La ciudad que no fue
Una criada bebía
semen de una copa y, riendo a carcajada suelta, auguraba que Vladislav II sería
el segundo Rey de Bohemia, después de más de cincuenta años sin rey pues se
había bañado en la perversión humana desde su nacimiento.
"¡Bailó con
una ninfa, yo lo vi! Tenía dos años cuando lo hizo y reía con una voz tal que
bien podía ser la de un hombre. ¡Qué tiernos recuerdos!"
Su madre, Richeza
de Berg, se río de su comentario someramente. La agarró por la cintura y la
besó, bebiendo de ella el contenido de su copa.
"Dominó a
una súcubo cuando tan solo tenía diez años, fue una escena hermosa. Hice que la
pintaran, todavía está colgada en mis aposentos." Comían todos con ínfulas
de igualdad de un festín exagerado. Su política era el despilfarro y aunque la anterior
duquesa actual besaba con pasión a la criada y vidente de la familia, tan solo
salía del comedor principal la azotaba y le exigía que caminara en cuatro
patas, pues era una perra.
En los ojos del
invitado, que rechazaba todo exceso de cariños amablemente, simplemente veía a
su viejo amigo reír y disfrutar la ocasión, embelesado por su creación. Su
sonrisa era de la de la malicia, a decir verdad, ese era su estado
natural.
“Oh, joven,
Vladislav, cómo lamento la muerte de tu padre,
mi hermano. Han sido años terribles estos, yo no nací para gobernar, la
verdad sea dicha. Aún eras muy joven,
solo tenías seis años y vivías felizmente con tus ninfas, jugaban desnudos por
los jardines y esa vista era hermosa y llenaba mi corrompido corazón de envidia
y felicidad. Para describirlo de una manera más natural, tenía que matar a uno
de mis criados, con mis propias manos, ver como sus ojos se inflaban y su cara
lívida perdía la vida, eso me llena de una satisfacción parecida a la que tú
disfrutabas, en tu niñez.” El Duque actual reía, su ceño estaba fruncido, pera
más tarde Vladislav le dijo a su invitado que su ceño siempre estaba fruncido,
incluso en el éxtasis.
“Tío, mi vida es
tan solo un tercio de la tuya, incluso si tu naturaleza no es la de un soberano
duque, tienes años de experiencia y has participado en incontables guerras,
retornando como héroe.”
Esa cena había
pasado hace dieciocho años. En esa ocasión Tuan, hijo de Cairill solo presenció
la cena y se fue, sobrevolando la ciudad.
Esta vez había
vuelto sin comentarle nada, pero pronto fue a hacia él un carruaje, que lo
llevó hacia su ostentoso hogar. Ahí lo recibió a Vladislav II y lo abrazó. No había envejecido un solo año.
“Debes saber ya
que mi madre murió, ¿no es así?”, Tuan asentía distraídamente. La criada que en
ese entonces le calculaba veinticinco años, ya había pasado la belleza de su
juventud y ahora se veía un tanto desgastada, lo que no impedía que siguiera
llevando su collar de perra orgullosamente. “Ah, sigue con las manías que le
dejó mi vieja madre, si quieres te la puedo regalar” susurró al notar el
interés de Tuan, éste le devolvió una mirada fría.
“Veo que no
pararás nunca con tu naturaleza inmoral.” Dijo, mientras caminaban, era la
primera frase que había salido de su boca en sus dos visitas. De pronto, Tuan notó cómo los ojos de la
criada se perdían en la nada, mientras los acompañaba.
“Sería algo
estúpido que alguien como yo no fuera inmoral, sería irónico… Mmm debo
intentarlo alguna vez, apuesto a que será aburrido.”
Esta vez los dos
comieron solos y recordaron la antigüedad. Dicho esto, salieron a ver la ciudad
de Praga.
“Debo admitir,
Tuan que es raro verte sin que seas una simple bestia.” Dijo el duque, que pronto sería elegido Rey
de Bohemia.
“¿Todavía te da
risa esa antigua maldición? Ah… a pesar de que la sorpresa inicial me traumó,
fue una experiencia única. Los instintos
animales son algo totalmente distinto a lo que sientes como un ser humano.”
“Supongo que
preferiste ser un salmón”, rió maliciosamente.
Mientras
recorrían las calles de la ciudad se veían escenas ridículas: un pintor
dibujaba a una prostituta desnuda y, a su alrededor, varios borrachos se
masturbaban, de pronto, un hombre vestido como bufón, hacía acrobacias y tiraba
agua fría o bolas de nieve a los borrachos, un bardo cantaba la escena y un
poeta escribía sobre el amor de un antiguo árbol y un hombre, en aquel árbol, dos hombres se amaban
vehementemente y proferían frases como
si actuaran ante un gran público. No importaba a donde se caminara, había
escenas repugnantes o hermosas.
“Y nadie se da
cuenta de que el Gran Duque de Bohemia camina por las calles, con un total
desconocido”, le comentó Tuan.
“Oh, en efecto,
nadie se da cuenta tampoco de que he sido yo el que ha gobernado este ducado
por su mayor parte. Yo lo fundé, establecí reglas a un antiguo culto del cual
olvidé su nombre. Comprobé que la indecencia fuera ley por cerca de un siglo y
me fui, aburrido. Después de eso, he vuelto tras periodos donde gobierno y
desaparezco por quince años. ¡Los humanos nunca dejan de maravillarme!”
“Y toda la
familia real dice estupideces como ‘auguré que serías rey’… Tú les implantaste
eso, ¿no es así?”
“Claro, soy el
hijo de mi esposa, técnicamente” carcajeó.
“Y todo esto se
olvidará cuando te aburras, ¿qué diría el Papa si supiera que hay demonios que
gobiernan ducados?”
“Sabes muy bien
que los papados son igual de corruptos, ya uno o dos poseídos han sido Papas.
¿Qué hombre en su sano juicio provocaría las cruzadas sin la precisa
manipulación de algún demonio menor? “
dijo Vladislav. “Tú mismo serías considerado uno de nosotros bajo
ciertos espectros y solo fue su tortuoso Dios el que te maldijo a ver todas las
generaciones tuyas.”
“Por puro
capricho, solo para que luego se lo dijera a algún sacerdote. En fin, soy
inmortal y un cambia-formas, creo que obtuve, en balance, más fortunas que
desgracias. ”
“Un peregrino por
toda tu vida, es tu maldición. Nunca tendrás de nuevo una familia y siempre
serás un extraño”, le aseguró el demonio. “Y ahora, te vas de nuevo, al menos
pude sacar de tu boca algunas frases.
Tuan mac Cairill. ¡Ven y disfruta de Bohemia cuando quieras! Después de
todo, no hay caminos hacia este paraíso, solo se llega al errar.”
Así, el
cambia-formas se volvió un búho y nadie en esa ciudad maldito volteó ni
pestañeó al ver ese acto. Tal vez lo escribió un hombre sano, uno de los pocos
miserables que, a consciencia, Vladislav II, un demonio, dejó libres de
ilusión… Para que se creara un mito de una ciudad a la cual solo llegan las
almas libres. Bien lo había dicho, ¡no hay caminos hacia Bohemia! Es una ciudad
donde uno vive su propia vida, escoge su propio camino. Un imperio místico.
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