El 30 de abril de 1879 J. J. Thomson junto a un equipo de científicos británicos estudiaba los efectos y propiedades de los rayos catódicos, logró identificar una partícula en el hasta entonces indivisible átomo que tomaría el nombre de "electrón". Aquí una breve ficción en la que la idea del electrón es inspirada por un ser exiliado en el planeta cuya permanencia depende de la evolución intelectual de los bípedos estándar.
El rayo azul, el catódico y el electrón
Blergh había
dormido más de la cuenta y no supo cómo justificar su falta de compromiso con
la causa en la isla. “Terrible, esto es terrible, me sacarán del exilio si
estos seres no progresan al menos intelectualmente. Y… fuera del exilio soy
presa fácil”. Cincuenta y cuatro años dormido, cincuenta y cuatro. El Concilio
no tendría piedad con quien no cumplió su misión por dormir demasiado. Salió de
su cueva y recorrió con sus sensores la costa arbolada, un pequeño y verde
muchacho agitó sus ramas y fue suficiente para que Blergh supiera qué
hacer.
Nadó por la
espesa neblina de esa mañana fría y al encontrar un edificio similar a ciertos
castillos de su sistema natal escogió una ventana. Un rayo de luz azul le
susurró una idea sencilla a un tipo sentado que revisaba unos manuscritos,
distraído y angustiado no se fijó en cómo se iba formando en uno de sus
cuadernos un dibujo extraño, un diagrama algo revolucionario para la época pero
con bastante sentido, aún así le faltaba llevar a cabo algunos experimentos.
Y como no
había captado la idea en su total magnitud pues había salido corriendo al
laboratorio, Blergh tendría que influenciar a uno de sus sucesores y a varios
más durante algunos años. Hasta que por fin pudo presentarse ante el Concilio
sin ninguna culpa o temor:
-¿Los habitantes
tridimensionales tienen una idea de la composición de la materia más adecuada
que hace cuatro mil años?
-No están
preparados para conocerse a ese grado, pero han avanzado mucho.
-¿Cuánto?
Pudo dormir
dos años de cada siete como estaba previsto y cuando el modelo del átomo se
acercó hasta lo permitido en un planeta de nivel dos como la Tierra se le concedieron
dos peticiones, reproducirse y adoptar una mascota emplumada a la que llamó “JJ” como al primer
científico al que influenció en su primera misión lejos de casa.
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