Un homenaje al
nacimiento del más grande conquistador romano de antes de nuestra era, Cayo
Julio César.
César al
pie de Alejandro
Oh César, oh demiurgo
tú que vives inmerso en el Poder,
deja
que yo viva inmerso en la
palabra.
Rodolfo
Hinostroza
Oh Venus Genitrix. «Caesar significa elefante en
cartaginés...» Recordó en ese momento
mustio el origen de su nombre y la melancolía continuó. «Cómo puedo ser como
tú, oh enorme Alejandro, oh mi gens
Julia, si ya somos grandes pero… ¿eso basta? ¿Basta la grandeza reconocida del
pueblo, nuestra riqueza? Nunca es suficiente…» mientras se decía esto un
soldado de menor rango lo miraba de soslayo. ¿Sabía que su general podía llegar
a ser como el más grande? No, no sabía. Nadie sabía nada. César estaba viejo y
la estatua que tenía enfrente representaba al hombre que había conquistado todo
el mundo antes de los 30 años. Todo. Un pobre viejo mequetrefe, rico… su jefe a
lo más y sería senador. César, que estaba arrodillado ante la estatua
imponente, lo mandó llamar. «¿Podría repetir lo que ha pensado una vez más?»,
le dijo del todo calmo y sereno. Él sí sabía de su grandeza. El soldado no
alcanzó a salir de su asombro y estupor mientras una espada filuda salía de su garganta.
César ni se inmutó. Siguió contemplando la enormidad de Alejandro hasta el
atardecer mientras ningún subalterno hacía un ademán por limpiar el piso.