El Grinch pasó una navidad feliz

Como es navidad y todos amamos la Navidad (yay)... No, público imaginario, así no. Tienes que estar más entusiasmado. Todos amamos la Navidad. No somos como esos ¿punketos?... ¿socialistas?... ¿antisociales? ... ¡Enfermos! Que no aman la Navidad por cosas infantiles que no tienen ninguna importancia como el consumismo y esas cosas estúpidas de las que ellos hablan. Y amamos a todas las personas y para demostrar cuánto los amamos siempre les damos regalos a todos y a cada uno de ellos.

Yo tengo dos renos mascotas y son muy buenas mascotas porque vienen con una oferta, te traen dos duendes. Los duendes, mis amigos, son la mejor clase de esclavo que podrías tener. ¡Son esclavos mágicos! Así que puedes darles regalos a todo el mundo sin sudar, algunas veces los duendes mueren, ¿pero a quién le importa? ¡Obtuvimos regalos! Y todos amamos los regalos, todos amamos las sorpresas, ¿no es así? (yay) Vamos... son dos duendes esclavos, de todas formas cada que se muere uno, otro igual de verde y feo sale de la nada. Deben estar felices de ser nuestros esclavos...
Olvídenlo, vengo a hablar del Grinch:

Las Felices Navidades del Grinch


"Vivir, hermano, es como una novela"  Oyó el Grinch decirle un charlatán a otro. No oyó lo demás, pues un camión de juguetes pasó, eclipsando cualquier otro sonido. El Grinch se encontraba en un estado de irritabilidad extremo. Se acababa de parar de una reseca y eran las 10 de la noche. Dos horas para Navidad. ¿Cómo arruinar el día que más odias si de por sí te despiertas a 2 horas de que acabe? Era una cuestión difícil para el Grinch, de estados de ánimos inestables y una tendencia depresiva y autodestructiva que databa desde el comienzo de la Navidad. El alcohol había sido una bendición para él, en otros tiempos fue abstemio.

Observó la noche, se oían cohetes por aquí y por acullá. Era una noche iluminada, bulliciosa. Caprichosa ante sus propios deseos, con un egoísmo colectivo que le recordaba a sí mismo. Si el Grinch podía odiar a una cosa con intensidad similar al odio a la Navidad, era a sí mismo por odiar a la Navidad de una forma tan obsesiva, tan demente. Un gato callejero le pasó por el lado e intentó rascar su cabeza contra el Grinch, éste se engrifó. Realmente no podía soportar nada en la Navidad, a pesar de estar generalmente atraído por los gatos, agarró al susodicho por la cabeza y los desnucó en un acto reflejo. El cuerpo inerte del gato cayó del techo de una forma que el Grinch consideró artística. Su cuerpo cayendo como si negara las leyes de la gravedad, de una manera lenta, como si fuera una pluma, la nieve cayendo a su lado, el gato era en cierto sentido como una partícula de nieve.  El gato representaba lo que él pensaba de la fecha y eso le daba una sensación de justicia y felicidad morbosa que disfrutaba.

El Grinch saltaba de techo en techo, sin ninguna razón en absoluta, deambulaba de manera ciega. Era liberador, en cierta forma... era también como saltar sobre techos en llamas, techos llenos de Navidad. El Grinch saltó hacia la calle, hacia un centro comercial, al tocar el piso su forma cambió de inmediato, ya no era una bola de pelos verde y arisca, sino un señor de mediana edad, cabello gris, mirada tristona, una panza de cervecero. Si mirabas su cara, veías a un hombre acabado, que podía rozar el final de los cincuenta años. Hubiera dicho que tenía treinta y nueve.  Su postura era igual de triste,  ropa desaliñada, arrugada, su camisa blanca tenía una color amarillento... Aquel hombre podía ser todo lo deprimente, todas las historias de fracaso... Su rictus de molestia, daba lástima ya que no había una rabia molesta y altiva, era como una rabia que se había congelado en un pequeño fuego, en su entrecejo, en su boca.

Gente pasaba y pasaba, algunos lo veían y comentaban, "pobre hombre, seguro que perdió a su mujer, seguro que perdió todo." Lo decía gente que simulaba una felicidad honesta, la simulaban con tal veracidad que llegaba a ser honesta. Tal vez durará por los días festivos, pasará por el treinta y uno, luego una semana después y se volvía como un barco náufrago que llegaba a la costa de la realidad, donde todo parecía tener un tinte gris para los que tienen una suerte igual de gris. A veces la Costa Realidad es un paraíso de colores vivos, todos son felices y todos tienen tan solo un poco de negro en sus bolsillos, nada del otro mundo. Una tragedia al año es para celebrarse, ellos no lo dicen, pero lo saben y tal vez no saben que lo saben.

En fin, que el Grinch decidió entrar al centro comercial. No había nadie fuera de lugar excepto él. Claro, se oía un berrinche de un niño por allá, a su madre regañándolo, pero era un regaño a sonrisas. Nadie tiene permitido ser infeliz en Navidad, el Grinch se había preguntado en más de una ocasión si no era una especie de secreto a voces, una felicidad que se contagiaba mediante el miedo... ¡si no eres feliz viene la policía de la Navidad! Santa Claus podía ser así de cruel, pensó y rió de una manera que tenía algo de vulgar, algo de sucio. Su risa no era la misma que la risa de los demás, quien lo mirara diría que ahí estaba un depravado, un pedófilo. La pregunta que el lector se tiene que hacer es ¿por qué el Grinch se veía de esa manera? Puedes decir, y es una razón tan válida como cualquiera, que así se veía el Grinch porque así estaba en su interior, deprimido. Eso no podría estar más lejos de la verdad, señor lector. El Grinch podrá ser un sujeto tristón, de apariencia parda como humano, pero si el Grinch se veía de esa manera, era por decisión propia. Era su forma de decirse que la gente era tan mala que no podían obligarse a sí mismos a ayudar a un sujeto de tal aspecto taciturno. Eso había probado ser mentira en más de una ocasión, así que podemos concluir que al Grinch le gustaba dar lástima.

En un par de navidades, borracho y sin ganas de hacer nada, había cambiado su apariencia a la de un sujeto bonachón, al que todos querían, el que siempre tiene una broma, una sonrisa, un abrazo. Hace un truco de magia y sale un juguete, y todos le querían. Siempre que el Grinch hacía eso se despertaba la mañana siguiente sucio, como si tuviera un pegoste, una mala memoria que no podía arrancar de su cerebro.

El Grinch atravesó el centro comercial, la gente todavía mirándolo como fenómeno(los pocos que lo miraban) y fue hacia un bar. El bar tenía una apariencia igual de mala  y  todos los que estaban ahí eran igual de melancólicos. Habían solitarios alegres, así como hay desgraciados alegres y gente exitosa autodestructiva. Hizo un gesto con la cabeza y el bartender le hizo un gesto con la cabeza.
"Lo mismo de siempre."  Así pasó el Grinch sus navidades, borracho.

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