La Venganza de Lamia
—Debes acabar con el Papa —dijo la suave voz de la boca escamada. Sergio respondió—: ¿a cuál de los dos?
—Al que te permitió volver a mi lado y a quien se le opone. Acabados uno y su opuesto tendrás el camino libre para servirme sin condiciones.
Cinco años habían pasado desde la excomunión y el exilio, León V había disuelto sus pecados y le había abierto el camino de regreso. Ya no era un enemigo de Roma.
—Teolifacto y la familia Spoleto te brindarán cuanto necesites, no me defraudes, Sergio. No hago más que engrandecer la deuda que tienes conmigo por pura vanidad, sé que mientras más poder tengas mejor me pagarás y podré usar tus… Ve y haz lo que te he dicho.
Quien templó ciertos hilos para permitirle volver se encargó de que Sergio, después de ser seducido por la esposa de Teolifacto fuese atraído por la hija de éste, Marozia, madre de Juan XI, el último Papa del periodo conocido como “pornocracia”, época en la que todos los papas fueron simples marionetas.
—Me darás un hijo, tomaré la forma de la hija de tu aliado y me darás un hijo. El hijo de mi siervo, ahora el hijo del Sumo Pontífice será un hijo mío.
Unos labios grasosos y pegajosos besaron la frente del nuevo Papa, Sergio III, poco antes de que empezara la ceremonia fastuosa en la que recibía el trono que la Iglesia Católica le ofrecía. El nuevo papa ordenó ejecutar una orden de estrangulamiento para Cristóbal, el llamado “antipapa” y para León V, el 29 de enero del 904. Unos dientes afilados sonrieron entre la multitud, saboreando en silencio su próximo reinado.
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