Inicio «La República» con una pequeña ficción sobre un periodista renombrado del Ochocientos. Jurisperito, médico y polígrafo, Manuel era la Lima de entonces. ¿De quién crees que se trate?
Manuel
Prima
Facie
Si
el Anábasis de Flavio es un clásico el
Juicio de Trigamia es ya un reclásico
de las letras limeñas. No esperó respuesta. Mis palabras se las lleva el humo del
tobacco, tə-bӕ-kəu, inútil,
inútil estancia inglesa. Un cuento ridículo. Miró el culo de Cecilia
inútilmente. Se ha escrito tanto de Lima, del Perú, ¿no cara?, pero nada de tu
culo, querida mía, querida Cecilia. ¿Me miró con cara de querer corregirme y
decirme, no sin razón, Ud., maestro, ha escrito todo de Lima, del Perú?, pero no le salían las palabras, nunca le
salía nada, nada, ay. ¿Algún tratado improvisado bajo el poder ridículo de la
prensa? ¿Una culocracia necesaria para determinar el mejor ojete de la ciudad?
Cosas de borrachos, Marcos. Si EL roi de
France decía que el-es-ta-do-soj-yo. Yo… ¿YO soy la prensa? Manuel soltó el
habano al suelo. Cecilia, ¡oh cara!, sírvete una copa, te invito un trago.
Vamos, pues, de todas las ficciones esta es la más lasciva, mulata, trae, pues.
Un último «hic» se escuchó en el cuarto vacío. Manuel se había quedado profundamente
dormido.
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