Hoy, seis de mayo, se cumplen 159 años del nacimiento de uno de los tres
maestros de la sospecha: Sigmund Freud. Padre de psicoanálisis, que, junto a
Marx y Nietzsche gozan tal título: el de la sospecha. Así, en #errrordeimprenta
queremos recordarlo con una ficción y, quizá, con una serie, ¿quién sabe?
Disquisiciones con Sigmund
―¿Qué es lo que nos trae la muerte, doctor? ¿Miedo, pavor
al futuro venidero?, o, acaso, ¿ansias, muchas ansias, de sabernos acabados?
«Oh, la autodestrucción es más vieja que todos los males humanos», estuve tentado a decirle, pero callé.
«Oh, la autodestrucción es más vieja que todos los males humanos», estuve tentado a decirle, pero callé.
―Nada de eso, doctor ―continuó―. Lo que nos trae la
muerte es… ―Hizo una pausa, breve, acaso histriónica― ¡nada! Es como si
volviéramos a nacer desde el principio pero esta vez jamás seremos conscientes
de ese maravilloso hecho. Así de simple ―sentenció.
¿Qué es un hecho?, estuve tentado a preguntarle pero lo hubiera hecho trastabillar. Además, a los hablantinos no es bueno preguntarles por aspectos tan puntuales, corremos el riesgo o de ridiculizarlos o, en el peor de los casos, hacerlos hablar más por el temor a verse, o saberse, expuestos. El aburrimiento que a veces me provocaba el trabajo era tan extenuante… ay, ahora, para llenar este vacío…
¿Qué es un hecho?, estuve tentado a preguntarle pero lo hubiera hecho trastabillar. Además, a los hablantinos no es bueno preguntarles por aspectos tan puntuales, corremos el riesgo o de ridiculizarlos o, en el peor de los casos, hacerlos hablar más por el temor a verse, o saberse, expuestos. El aburrimiento que a veces me provocaba el trabajo era tan extenuante… ay, ahora, para llenar este vacío…
―Pienso en la muerte también cuando veo a la ausencia… ―Dijo de repente.
«¿Ausencia?», lo interrumpí, sorprendido.
―Sí,
ausencia, doctor… ―Hizo otra pausa, tomó aire, exhaló, pero ahora parecía ir en
serio―, como cuando voy a la casa de alguien ―había cambiado el tono de voz, ya
no la exageraba, ¿estaba siendo sincero?―, lo hacen esperar a uno en el
recibidor… las sillas, los muebles, la mesa… ¡todo!, está vacío y limpio. Todo
es tan bello… tan muerto, como la naturaleza muerte, los bodegones…
No lo dejé terminar porque tosí de una manera grandilocuente para contenerme la risa. Después de todo yo también sé de actuación… con tantos tipos como él… Sí que se creía su discurso. Aunque, ¡bah!, tenía razón… cuando viajo en tranvía alguna veces, recuerdo, me he preguntado cómo es posible que los hogares puedan, y, si acaso, deban, estar vacíos la mayor parte del día… el padre trabajando, los chicos en la escuela y madre en las diligencias y nadie en la casa… Nadie…
¿Continuará?
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