad merecía el conocimiento de la fruta, en desacuerdo con “Dios”, fuera lo que fuera eso? ¿O tenía planes más perversos? E incluso con esa duda,  no se podía saber si eran planes desfavorables para nosotros o para los demás ángeles o el propio Dios. Los humanos no sabíamos nada, éramos simples piezas que ellos podían mover a voluntad y nosotros solo podíamos creerles.

Me hubiera gustado decirle que no formaría parte de sus juegos. Era muy tarde para decirlo, ya no tenía ningún sentido.

En el semblante de Anah se escribía una loa en propósito a la belleza indescriptible de Lucifer. Su apariencia estaba cambiada muy ligeramente, sus rasgos ya no eran tan masculinos como la vez anterior, tenía una apariencia que sugería feminidad, como su voz la pasada noche.

“¿Así que tu eres la amada de Absalom, Anah?” No hubo respuesta, seguía embelesada.

“¿Para qué me has llamado?”

“¿Para qué te he llamado? Hay que hablar de muchísimas cosas Absalom. Hay muchísimos hilos que tirar, otros que cortar, algunos que enmendar. Ha pasado muchísimo… y todo ha ocurrido tan pronto. Me hubiera gustado apoyarte en presencia, a todos mis camaradas también.  Te llamo porque sé que necesitas ayuda y te sientes confundido… Mi oído es muy fino, he oído lo que ha dicho esa adorable vieja sobre mí.”

“Y todo lo que dijo es cierto, ¿no es así?”

“Exacto. Yo jamás te mentiría.  Se han visto las cosas desde cierta óptica desde hace tanto tiempo,  que no se puede evitar que se empañe nuestra visión, la visión de ustedes.” Lucifer parecía mucho más tranquilo, confianza rebosaba en su actitud amable que no terminaba de cuajar para mí. Resultaba el acto más natural del mundo… si no lo hubiera visto antes, lo temible que podía llegar a ser. ”Todo depende de la óptica.”  Repitió.” Ellos dicen  que los tenté, en forma de culebra. Y nada más cierto. ¿No le temen los humanos a las culebras?” Asentí, pero el ya seguía, sin prestarnos la menor atención. “Así es. Le temen a ellas y yo tomé esa forma y les ofrecí algo que ustedes querían, sugerí miedo porque incluso los ángeles pueden temer, y yo tenía tanto miedo como ustedes.”

“¿Los ángeles temen?” Anah preguntó sorprendida en exceso…”¿Tú sabías eso?” Me miró llena de curiosidad infantil. Lucifer a pesar de interrumpido seguía sonriendo, regocijándose ante nosotros.

“No tenía la menor idea…” Respondí.

“Toda criatura es capaz de temer, Anah.  Nosotros parecemos intocables y somos tan brillantes ante los ojos humanos que parece imposible, ¿no es cierto? Tenía miedo, esa es la verdad. Tenía miedo porque no todos los ángeles piensan igual y junto a mí había otros que creían que los humanos debían ser capaces de saciar su curiosidad. Parecía una cruel tortura. Darles libre potestad y decirles luego: ¡No pueden tocar ese árbol ni comer de esos frutos ni entrar en esa fuente! Tantas restricciones, ¿para qué hacérselos saber? ¿Tan solo esperábamos que fallaran para saciar nuestra infinita existencia de una diversión? No me parece sano… Yo soy de los que creen en la naturaleza humana. Por eso, les ofrecí la oportunidad, tomando forma de serpiente, recordemos, les ofrecí la oportunidad de escoger. Así como te la ofrecí a ti, Ab. Me demostraron los humanos que incluso con el miedo natural a un ofidio mortífero preferían el conocimiento a la nada. Este acto fue visto como egoísmo de mi parte, más no era yo el único que creía eso. Discutimos y hubo una atmósfera nada reconfortante en el paraíso. De una manera brutal nos excluyeron, mancharon nuestro honor y  nos tiraron a la tierra, al infierno, con ustedes y luego divulgaron terribles mentiras sobre nuestra naturaleza. Así les han mentido los ángeles.”

“¿Cómo es posible?” Anah dijo, como si leyera mis pensamientos. Mucha más empatía parecía tener ella, que agregó:” ¿Cómo los ángeles pueden ser tan crueles? ¿No somos nosotros los que tendemos al pecado, a la incomprensión y al conflicto? Incluso en los ángeles yace la maldad…”

Los ángeles habían probado ser seres mucho más complejos, con historias bastante más sombrías de lo que antes sabíamos de ellos, estándares de todo lo que es bello y santo.  No puedo saber cómo se sentía Anah con respecto a todo lo dicho… era tanta información para procesar.  No podía hacer otra cosa que sentirme minúsculo en la oscuridad de la noche. Había tanto, tanto que no podíamos controlar y fuerzas a las que les bastaba ejercer su voluntad para que la naturaleza  actuara a su gusto.  Más ángeles aparecieron lentamente y Anah descubrió a algunos de apariencia aterrorizante. Incluso con temibles cuernos los ángeles encuentran la belleza, en la decadencia, en el temor, en nuestra profunda oscuridad.

Trajeron algunos ángeles carne de jabalí y la cocinaron  en un instante. Nunca probé carne tan bien hecha y con tan buen sabor. Ellos comieron con nosotros, pero admitieron que era un placer innecesario para ellos, no tenían razón para comer, solo nos hacían la gracia.

“Absalom, sé que el  poder que fluye ahora en ti es tanto una maldición como la mejor herramienta que podría tener un humano. Por eso, tengo que hacerte notar que has mal usado sus poderes. Está bastante claro que poco sabes de tus capacidades. Podrías, por ejemplo, convocar un rayo tal como hiciste con el fuego.” En la mano de Lucifer pequeños rayos rodearon su mano.”Tómatelo con calma, hay un sinfín de posibilidades, pero estoy seguro de que has sentido las consecuencias del abuso de la marca. El fuego con el que consumiste a la bestia fue exagerado y propósito de emociones incontrolables. Luego, hiciste algo mucho más complejo. Manipulaste los pensamientos de todos, implantaste ideas, sugeriste emociones. Nuevamente, fue producto de tu instinto y mi sugerencia hizo mucho más de lo que crees. ¿No es cierto que tu mano ardió muchísimo más esta vez?”

“Sí… incluso, noté cómo mis dedos se ennegrecieron… no podía moverlos…” Mi mano ahora estaba bien. Anah me miró consternada, no quería preocuparla por una nimiedad. Tomó mi mano.

“Es natural. Tendrías que abusar la marca de una manera excesiva para que llegara afectar tu fisiología humana. No llenemos nuestra mente de pensamientos funestos. Hay  otro asunto digno de comentar. Eremiel, dibuja el sello.” Y un ángel de magníficas alas negras procedió a dibujar un símbolo en la tierra, con una larga vara que resplandecía ante el fuego de la fogata. “Estoy seguro, Absalom, que no querrías que más de tus hermanos sufrieran lo que sufriste tú para conseguir la marca. Es problemático, además, para nosotros los ángeles forzar una marca en un humano. Nuestro encuentro fue fortuito, es cierto; pero también es cierto que fuiste un último recurso para nosotros… Necesitábamos hacer que nuestra presencia se sintiera allá arriba y tú has sido el hombre perfecto para esto. Apreciamos mucho todo lo que has hecho.” Asentí, antes de formular mi pregunta, Lucifer siguió:”Este símbolo que ves en la tierra, es una especie de marca experimental. Una teoría que el propio Eremiel junto a Marut,” señaló, pero allá en la oscuridad era difícil distinguirlo de otros ángeles,” han diseñado. Funciona de manera muy similar que el sello, más trabaja con condiciones. No daña, no hiere al usuario. Posee un límite, cuando el límite se sobrepasa, el sello desaparece.”

“¿Y cuál es el propósito de eso?” Dije y miré a Anah, que lo comprendió mucho más rápido que yo.” ¿Para Anah?”

“Así es. Los humanos tienen mucho que aprender, Absalom, Anah.” Siguió hablando sobre asuntos celestiales que ya no le concernían y habló sobre la mezcla de hierbas, como sus propiedades mezcladas bajo pequeños conjuros que aludían al espíritu, podían hacernos sanar de enfermedades mortales. Potenciar otros remedios que ya conocíamos. Nos habló temas siniestros, bajo una premisa similar a la de la marca, podías influenciar el destino de una persona muy ligeramente, causándole penurias menores. Se podía, así mismo, influenciar de manera positiva. Evitar una herida, una enfermedad. Era algo muy ligero e incierto, según nos hizo saber, dependía de la habilidad del usuario. Siendo así que alguien increíblemente hábil podría manipular a una persona, sugerir cosas que no iban de acuerdo a sus principios (siempre y cuando no saliera del rango de su personalidad) y pequeñas ilusiones. Anah prestó mucha más atención que yo, que me mantenía observando con cuidado todo lo que ocurría a nuestro alrededor. La desconfianza crepitante que le tenía a Lucifer… a los ángeles en general, me impedía prestarle atención a nadie. Temía.

Si antes creía que la humanidad tendría un futuro  aunque sea un poco brillante gracias a Lucifer. Ahora temía que un mar de calamidades nos fuera a ahogar.  Ambos lados habían mentido muchísimo.  Cedí ante la ilusión de Anah, que veía un futuro más brillante. Podía ser que el pesimismo no fuera más que un síntoma del miedo de huir a la tranquilidad, al conformismo inicial con el que vivíamos… Sí. Debía ser eso.

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Comenzará el nuevo reinado de los ardillianos. Lo he visto en mi triángulo, bueno, en teoría, lo oí, pero a quién le importan esos detalles. Hay cosas más importantes, como la tranquilidad misteriosa antes de la tormenta. Es una tranquilidad rara, que viste un saco con capucha y lentes de sol. A veces le vende drogas a los niños, otras los seduce con dulces para volverlos peter pans o cofres del tesoro. Bleh.


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Caín: El Segundo Fruto Prohibido 4ta Parte

 La mañana llegó hediendo a incertidumbre. Se sentía un desasosiego mudo, la gente temía hablar porque todo explotaría, porque ya nada sería igual. Incluso los más osados no querían decir nada, miraron a Jael, en el centro de todo. Ella se veía igual, capaz y su expresión era más severa. Todos queríamos pensar que todo había sido un mal sueño, uno colectivo, y habíamos despertado. Todos sabían muy bien que no era así.

Jael no fue la primera en hablar esa mañana. Tal vez el miedo había llegado finalmente a sus antiguos huesos y se encontraba con un nudo en la garganta, a punto de llorar, de quedarse frágil y desamparada, tratando de aceptar que los ángeles diurnos no eran lo que aparentaban ser. Tampoco fui yo el que dirigió la reunión espontánea, porque temía. No, sabía que mi verdad era tan solo una parte de toda una gigante conspiración. Mientras que lograba reconocer lo malo y lo bueno de una manera ruda y poco precisa, prefería esta revolución a estar inundado en una mentira  feliz… Creía en una felicidad sincera, en la que pudiéramos admitir nuestra funesta naturaleza y convertirlo en algo positivo si era posible.

El que habló, tartamudeando un poco al inicio, e hizo físico el pavor, lo volvió todo una realidad palpable, afincando como nunca la herida todavía abierta en nosotros. Dijo el dolor de la herida: no hay escapatoria, esto tiene que pasar. El que dio el paso al abismo fue un hombre simplón, al que apenas podía recordar; un hablador sin sentido, un humorista, un payaso. Un hombre. Uno que temía y temía por su familia y por sus hijos y por su esposa. Ya he olvidado hace muchísimo tiempo sus palabras, pero nos recordó que el temor era real.

Preguntó: ¿Hay más criaturas diabólicas? ¿Cómo nos protegeremos de ellas?, me miró a mí y vi que necesitaba un guía, que no confiaba en Jael, porque ella habría sugerido que la voluntad de los ángeles dictaría lo que tenía que suceder. Si debíamos morir a mano de las bestias que así fuera. Ella creía, me figuro, que los ángeles serían incapaces de dejarlos a la deriva, pero diría eso y hablaría de cómo sus planes eran imprevisibles. Nos recordaría lo bueno que habían sido con Adán y Eva.  Este hombre, el humorista, el padre que no había sido convencido por los fuegos fatuos ni por los ángeles, me miraba a mí que había derrotado a una cría del demonio y me pedía que lo guiara. No lo hacía a viva voz, porque había quienes me temían. Joder, yo mismo me tenía miedo, no comprendía nada de lo que pasaba. Solo sospechaba algunas cosas, solo tenía cierto ángulo de una situación que era difícil de explicar.

Ante mi silencio, otra persona me cuestionó:

“¿Y si él está de lado del demonio? ¿Qué pasa si terminamos siendo comida de bestias por seguirlo?  Quién sabe qué quiere este hombre… ¿Es este el Absalom que conocíamos?”

“¿Y cuál es la alternativa, esperar a que nos maten todas las bestias?”

De esto nació una acalorada discusión, algunos se agarraban violentamente, sacudían a otros tratando de hacerlos comprender. Yo no decía nada y Jael sonreía complacida del desorden que había nacido gracias a mí. Estoy seguro de que intentaría culparme de la discordia, diría que todo era plan de Satán y que yo claramente solo quería verlos a todos muertos.

“Tú puedes guiarnos, ¿cierto, Ab?” Me preguntó Anah y yo asentí distraídamente.

“¡Silencio!” Grité…

“Antes de que estuviéramos en esta sucia tierra, llena de peligros y oscuridad”, dijo Jael, interrumpiéndome.”Vivíamos en el Edén. Eso fue hace muchísimo tiempo y yo no había nacido aún.”
Todos se quedaron atónitos. El Edén era para nosotros una vieja historia sobre lo hermoso, lo ideal, lo que habíamos perdido a causa de nuestra curiosidad. El pecado original.

“Pero Eva fue tentada por la serpiente, por Satán mismo. ¿Quién imaginaría que sería un propio ángel el que provocaría que cayésemos en el pecado original? El más hermoso de los ángeles, uno de los ángeles más alabados incluso por sus iguales,   fue el que nos sacó del Edén. Incluso ellos sufren castigos. Tal como nosotros fuimos condenados a vagar por la tierra, llena de misterios y bestias, ellos fueron condenados a caer del cielo. No era solo Lucifer el ángel corrupto, él y todo un grupo de ángeles son los enemigos del cielo. Nuestros enemigos. Lucifer es Satán.  Absalom, por favor, deja que los ángeles te libren de este mal. Has sido mancillado como fue mancillado Caín.  No intentes envenenarnos, no seas ahora tú la serpiente.”

La gente ahora estaba más aterrorizada que nunca… yo junto a ellos. ¿Era falso todo lo que me había dicho Lucifer?   Todo encajaba, sin embargo, esa horrible verdad no corregía nada. Solo nos espantaba, los espantaba a ellos que apenas ahora podían observar un poco de la luz que yo ya había observado. Al estar en la oscuridad, se veían cegados. No podían escoger por ellos mismos. Anah me preguntó temerosa: “¿Es eso verdad?”

“Tal como tú, lo acabo de oír. No tenía ni idea. ¿Pero no has visto todo lo que nos promete? ¿No quieres ver la luz? ¿Qué nos han ofrecido los ángeles? Lucifer debe haber tenido sus razones… Mira, Anah, he sido marcado.” Y le enseñé mi mano.”¿Crees que estando así tengo otra opción que seguirle? Decidiendo no seguirle, podría seguir oyendo su voz. Quién sabe a qué cosas podría obligarme, cómo podría seducirme. ¿Qué opción me da Jael además de la muerte?

“Y aún así...” Esta vez hablé alto, entre el miedo que hacía que todos apretaran sus dientes en silencio.”¿Qué nos han ofrecido los ángeles? Nada. No es hasta ahora que sabemos que Lucifer era Satán. ¿Cómo podíamos defendernos de esto? No había forma, Lucifer, sin embargo, me ofreció el fuego que ustedes vieron. No es todo un día soleado. Reconozco que algunos fueron espantados, yo solo les doy la opción de creerme. Vieron como maté a esa criatura demoniaca, más de ellas se encuentran en los bosques, Lucifer me advirtió.” Mentí.”¿Acaso los ángeles nos han advertido de este mal? No… de otra forma, este mal solo se esparcirá. Es momento de decidir a quién hay que creerle.”

Toda la situación era un enredo lleno de espinas. Tuve la consciencia de que más de uno saldría herido. Habría muertos. Entre la acongojante tensión, alguien dijo que aunque discutir todo esto era menester, igual lo era comer y hacer los deberes diarios. La gente necesitaba todavía tiempo, normalidad. Un ancla que los mantuviera cuerdos, en cualquier momento el destino se nos tiraría encima y no tendríamos más remedio que continuar, fuera esto una masacre, una horrible discusión, el fin de la humanidad, era indiferente. Toda la aldea estaba paralizada por un solo pensamiento. ¿Qué decidir?

 Y en eso, Lucifer me dijo que llevara a Anah hacia el bosque, cuando la noche cayera. Me pregunté qué tanto ayudarían los ángeles a Jael, si siquiera la ayudarían como a mí me ofrecía ayuda Lucifer.

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Conflictos, teorías conspirativas y dinosaurios. ¡Todo eso y más! En... Ok, no.
Las verdades oscuras comienzan a salir a la luz. La tensión asciende, la cuerda está a punto de reventar.  Cae un elefante de la cuerda y luego el efecto dominó comienza, fichas del tamaño de elefantes comienzan a caer. El público se histeriza y el caos cunde mientras los payasos tiran cáscaras de banana y bolitas al piso.  O algo así.


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Caín: El Segundo Fruto Prohibido 3ra Parte

Observé oculto tras unos arbustos, la forma en la que la gente se horrorizaba. Sus expresiones daban miedo, algunos lloraban. Pedían a gritos que los ángeles vinieran a bendecirnos con su presencia, así el siniestro sino que nos cubría desaparecería. Las mujeres escondían a los más pequeños, inseguras de lo que sucedía como tal. Muy poca gente se atrevía a ver a la bestia. Salí y oí entre los comentarios de las personas, lo que decían haber visto.  

Un perro horrible, ¿dos cabezas? No. No tenía dos cabezas, pero bien pudo haberlas tenido… son puros huesos carbonizados, ¿qué se puede saber? ¿Es un peón de Satán? Seguramente…el primer demonio que veían… No. Las primeras pruebas de un demonio, se corregían e intercambiaban sus opiniones. Todos intentaban dar sus teorías sin parecer expertos. No querían que dudaran de ellos, que creyeran que eran ellos aliados del terrible Satán. Aquel que opone a los de alas argénteas. 


La gente me miraba… con sospecha. Se apartaban de mi camino. Preguntaban los más salidos: ¿esa fue la criatura que viste, eh, Ab?... yo asentía por momentos, pero estaba ido. Solo seguía moción tras moción, sin saber muy bien nada. ¿Qué creerían de mí? ¿Qué pasaría conmigo? 


Finalmente, llegué a donde estaban los huesos carbonizados que habían traído. Poco se podía concluir de esto. Lo que sugería era digno de una pesadilla. Sus zarpas ennegrecidas, su cráneo bestial, en pedazos, también ennegrecido. Los huesos de sus patas… no me quería imaginar lo que ellos creían, porque sin duda alguna era más terrible que la verdad. Si la verdad fuera expuesta en toda su envergadura, solo así ellos podrían comprender que la bestia era solo la mitad de fúnebre que la realidad.


“LOS ÁNGELES TE HAN BENDITO, ABSALOM, TE HAN PROTEGIDO DE SATÁN.” Dijo uno, pero otro le contrario. 


“¿Cómo podemos estar seguro de eso? Y si en cambio, es aliado de él y por eso… mira esas flamas… Flamas del infierno, solo flamas del infierno podrían haber rostizado así a un animal” 


“¡Absalom! ¡Dinos qué pasa aquí! ¿Qué pasó la noche anterior?”  preguntó Anah, en su cara se leía una preocupación profunda. Un pavor que no podía ser descrito con palabras. Quise besar sus labios, abrazarla. Ella era todo lo que me hubiera gustado tener de no ser que realidad fuera tan distante a la que habían pintado los ángeles. Si no fuera todo tan difuso… No podía mirarla a la cara y decirle lo que había pasado. Sentía mis piernas temblar y un vacío crecía en mi corazón; el no saber qué hacer. ¿Decirles y exponerles la verdad…? Jamás. Era increíble. 


Allí, atrás de la multitud, pude ver a la vieja. Sus ojos no pudieron ser más terroríficos. Sus sospechas ganaban nueva vida. 


Ante los murmullos de la multitud, de los gritos que se opacaban entre sí, no contesté nada. Miré la evidencia, absorto. No le presté mucha atención tampoco a cosa alguna. Rumiaba mentiras, verdades incompletas, discursos que eran solo un circunloquio. ¿Qué podía hacerles comprender?  La marca en mi palma izquierda ardió un poco y oí la voz… irreconocible, fantasmagórica. 
 

“¡Vamos Absalom! Diles lo que sucedió… Háblales de tu poder. Diles que los guiarás. Que la sombra que deja tu cuerpo al avanzar hacia la luz, es el camino que hay que seguir. Diles y enfatiza que hay que encontrar la verdadera Fe, el verdadero Amor, tras mirarse uno mismo profundamente en la oscuridad. Un espejo que te enseña todos los horrores. La verdad. No una fementida mentira que han contado los impostores diurnos. Absalom, ¿no quieres proteger a Anah?¿Acaso podrías haberlo hecho antes? ¿No quieres proteger a tus consanguíneos?” Miré allá en el cielo, su tono naranja y a un sol débil. Hallé a la luna asomándose y pensé en todo… Nada tenía sentido y la marca ardía, era un dolor molesto. Agudo. Agudísimo, de hecho. No encontraba explicación alguna a cómo lo soportaba.  

Lazos de color rojo salieron de mi palma y representaron un fuego. Hubo silencio. Se escuchó lo que decía la naturaleza y el fuego crecía lenta y dolorosamente en mi mano. Todos observaban anonadados. Fue esta la llama más hermosa que se pudo formar. Flameaba a veces en tonos rosáceos, proponía al lila y a veces parecía azul o blanca. Creció tanto, mucho más que la que consumió a la bestia. La de Lucifer palidecía ante esta… Su baile te sugería un cariño, una inocencia de alma, una magnificencia divina. El crepitar era uno elocuente y que recordaba a quien lo oía de la gentileza, el honor, la belleza de la vida. 
Yo sonreí y de esa corta sonrisa, nació una risa corta de incredulidad. Una doble faceta. Me sentía inconmensurablemente triste, pero ahí sonreía y reía de la manera más genuina posible. 


El fuego provocó un incendio de un silencioso crepitar. La llama se extendía de una manera preternatural, rodeaba, abrazaba a quienes estaban a en rededor. Creaba fuegos fatuos del puro aire. Iluminaba la caída de la noche y hablaba en cientos de voces. Cada una de ellas les infería un hermoso paraíso… 


Se oyó un grito. Un grito de pánico, el pánico había cubierto la cara de aquel hombre y era su expresión la de alguien que ha visto a la muerte y tiene total seguridad de que el final está respirando sobre su hombro. Oí lo que le había murmurado la llama, porque lo que decían eran mis pensamientos y las visiones que vislumbraban eran mías.  Un centenar de voces que se habían escurrido de mi mente a los fuegos y habían sido descritas de las formas más bellas. También mis temores,  repulsivos y odiosos, habían sido exagerados de tal forma que sugerían las más funestas visiones. Comprendí el temor de todos los que temían, porque era mi temor vaciado en ellos. Comprendí sus risas, sus alegrías, sus esperanzas, porque eran igualmente mías.


 Más temprano que tarde se escucharon más gritos,  entre ellos se escuchaban carcajadas y canciones de camaradería y solidaridad. 


Sentí un brazo intangible rodear mi hombro y oí su voz. 


“Buen trabajo.” Seductora. La voz de Lucifer había adquirido un cariz femenino. 


Fui hacia Anah, atravesando un festival de luces, gritos y risas. La encontré risueña, hermosa como nunca. Saltó hacia mí, me besó, ese fue el primero de nuestros besos, tierno, el siguiente  fue más apasionado, sexual.  Deduje que mis pensamientos habían sido introducidos en ella y había encontrado mi amor laudable, había sido seducida. Encontré en la concupiscencia del beso mi amor y lo compartimos. 


Fui asaltado luego por todos los horrores y placeres y risas de la multitud en un solo momento. Una implosión que hizo que mi mente se cansara, pero todos se veían igual de amodorrados. La algarabía calló. 


Jael, la antigua, la viejísima, estaba de pie. Se le notaba más vieja que nunca o tal vez éramos nosotros más jóvenes que nunca, rejuvenecidos muchos por el placer y la convivencia humana. Ella no lucía cansada como nosotros, lucía furiosa, juntaba sus manos muy fuerte y oraba a los ángeles. Recitaba sus nombres, los adornaba con palabras y describía sus logros.  Sus ojos ardiendo con rabia, su boca sin dientes apretándose tanto que tal vez sus encías sangraban por la presión….


“¡Tú no eres Absalom!” Gritó, histérica, al fin callando sus murmullos. “Lo vi. Vi al demonio a tu lado… ¡No tentarás nuestras almas! ¿No es así, mis hijos?”  Su voz fue al final maternal, enternecedora. Nadie intentó contestar su pregunta, había mucho cansancio entre la gente. Algunos dormían. Se podía decir que éramos solo nosotros dos, Anah se sostenía de mi brazo apenas consciente, parecía una niña invadida por un profundo sueño.


“Eso lo tiene que decidir la gente, Jael. Si creer tus torcidas palabras, tus engaños… o si han de acudir hacia lo verdadero, terrible y hermoso como es. ¡Los ángeles de la noche nos ofrecen la verdad! ¡Conocimiento para combatir las sombras y a criaturas como el perruno secuaz de Satán!” 


“¿Qué dirán los ángeles de esto, ah, Absalom? ¿Te lo has preguntado?” 


“¡Mentiras! Solo dirán mentiras, porque es lo que han hecho desde nuestra creación. Nunca nos han protegido, han dejado que nos estrellemos sin advertirnos del peligro real. Solo haciendo vagas sugerencias. ¿Qué podemos saber nosotros si ellos solo nos dicen lo que no debemos hacer? ¿Eso nos hace más sabios? No… nos deja con la curiosidad, lo más humano de nosotros. ¿Cómo aprendimos a curarnos con plantas, si no fue por curiosidad, por ensayo y error? Los ángeles diurnos no quieren guiarnos. Se divierten al vernos estrellarnos entre nosotros, en nuestra ceguera colectiva.” Mentí, me sentí atrapado en una encrucijada, en lo que quería decir realmente y lo que Lucifer quería que dijera. Seguí al hermoso ángel, por supuesto. ¿Qué es una mentira por el bien mayor? Hay tantas mentiras entre la verdad, entre nuestra historia. Algunas nos han protegido, otras nos han sumergido más. Confiaba en plenitud en Lucifer.


La vieja no contestó nada, estaba desconcertada. 


“Los ángeles diurnos no se atreverán a venir aquí. Le temen a la noche más que nosotros mismos.” Pero veía una mano brillar tímida en su hombro... Justo como ella había vislumbrado a Lucifer. 


Las gentes se levantaron, sin saber nada,  sin entender cosa alguna, se avivó una enemistad con energías renovadas. Discutían entre ellos sobre los ángeles, sobre lo ocurrido, sobre los nuevos ángeles. La gente se acostó con el miedo de una discusión mayor en sus corazones. Con la certeza de una división irremediable. Familias separadas en vid de la verdad.  Anah entre mis brazos, feliz. Yo los guiaría,  pensaba, yo los guiaría… 


***

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A los 5 años aprendí a leer. Un gran logro para mí como niño. También a contar hasta 100 y a preguntarme qué tan grande podía ser un número. Escribía unos seguidos de muchísimos ceros en papeles y hasta en las paredes y preguntaba si esas cantidades tenían nombre. Nunca supe si lo tenían o no, pero supongo que tampoco importa.


Hoy cumple 5 años Errror de Imprenta, este blog y todo lo que nos trajo hasta aquí. Son 5 años de la conversación de amigos que dio origen a este proyecto que a pesar de las dificultades se ha mantenido activo. Pero Errror de Imprenta no es un niño, mucho menos una persona. Para andar y lograr objetivos comparables a lo que para un niño es leer o contar hasta cien, se requiere el esfuerzo de más de uno.

Es por eso que en este 5to aniversario nos sentimos tan emocionados como si fuésemos niños de cinco años y tuviéramos una gran torta de chocolate, con decoración de algún héroe infantil de la época en la mesa, esperando a soplar las 5 velitas (porque aún se pueden contar y es sencillo colocarlas) y pedir como deseo ser más grandes y mejores el próximo año...

La naturaleza humana, amiguitos, ¿qué es? ¿Un muffin disfrazado de dinosaurio intentando aterrorizarnos? Bien puede que lo sea. Bien puede que sea algo maleable como Majin Buu.  En fin, aquí está la segunda parte de este relato de no sé cuántas partes.


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Caín. El Segundo Fruto Prohibido 2da Parte

Este fuego que ves en mi mano, es tan solo una fracción de nuestro poder. Absalom.  Nosotros jamás les haríamos daños a nuestros amados humanos. Este fuego, es el fuego que los protegerá. Este fuego significa esperanza. ¿No ves como brilla en la oscuridad? ¿No te parece hermosa la forma en la que arde este fuego? Nosotros, Absalom, te podemos prestar parte de nuestro poder, porque así somos los ángeles de amables. Te ofrecemos un calor… humano, cándido ante la violencia del fuego natural. Confía en nosotros, oye nuestras palabras… Predicaremos la verdadera Fe de Dios. Y tú serás nuestro primer pastor. Sin preguntármelo dos veces, asentí y me acerqué a él, porque todo sugería que eso era lo que debía hacer. Mi mano se acercó al fuego y lo sentí crepitar y sentí mi mano arder. Me sentí engañado, pero el ardor,  la forma en la que quemaba… no era dolorosa. Lo fue en un primer instante, más pronto fue placentero.  Entonces el fuego estuvo en mis manos y en verdad vi que sus llamabas eran hermosas y bailaban de una forma extraña e hipnotizante.   Le di, entonces, mi mano derecha a Lucifer. Pero yo no le prestaba atención a mis acciones, solo al fuego. Se la di y sentí otro ardor, uno más preciso que parecía ir dibujando una forma, al final cuando dejó el tatuaje, la marca ardió mucho más de lo que había ardido al inicio e incluso más que el fuego. Perdí la concentración, caí al piso y grité, la oscuridad me absorbió y todos los ángeles desaparecieron tras el gruñir de la bestia y tuve miedo, me sentí desolado. Y la marca ardía tanto, la marca ardía tanto que no podía ni siquiera pensar en otra cosa que la marca.

¿Me sentía traicionado? Me hubiera gustado sentirme traicionado, pero tras el inexorable dolor vi unos ojos que brillaban en la oscuridad. Ojos de bestia. Oí el gruñido de nuevo. Me sentí rabioso, de alguna forma, sentí que el ardor que nacía en mi palma, ardor inhumano, emulaba la rabia de la bestia y le daba forma a mis pensamientos.

Sentí el fuego y me sentí sumamente cansado también. El gruñido se hizo inconsistente tras el avanzar de sus patas y el fuego entonces nació de mi mano. Este  no era un fuego dócil y cándido, este era avivado por ese dolor, por esa rabia, por la impotencia humana. Me sentí más humano que nunca, más débil que nunca ante lo horripilante de la bestia.  Y sin embargo allí estaba el fuego en mi palma, gigantesco, enorme e imposible y la bestia estaba frente a mí, ahora agazapada y temblando de miedo, su pelaje erizado. Mi humanidad no pudo contra el perdón que imploraba la bestia.  ¿Acaso se lo merecía? No. Claro que no. Era un ser que iba en contra del orden de las cosas.

Pensé, pero mi voz me ganó: Consúmete en el fuego,  imposible bestia.  Y el fuego se abalanzó hacia ella y la consumió y el fuego fue una vez más increíblemente cálido y hermoso de nuevo. Caí en un sueño profundo y soñé con el hermoso futuro que caería encima de nosotros los humanos.

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Al  día siguiente, al llegar a la aldea. Todos me miraban como si caminara un milagro entre ellos.

“¡Te creímos muerto, Ab!” 

En la oscuridad yacen cosas horribles, es cierto. 

“Esto es un verdadero milagro. Comentó otro”.

Todos se acercaban a mí y besaban mis mejillas y las mujeres intentaban limpiar mi cara, llena de mugre.  Yo apretaba mi mano, escondiendo la marca, y temía… no sabía qué sacar de todo lo experimentado. Si eran ángeles… verdaderos ángeles, si había un verdadero Dios. Si todo esto era real, la amabilidad humana, la bondad. Yo había quemado a esa criatura horrible, es verdad. Sus ojos, sin embargo, habían dejado de ser los de una bestia.  Parecía incluso mansa.

Recordé al terrible Caín. ¿Cómo podíamos ser los humanos buenos tras un pasado tan oscuro? ¿Había sido Adam un verdadero líder? ¿O solo otro  hipócrita? ¿Había matado él mismo a Caín? La muerte de un hijo por celos del altísimo…  Adam lo debía haber matado y si él había matado a su hijo. El primero de los primeros, ¿qué quedaba para nosotros? ¿Eran los ángeles que aparecían rara vez entre nosotros verdaderos portadores del mensaje?… no lo sé.

Lloré, y todos pronto entendieron que me sentía perdido y que todavía tenía miedo. ¿Qué podían saber mis coterráneos? Estaban en una oscuridad más terrorífica que la mía.

“El verdadero milagro”, dije entre sollozos, “es que hayamos podido resistir el terrible porvenir hasta ahora.

“¿Podremos más tarde?” Me cuestioné, pero mi voz me traicionó y todos se sintieron extrañados y atemorizados. 

“¡Basta de drama! No nos alimentaremos de eso. Hay que trabajar, todavía es temprano en la mañana.” La anciana que hacía de matriarca exclamó mientras agitaba su gran bastón. “Absalom,” dijo, una vez no hubo nadie sino yo, arrodillado, y ella, gigantesca en su pequeñez, “me has decepcionado. Esperaba más de ti. Los altísimos me habían comentado sobre tus aptitudes de líder, me habían dicho que nos harías orgullosos. ¿Y qué has hecho, qué ejemplo le das a los más jóvenes? Que está bien andar por ahí, por la noche, y que puede llegar uno sano y salvo…”  Hizo una pausa, como pensando lo que justo había dicho y preparando sus próximas palabras. La mueca de consternación se hizo visible antes de que dijera algo más.

Noté rabia… sentía el ambiente del pueblo como de sueño, como si no fuera real. Nada de esto, esta aura de seguridad, inocencia, incluso, podía existir en comparación a esa oscuridad. A ese miedo. Sin embargo, daba por seguro que no era el primero en experimentar la discordancia entre lo que se solía vivir en esta aldea y lo que era el mundo en realidad. Claro, había enfermedades. Uno que otro hombre había muerto presa de un depredador, pero estando juntos nos protegíamos y eso había bastado hasta ahora… hasta ahora…

“¿Qué pasará si todos los niños empiezan a salir por las noches? Si todos los hombres se van y nos abandonan, buscando quién sabe qué… Aventura, satisfacer la inmunda curiosidad que nos ha traído tantos males. Ellos nos enseñaron  lo que debíamos saber, nos dijeron lo vital y aún así, después de traicionarlos, nos tratan con ternura. Sus rostros son impenetrables, es verdad. Pero hay sin duda amor en ellos, ¿no lo sientes, hijo mío?” Su mano llena de arrugas y cayos, áspera, rozó mi rostro y vi que en sus ojos no había compasión, no había cariño; había sospecha, desconfianza. Me sentí asqueado, pero mi rostro estaba sucio de mugre, lágrimas y moco seco. El dudar de ella, en cierta forma, el sentirme asqueado de ella, era rechazar a lo que los ángeles querían. Recordé los ojos de los ángeles diurnos y en sus ojos, en el trato hacia nosotros, no encontré más que una profunda decepción. Un cansancio eterno y… un amor igual de eterno. 

“¿No estás herido?” Preguntó.

“No…” contesté. Su sospecha se avivó como nunca. 

“Tal vez es mejor que descanses por hoy, quién sabe lo que de verdad te haya sucedido.” 

“No. Trabajaré, lleva mucha razón abuela Jael” le dije por cariño, no compartía yo la sangre de Adán, como ella sí, por parte del difunto Seth. “¿Qué ejemplo doy a la gente si estando sano y tras un tonto desvarío obtengo descanso?” Ella sonrió y yo sonreí de vuelta.

Así pasó un día de ardua labor, había comentarios, preguntas y respuestas vagas de mi parte. En el descanso del medio día, me alejé de todos y comí una ración pequeña, intenté revivir el fuego en vano. Oí un escándalo después, mientras todos comían… El perro muerto. Tenían que haber encontrado sus huesos carbonizados.

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¡Hola! ¡Paul está de regreso! Vuelvo a empezar el proyecto de "Cursivas" en Errror de Imprenta. Una historia ligera, juvenil. Eso es todo lo que diré por ahora.


Cursivas - Diario Impopular

Queridas Cursivas:

Hoy inicia un nuevo comienzo. He decidido dejarlo todo y a todos. No es que los odie ni mucho menos, pero este viaje es solitario y  nadie puede acompañarme en él. El mundo se distorsiona y las letras, los colores, los sabores, las emociones y las canciones son distintas. Los rostros  se han deformado, creando seres grotescos que no puedo reconocer. Escucho sus voces, su tono intenta ser amable, condescendiente, mas no les hago caso. Ya no puedo hacerlo, no hay vuelta atrás. He recreado el lugar en el cual vivía, lo he convertido en algo con lo  cual ya no tendré ningún cariño. ¡Ya no más!


Por cierto, si es que alguien está leyendo estas líneas (aunque lo dudo, ya que no dejaré que nadie lea este cuaderno, pero cualquier cosa puede pasar), “Cursivas” no es un diario. Es un cuaderno de pensamientos libres y sueltos. Se puede hacer y escribir cualquier cosa, en cualquier momento. Así que en vez de estar  husmeando en los objetos ajenos, ¡consíguete tu propia “cursivas”!

-

Durante varias semanas, Shaun había notado un cambio muy  particular entre sus compañeros de clase. Todo empezó cuando el profesor de Psicología, que también era su tutor, les invitó a que escribieran un diario.  El tema no surgió de la nada. Todo empezó cuando él hablaba acerca de la importancia de conocerse a sí mismo, de saber lo que uno siente y piensa, ya que la adolescencia es una etapa con cambios, con emociones cambiantes,  sensaciones nuevas y cambios físicos.

Los jóvenes estaban tan cansados de la típica charla que el aula se inundó de un sopor  evidente,  incluso el profesor empezó a bostezar.  El profesor detuvo su discurso para regañar a varios alumnos que empezaron a arrancar hojas de su cuaderno y convertirlas en bolas de papel. Cuando el maestro se disponía a reanudar su charla, una alumna levantó el brazo e hizo una pregunta que parecía fuera de lugar.

- ¿Qué es un diario? – preguntó con un poco de vergüenza.

Un par de alumnos empezaron a reírse, ya que sentían que la pregunta era demasiado ridícula y obvia. Sus risas se apagaron al percatarse que nadie más aparte de ellos lo estaba haciendo. Luego de unos segundos de silencio, el  maestro suspiró.  Tomó el plumón acrílico y escribió dos palabras: “Vida diaria”. Les explicó de manera breve que el diario era un cuaderno exclusivo para escribir los acontecimientos que ocurrían en su vida diaria, nada más. No importaba la cantidad de hojas escritas, la caligrafía y la ortografía, lo importante era escribir un poco de su día en ella. Inclusive se podía dejar algunos días sin escribir. Todo eso dependiendo del escritor. Al final, aprovechó para conectar el tema que había estado hablando al principio con el  de los diarios. La charla se convirtió en un debate que duró el resto de las horas que le correspondía al profesor. Incluso después de tocar  el timbre del recreo, la mayoría de alumnos aún discutían entre sí sobre los diarios.

Al día siguiente, varias alumnas empezaron a traer a la escuela cuadernos muy coloridos, con  imágenes de algún cantante pop actual. Ellas juntaban sus carpetas y compartían sus diarios en un acto de confianza. En algún momento, una de ellas soltaba una risita que era aplacada por la propietaria del cuaderno. Luego, otra de ella no pudo aguantar más y leyó algunas líneas del diario de una tercera. Esto hizo que el aula entera comenzara a tomar  un  interés más profundo hacia  los diarios, y no como la conversación interesante de un día.

No tardó mucho tiempo para que los diarios se pusieran de moda en el colegio. La moda fue tal, que los vendedores ambulantes que esperaban a sus jóvenes clientes a la salida, empezaran a vender cuadernos con tapas aún más llamativas, con una correa y un minúsculo candado que impedía la lectura no autorizada.  Ese nuevo modelo de diario captó la atención de la clientela femenina y los diarios tomaron tanta fuerza, que algunos chicos también se animaron por conseguir uno.

A diferencia de las chicas, los hombres no escribían su vida diaria, sino que a veces escribían chistes o algunas cosas que escuchaban por allí. Otros colocaban trucos de algunos juegos o hacían toda clase de actividades no tan relacionadas con el asunto del diario. Aun así, el tema del diario influyó tanto en el alumnado, que no tener uno significaba el aislamiento social.  Es por ello que los más pobres, buscaban algún cuaderno de un curso del año pasado, les quitaban las hojas usadas, les quitaban el forrado y colocaban con lo que podían las palabras “Diario”. Uno de ellos se entusiasmó tanto, que escribió 8 hojas, contando las cosas que había hecho una semana antes, para así decir que ya había tenido un diario desde antes que le hubiesen preguntado pero por falta de memoria, lo había olvidado.

Shaun había visto esta moda con molestia, incluso con indignación. Para él, escribir era un don único del cual sólo los mejores, los más hábiles y dotados en el arte de la literatura podían plasmar sus ideas. El resto de personas que osara manchar el nombre de las letras escribiendo cualquier otra cosa, merecía ser colocado en el cepo, en la horca, en la silla eléctrica o en algún otro método de ejecución.

Al principio, Shaun se había salvado de las preguntas inquisitivas por parte de sus compañeros de salón –ya que el fenómeno “Diario” se había originado en su clase, 3ro “C”- , pero ya no pudo pasar desapercibido cuando la moda se esparció por todo el colegio. Sus amigos le decían que tener un diario era lo mejor, que por qué no te consigues uno, Juanito usó el cuaderno de arte del año pasado y nadie le ha dicho nada, tu familia trabaja en una imprenta, de seguro que tu viejo te puede hacer un diario bien chévere, por qué no le dices que nos haga uno a nosotros, ya pe’, dile a tu viejo que nos cobre barato, oye, para mañana no te olvides.


El tema del diario se volvió cada vez más frecuente, tanto que el propio Shaun se enojó y les dejó bien en claro que no se prestaba para esa clase de modas y que detestaba todo lo relacionado con los diarios. Sus amigos guardaron silencio y no le volvieron a tocar el tema. Está actitud causó que Shaun fuese aislado del grupo por todo aquel año. Nadie en el salón le volvió a hablar, incluso cuando la moda de los diarios desapareció. Incluso cuando las memorias quedaron olvidadas en un rincón, escondido entre otros libros, debajo de la almohada, detrás de la mesa de noche,  en la casa de algún primo, usados como bloc. No le hablaron cuando tuvieron que realizar un trabajo de grupo y les faltaba una persona, ni cuando se realizó una colecta para entregarle un regalo al tutor por su cumpleaños, ni cuando fueron de paseo a las afueras de la ciudad, ni cuando nadie hizo la tarea, ni cuando acabaron las clases, ni cuando se reunieron en vacaciones para saber cómo les había ido y tampoco cuando empezó el nuevo año escolar y la mayoría de ellos volvían a ser compañeros de salón. Shaun quedó marcado como el antisocial del grupo, pese a que él nunca volvió a tener una actitud negativa.

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¡Malditos diarios!

Shaun cambió de personalidad .Se volvió más huraño, más distante, más frívolo, más insensible, más silencioso, más solitario. Pasaba todo el día leyendo cualquiera de los libros que encontraba en casa. Desde libros de cocina, libros de informática, libros de matemática, libros de historia, revistas, folletos, periódicos e incluso leyó la Biblia, el Corán, el Libro del Mormón,  hasta unos cuantos libros que le regalaron unos Testigos de Jehová.  Cuando no leía, ayudaba a sus padres en algún quehacer o recado. Y cuando terminaba de hacerlo, retomaba sus lecturas diarias. Los días pasaban y el nuevo año escolar le pareció igual de tedioso que el anterior.

Agradecía a los diarios por haberlo alejado del resto.  Al final de cuentas,  estar solo le producía una sensación más satisfactoria, un nuevo ritmo a su alma, una libertad recuperada, como el animal que es soltado de su cautiverio y llevado a su lugar de origen, la selva, el aroma de lo natural, fresco, puro, único.  Y pese a todo, algo faltaba. No podía entender por qué a veces miraba con un poco de melancolía aquella prisión a la que llamaba “sociedad”. ¿Acaso los extrañaba? ¿No eran sus conversaciones de lo más superficiales? Cosas como: Ayer me comí un pollo a la brasa con mi familia, estuvo muy rico, vi a Juanito conversando con Pedrita en el parque, estaban tan juntitos, que ya parecían novios, hoy juegan la final, ¡la final!, hay que ir a la playa mañana,  habla, ¿te apuntas?.  Nadie le hablaba ni de libros ni de historias. A veces le hablaban de alguna película que por coincidencia, era la adaptación de una novela que Shaun había leído. La conversación tomaba un nuevo color,  hasta que llegaba alguien más y le preguntaba si había visto en las noticias al perro que interpretaba una canción de Michael Jackson con sus aullidos.

Dicen que los genes influyen en el comportamiento de las personas, los hijos en algún momento mostrarán comportamiento, actitudes e incluso puntos de vista similares a sus progenitores. Y, como si se tratara de un fino hilo que los unía, Shaun terminó convirtiéndose en la copia exacta de su padre a la misma edad, 14 años. La primera que notó este cambio  fue su madre.

Su madre le contaba con mucha alegría que conoció a Enrique en una librería. Al principio ella creía que él estaba dando una ojeada a un libro, pero al acercarse más, se percató que revisaba las hojas, las estiraba un poco, pasaba la hoja y repetía el proceso. Al finalizar, lo cerraba, miraba el empastado y lo dejaba en su sitio. Se enamoró  a primera vista.  A partir de allí, ella adquirió  una atracción, una sensualidad nueva hacia los libros. Todos los días iba al mismo sitio, a observarlo, pero la timidez la cegaba, haciéndole coger el libro más cercano y empezar a leerlo. Al no conversar con él, ni siquiera saludarse, ella empezó  a reflejar  todas esas  emociones que empezó a sentir por Enrique en los libros, creando una fascinación mayor por la literatura. El género no importaba, siempre Enrique era el protagonista, el bueno, el que salvaba la situación. A veces, las historias no eran tan felices y el personaje con el cual Enrique era relacionado, sufría alguna tragedia, lo que la exaltaba. No faltó mucho tiempo para que  Mónica, la madre de Shaun, se convirtiera en la silenciosa compañera de las tardes después del colegio.

Shaun escuchaba eso sin emoción, ya que su padre ahora era distinto. Todas las mañanas se despierta  temprano y en silencio inicia con sus labores. Besa a su esposa aún dormida, se asea, toma las llaves de la mesa de noche y  se dirige al último piso a alimentar a Carmelo. Es un  gallo que compró desde muy pequeño y que cuida todos los días como su luchador estrella, a pesar que  jamás ha pisado una arena de pelea, usado navajas o picoteado a otro gallo. Mientras le va colocando el alimento en el dispensador, le canta una canción o le recita un poema, a lo cual el gallo le contesta batiendo sus alas o soltando su cantar matutino.  Al terminar con el ave, Enrique desciende hacia la segunda planta, donde se encuentran  algunos materiales que usan para la imprenta. Revisaba el lugar y verificaba que los roedores y las polillas no estuviesen husmeando, no se confiaba con las medidas preventivas que siempre tomaba.  Al ver que todo estaba listo, cierra el almacén con llave  y cerrojo, esta vez sube  al tercer piso, en el cual vive la familia, toma un libro cualquiera y  lo lee  hasta que su esposa llamara a la familia para tomar desayuno. Y todo esto lo hace sin soltar suspiros o molestarse, a veces incluso silbando.

Shaun siempre creyó que su padre era un adicto al trabajo, un esclavo del capitalismo que trata de ocultar su opresión con una sonrisa falsa, para así hacer más llevadera  su tortura.  Ahora, recordando la historia de madre y otras situaciones más que ella le había contado, lo miraba diferente: ¿Acaso era el rostro de una persona que trabajaba en lo que le gustaba? ¿Cómo logró encontrarlo? No quería preguntárselo a su padre, deseaba resolver esto solo.  Y mientras pensaba en ello, empezó a buscar coincidencias, pistas, razones, recuerdos y sazones que lo guiaran en la búsqueda de la verdad, de su verdad.  Continuó avanzando por la rutina de su padre: Luego de ir a desayunar, iría a cambiarse y buscar su ropa de trabajo. Descendería al primer piso, no sin antes llevar el libro que se encontraba leyendo en la mañana y se despedía con otro beso para su esposa y un golpecito  en el hombro para su hijo.  Ya en el primer piso, encendía todas las máquinas que se encargarían de la labor y  dirigía su vista hacia el reloj,  muy probable serían las 8 de la mañana,   lo que indicaba algunos minutos más  para que sus ayudantes  llegaran.  En vez de arruinar  tan temprano su  día, decidía empezar con las labores él solo e iniciaba con la impresión de los folletos y revistas que habían quedado por terminar  el día anterior.  Ya a las 8 más treinta, empezaba a llegar Pedro, un hombre bajo, algo panzón y con la mirada  hundida. A diferencia de su padre, Pedro no es muy entusiasta para el trabajo, pero le agrada tener a un jefe tan comprensivo y es por eso que puede llevar todo con calma. Al rato llegaban los hermanos Jimenez, brazos fuertes del grupo. Ellos se encargaban de la labor más pesada del trabajo, cosa que no les causaba ninguna dificultad. Levantaban paquetes enormes de papel con sus propias manos y llevaban los encargos a los clientes grandes. Una vez, Shaun tuvo que reemplazar a uno de los Jimenez porque había surgido una emergencia y al día siguiente terminó tan cansando, que se quedó en cama hasta el mediodía.  Más tarde, casi a las nueve, llegaba Andrea, recepcionista y  diseñadora gráfica suplente.  Una chica con muchísimo atractivo físico  que ella “desaprovechaba” al vestirse con ropa sobria y poco llamativa.

El diseñador oficial era un cargo que estaba bajo constante reemplazo. La mayoría de los jóvenes no ven con buenos ojos a la humilde imprenta del señor Enrique y emplean el lugar como un trampolín para adquirir experiencia y conseguir trabajos mejor remunerados.

Las labores en la imprenta se inician de manera oficial a las 9 a.m. A esa hora se abren las puertas y se inicia la atención al público. El área de recepción ocupa una cuarta parte de  todo el primer piso.  Sillas de plástico colocadas alrededor de las paredes y en el centro, una mesa con muchos de los trabajos elaborados por la empresa se encuentran perfectamente colocados, uno al lado de otro. Las paredes también tienen  afiches o gigantografías de muestra para guiar al cliente sobre lo que deseaba escoger. La sala de recepción termina con una pared hecha de drywall color azul, hecha especialmente para que el cliente pueda ver los trabajos de la empresa sin tener que entrar al área de los diseñadores.  También tenía una pequeña puerta al lado derecho, en caso Andrea tuviera que salir. Y al lado derecho hay otra puerta, que se encuentra  cerrada, pero se puede entender  que allí se encuentra  el equipo del trabajo.

Shaun reflexionaba que una de las ventajas su hogar era que se ubicaba en una esquina, así que el primer piso tiene tres entradas distintas: La de la recepción que da a la avenida, una segunda puerta, enrejada, en el cual podían observarse las máquinas y a las personas trabajando, y la tercera que llevaba directamente al resto de pisos. También se acordó de la escalera que hay en el primer piso y que conecta estos dos, y fue allí donde se dio cuenta que había divagado y había perdido el rumbo de lo que quería hacer. Tomando el desayuno con prisa y aprovechando que hoy era sábado,  ayudaría a su padre en el trabajo.

Buscó a su padre en el primer piso, saludó al resto de trabajadores que respondieron mientras continuaban con lo suyo y al no encontrarlo, salió con rumbo a la recepción. “Ha salido, pero te ha dejado un recado con Andrea”, le dijo uno de los hermanos Jimenez mientras cargaba un paquete de afiches y los colocaba en una mesa cercana. Al escuchar eso, el joven salió hacia la recepción y pudo notar que Andrea atendía a un cliente.

- Disculpe un momentito – se excusó la joven mujer- ¡Shaun! ¡Shaun! Tu padre me dijo que fueras a la librería de tu abuelo y le llevaras un paquete, pequeño nomás. Anda, porfa, yo no puedo ir. Disculpa.

Andrea pidió permiso a su cliente, entró su área de trabajo y le entregó un paquete forrado. Por la forma que tenían, de seguro que eran algunos cuadernos o diarios que el abuelo le pidió hacer a su padre. Daba igual, recibió el encargo y luego tomó dirección rumbo la casa de sus abuelos, la cual no quedaba muy lejos.

“A dónde habrá ido. De seguro que a ver a un cliente o algo así. Él no es de salir mucho”.  Shaun aún seguía sin encontrar la respuesta a su duda, no la hallaba en ninguna de las actitudes actuales de su padre. Todo dirigía hacia una dirección: el matrimonio. ¿Tendría que encontrar una chica como él, o al menos una que le interesen los cuentos o las historias para poder llenar el espacio faltante en su corazón? La idea sonaba bastante romántica y él romanticismo no era tanto su tipo de literatura predilecta.  La descartó, pensando que había algo que estaba obviando, algo que inclusive su madre no sabía. “Sí, de seguro que es algo relacionado con otra cosa”, concluyó al percatarse que ya se encontraba al frente de la librería.

La librería del abuelo lleva funcionando por más de 30 años, cosa que puede notarse al apenas llegar allí por la edificación, los muebles e incluso afiches muy antiguos. El lugar es pequeño y acogedor: los productos colocados estratégicamente al lado de las paredes,  una estantería al fondo y donde también se encontraba la mesa donde se atienden los pedidos y se realizan los pagos y justo en el centro,  la atracción principal, los libros usados. Estos libros poseían una característica especial, el empastado.  Al entrar, la gente cree que son libros nuevos, y se dan cuenta de su error al ver el letrero que dice claramente “Libros usados a precios cómodos, preguntar por el precio”.  Los clientes tenían la libertad de tomar un libro e incluso leerlo por un rato, bajo la mirada vigilante del propietario que suele permanecer en su sillón, inmutable. Y es la calidad del empastado y de la conservación de los textos,  lo cual lo convierte en lugar de concurrencia para lectores ávidos, exigentes y economizadores.

Shaun tomó un libro y recordó la historia de su madre y su padre. Por un segundo buscó a alguna chica que lo estuviese mirando, y al ver que no había nadie, soltó una carcajada, y empezó con la revisión.  Empezó a mirar las hojas,  las letras, deslizó sus hojas con rapidez, tocó el empastado con mucha familiaridad y dejó el libro en su sitio.

- Juan, tu padre tardó siete años en percatarse del amor que sentía tu madre hacia él – una voz ronca que provenía del fondo pudo oírse.

Shaun sabía quién era y porqué le había dicho aquello.

- Soy Shaun, Abuelo, Shaun.  Y buenos días. – respondió a su abuelo mientras se acercaba a él.

- ¡Qué más da! Tú eres Juan para mí, y se cierra el asunto. – el abuelo miró a su nieto que ya se había aproximado lo suficiente para saludarlo. Shaun le estrechó la mano, pero el abuelo le golpeó el hombro con toda la fuerza que su edad le permitía.

- Abuelo, yo… - el chico guardó silencio por un rato-… yo le traigo un encargo por parte de mi padre.

- ¿Ah? ¡Ah, el encargo!  - el abuelo  se tocó la sien con sus dedos - Claro, claro, el encargo. Sí, sí, dámelo hijo, por favor. Y no te vayas, quiero que veas qué es.

Shaun entregó el paquete a su abuelo. El anciano tomó el paquete, revisó las envolturas y luego lo abrió por uno de los pliegos y mostró su contenido: dos cuadernos con un empastado muy grueso, letras doradas brillantes. El abuelo tomó el cuaderno que se encontraba encima, revisó el empastado, pasó las hojas con suavidad, lo cerró y repitió el proceso con el segundo cuaderno.  Al finalizar, le entregó uno de ellos, el de color azul eléctrico y le indicó que lo revisara.

Shaun no entendía nada al respecto. Su abuelo ya había hecho un excelente trabajo al revisarlo y creía que volverlo a hacer sería una pérdida de tiempo. Alejó ese pensamiento, ya que el anciano tiene muy poca paciencia y si le estaba pidiendo algo, por algún motivo será. Repitió el mismo proceso de revisión con ambos cuadernos y se los entregó.

El hombre se puso de pie, dejó el cuaderno rosado a un lado y golpeó el empaste del libro azul.

- Ya no hacen los cuadernos como antes, ¿verdad Juan?

- Sí, es verdad. – Habló Shaun-. Es para abaratar costos, para que la gente pueda tener una mayor accesibilidad a los libros. Sin embargo, el empastado simple maltrata las hojas e incluso éstas se doblan, dejándolo como un mamarracho, todo feo y nada estético. Bueno, aún hay librerías y otros lugares que fabrican libros con empastados gruesos, más que nada para demostrar ser de una calidad mejor, pero cuestan bastante. En el caso de los cuadernos, el cuaderno de cosido tradicional, usado en los 80 ha sido reemplazado por engrampado. De todas formas, hay empresas que venden cuadernos cosidos, para así evitar que las hojas puedan ser arrancadas fácilmente. Su precio también es distinto. Uf, abuelo, hay bastante de hablar sobre el tema, pero…

Shaun volvió a guardar silencio al oír la estrepitosa risa de su abuelo.

- ¡Empezaste a hablar de libros! ¡Y yo te hablé de cuadernos! – dijo con sorna

Shaun se percató del error y sonrió avergonzado.

- No te preocupes, hijo. Tu padre era igual. Siempre hablando de libros y más libros. Yo le dije una vez que escribiera un libro con tanta cosa que hablaba, pero me dijo que necesitaba nivel, que tendría que ir a una universidad para estudiar literatura y así mejorar su estilo, viajar a Francia, pasearse por las calles y compartir con las penurias del artista parisino, luego escribir sus obras en soledad, en enfermedad, luego volver a su tierra hecho un hombre de letras, publicar su libro, ganar concursos y eso. ¡No sabes lo que me reí aquel día!  Y fue una de las pocas veces que lo vi enojado.

- ¡Yo también reaccionaría igual! -  Shaun se sintió irritado.

- Calma, hijo –volvió a hablar el abuelo- , que el cuento sigue.  Aquel día, tu padre no me dirigió la palabra. Ni siquiera fue a cenar. Así que abrí la puerta de su cuarto y le dije: ¡Escribes un libro o te agarro a golpes, que no voy a aguantar una falta de respeto hacia tu familia!

- ¿Y qué pasó después?

- Ah, eso pregúntale a tu padre. – respondió el abuelo, finalmente. Y llévate este cuaderno, es para ti. Ya verás para qué lo usas.

El abuelo entregó el cuaderno empastado en las manos extendidas de Shaun, que no salía del asombro. “¿Mi padre escribió un libro? ¿Sobre qué? Nunca le he oído hablar de literatura, ni de nada parecido”.  Sin embargo, la pregunta más grande que tenía en mente era la siguiente: “¿Por qué el cuaderno tenía en la portada, con letras doradas la palabra “Cursivas”?

- Ya te dije, pregúntale a tu padre. Fue suya la idea. – como si le hubiera leído la mente, el abuelo le volvió a hablar. – Y apresúrate, que tienes algo que hacer en casa.

Shaun, aún desconcertado por el regalo, continuó con su camino, mirando de rato en rato el cuaderno que tenía en manos.

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Tuve que preguntarle a mi padre sobre por qué me había mandado a hacer ese encargo. Él respondió que quería ayudarme a despejar un rato y que escribir cualquier cosa sería buen ejercicio. Le pregunté sobre el nombre del cuaderno, Cursivas. El soltó un suspiro y luego me golpeó el hombro, como suele hacer y me dijo que el significado de Cursivas debía buscarlo yo mismo.

Así que, queridas cursivas, a partir de ahora nos veremos más a menudo. Espero que me acompañes.

Dulces sueños, Cursivas