El 5 de abril de 1992, hace 23 años, domingo, como hoy, Alberto Fujimori, entonces Presidente del Perú, salió en todas la televisoras de señal abierta por la noche. ¿La razón? Indicaba el cierre de las dos cámaras del Congreso, el Poder Judicial y el Ministerio Público, amén de toda institución pública de poder del país. Nuestro editor general, Zack Zala, ya ficcionó esto años atrás. Ahora me pasó la batuta (otra vez).
Repensando el ¿(auto)golpe?
Era el último día del año y quería pasarla bien
informado. Cómo se había visto su primer año y medio de Gobierno nacional e
internacionalmente. La posibilidad de una nueva normativa que le permitiera
reelegirse ya era un hecho consumado en su cabeza y en la de su asesor. Presidente
del Perú por los próximos diez años… o más. Entretenido como estaba y con la
mirada fija al monitor no vio entrar, de improviso, a un edecán. Alberto no
despegó el rostro de la máquina y solo se escuchó un click y cómo el militar tragaba saliva. «Aquí… el informe…», atinó
a decirle. Alberto hizo un movimiento rápido pero solemne, como practicado, con
una mano y el hombre dejó el machote en el escritorio, encima de la ruma de
periódicos. Apenas se fue aquel, Alberto comenzó a hojear los papeles de título
pomposo “Plan de guerra contra el terrorismo”. Ya sabía su contenido íntegro y
todas sus modificaciones. Esta era una formalidad más que él disfrutaba.
Descolgó un teléfono. «Ya llegó, doctor, feliz año.» Esperó que su interlocutor
conteste y colgó. Es una buena manera de empezar el año, pensó. Ya todos se
habían ido de vacaciones por Navidad y Año Nuevo, incluso su asesor. Menos él.
Él tenía que seguir trabajando y repensando en qué iba decir. Una fecha
tentadora era marzo o comienzos de abril. Él plantearía algunas medidas más
agresivas en cuanto a las reformas públicas o políticas antiterroristas, el Congreso
no las aprobaría y sería el detonante. Entonces lo cerraría, al igual que al
Poder Judicial, al Ministerio Público, gobiernos y parlamentos regionales y
otros organismos gubernamentales. Reinaría la anomia y el poder lo tendría solo
él. Luego llenaría cada institución con sus vasallos y gente de confianza. Él
tendría plena libertad entonces. La palabra «autogolpe» rondó su cabeza
entonces, claro, era toda una novedad para el país. Nunca nadie lo había hecho antes.
¿Que un presidente se haga un autogolpe? ¿Cerrar todo? ¿Disolver, pulverizar,
aniquilar? Disolver. Recordó cuando su madre le había dicho en japonés «tú eres
el elegido» y él lo sintió como una premonición… una donde él salvaría a su
pueblo, a su raza y, sobretodo, a su familia… luego vendría la Universidad…
Sonó el teléfono. Contestó de mala manera. Colgó rápido. ¿Que el nombre es
simbólico, exuberante? ¿Lo había dicho entre bromas su asesor? No le importaba.
Los primeros días de enero grabaría el spot
piloto, usualmente los primeros son los que mejor salen, pensaba. Descolgó
otra vez el teléfono y ahora sí habló largo rato.