Caín: El Segundo Fruto Prohibido 4ta Parte

Comenzará el nuevo reinado de los ardillianos. Lo he visto en mi triángulo, bueno, en teoría, lo oí, pero a quién le importan esos detalles. Hay cosas más importantes, como la tranquilidad misteriosa antes de la tormenta. Es una tranquilidad rara, que viste un saco con capucha y lentes de sol. A veces le vende drogas a los niños, otras los seduce con dulces para volverlos peter pans o cofres del tesoro. Bleh.


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Caín: El Segundo Fruto Prohibido 4ta Parte

 La mañana llegó hediendo a incertidumbre. Se sentía un desasosiego mudo, la gente temía hablar porque todo explotaría, porque ya nada sería igual. Incluso los más osados no querían decir nada, miraron a Jael, en el centro de todo. Ella se veía igual, capaz y su expresión era más severa. Todos queríamos pensar que todo había sido un mal sueño, uno colectivo, y habíamos despertado. Todos sabían muy bien que no era así.

Jael no fue la primera en hablar esa mañana. Tal vez el miedo había llegado finalmente a sus antiguos huesos y se encontraba con un nudo en la garganta, a punto de llorar, de quedarse frágil y desamparada, tratando de aceptar que los ángeles diurnos no eran lo que aparentaban ser. Tampoco fui yo el que dirigió la reunión espontánea, porque temía. No, sabía que mi verdad era tan solo una parte de toda una gigante conspiración. Mientras que lograba reconocer lo malo y lo bueno de una manera ruda y poco precisa, prefería esta revolución a estar inundado en una mentira  feliz… Creía en una felicidad sincera, en la que pudiéramos admitir nuestra funesta naturaleza y convertirlo en algo positivo si era posible.

El que habló, tartamudeando un poco al inicio, e hizo físico el pavor, lo volvió todo una realidad palpable, afincando como nunca la herida todavía abierta en nosotros. Dijo el dolor de la herida: no hay escapatoria, esto tiene que pasar. El que dio el paso al abismo fue un hombre simplón, al que apenas podía recordar; un hablador sin sentido, un humorista, un payaso. Un hombre. Uno que temía y temía por su familia y por sus hijos y por su esposa. Ya he olvidado hace muchísimo tiempo sus palabras, pero nos recordó que el temor era real.

Preguntó: ¿Hay más criaturas diabólicas? ¿Cómo nos protegeremos de ellas?, me miró a mí y vi que necesitaba un guía, que no confiaba en Jael, porque ella habría sugerido que la voluntad de los ángeles dictaría lo que tenía que suceder. Si debíamos morir a mano de las bestias que así fuera. Ella creía, me figuro, que los ángeles serían incapaces de dejarlos a la deriva, pero diría eso y hablaría de cómo sus planes eran imprevisibles. Nos recordaría lo bueno que habían sido con Adán y Eva.  Este hombre, el humorista, el padre que no había sido convencido por los fuegos fatuos ni por los ángeles, me miraba a mí que había derrotado a una cría del demonio y me pedía que lo guiara. No lo hacía a viva voz, porque había quienes me temían. Joder, yo mismo me tenía miedo, no comprendía nada de lo que pasaba. Solo sospechaba algunas cosas, solo tenía cierto ángulo de una situación que era difícil de explicar.

Ante mi silencio, otra persona me cuestionó:

“¿Y si él está de lado del demonio? ¿Qué pasa si terminamos siendo comida de bestias por seguirlo?  Quién sabe qué quiere este hombre… ¿Es este el Absalom que conocíamos?”

“¿Y cuál es la alternativa, esperar a que nos maten todas las bestias?”

De esto nació una acalorada discusión, algunos se agarraban violentamente, sacudían a otros tratando de hacerlos comprender. Yo no decía nada y Jael sonreía complacida del desorden que había nacido gracias a mí. Estoy seguro de que intentaría culparme de la discordia, diría que todo era plan de Satán y que yo claramente solo quería verlos a todos muertos.

“Tú puedes guiarnos, ¿cierto, Ab?” Me preguntó Anah y yo asentí distraídamente.

“¡Silencio!” Grité…

“Antes de que estuviéramos en esta sucia tierra, llena de peligros y oscuridad”, dijo Jael, interrumpiéndome.”Vivíamos en el Edén. Eso fue hace muchísimo tiempo y yo no había nacido aún.”
Todos se quedaron atónitos. El Edén era para nosotros una vieja historia sobre lo hermoso, lo ideal, lo que habíamos perdido a causa de nuestra curiosidad. El pecado original.

“Pero Eva fue tentada por la serpiente, por Satán mismo. ¿Quién imaginaría que sería un propio ángel el que provocaría que cayésemos en el pecado original? El más hermoso de los ángeles, uno de los ángeles más alabados incluso por sus iguales,   fue el que nos sacó del Edén. Incluso ellos sufren castigos. Tal como nosotros fuimos condenados a vagar por la tierra, llena de misterios y bestias, ellos fueron condenados a caer del cielo. No era solo Lucifer el ángel corrupto, él y todo un grupo de ángeles son los enemigos del cielo. Nuestros enemigos. Lucifer es Satán.  Absalom, por favor, deja que los ángeles te libren de este mal. Has sido mancillado como fue mancillado Caín.  No intentes envenenarnos, no seas ahora tú la serpiente.”

La gente ahora estaba más aterrorizada que nunca… yo junto a ellos. ¿Era falso todo lo que me había dicho Lucifer?   Todo encajaba, sin embargo, esa horrible verdad no corregía nada. Solo nos espantaba, los espantaba a ellos que apenas ahora podían observar un poco de la luz que yo ya había observado. Al estar en la oscuridad, se veían cegados. No podían escoger por ellos mismos. Anah me preguntó temerosa: “¿Es eso verdad?”

“Tal como tú, lo acabo de oír. No tenía ni idea. ¿Pero no has visto todo lo que nos promete? ¿No quieres ver la luz? ¿Qué nos han ofrecido los ángeles? Lucifer debe haber tenido sus razones… Mira, Anah, he sido marcado.” Y le enseñé mi mano.”¿Crees que estando así tengo otra opción que seguirle? Decidiendo no seguirle, podría seguir oyendo su voz. Quién sabe a qué cosas podría obligarme, cómo podría seducirme. ¿Qué opción me da Jael además de la muerte?

“Y aún así...” Esta vez hablé alto, entre el miedo que hacía que todos apretaran sus dientes en silencio.”¿Qué nos han ofrecido los ángeles? Nada. No es hasta ahora que sabemos que Lucifer era Satán. ¿Cómo podíamos defendernos de esto? No había forma, Lucifer, sin embargo, me ofreció el fuego que ustedes vieron. No es todo un día soleado. Reconozco que algunos fueron espantados, yo solo les doy la opción de creerme. Vieron como maté a esa criatura demoniaca, más de ellas se encuentran en los bosques, Lucifer me advirtió.” Mentí.”¿Acaso los ángeles nos han advertido de este mal? No… de otra forma, este mal solo se esparcirá. Es momento de decidir a quién hay que creerle.”

Toda la situación era un enredo lleno de espinas. Tuve la consciencia de que más de uno saldría herido. Habría muertos. Entre la acongojante tensión, alguien dijo que aunque discutir todo esto era menester, igual lo era comer y hacer los deberes diarios. La gente necesitaba todavía tiempo, normalidad. Un ancla que los mantuviera cuerdos, en cualquier momento el destino se nos tiraría encima y no tendríamos más remedio que continuar, fuera esto una masacre, una horrible discusión, el fin de la humanidad, era indiferente. Toda la aldea estaba paralizada por un solo pensamiento. ¿Qué decidir?

 Y en eso, Lucifer me dijo que llevara a Anah hacia el bosque, cuando la noche cayera. Me pregunté qué tanto ayudarían los ángeles a Jael, si siquiera la ayudarían como a mí me ofrecía ayuda Lucifer.

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