Este post nació de las disquisencias que tenía con una colega amiga mía. Ella se quejaba de lo que (mal)llamaba su "ignorancia" así que le escribí esto en respuesta, sin embargo, no me decidía si publicarlo o no, y eso que, me permito esta confesión, Zack lee, si no todos, la mayoría de mis textos antes de decidirme a publicarlos o no. Él los lee no solo porque es amable y puede soportar el aburrimiento muy bien, sino porque es a él quien le mando los works in progress que comienzo en mi móvil y que termino (de pulir) en mi laptop (ahora inexistente).
Ahora, sin embargo, me veo en la necesidad de publicar este post a modo más bien de reflexión que de mención: a propósito del caso de discriminación que sufrieron una niñas por posar con Gastón en la FIL de este año, que Diana Rivas primero, y una web amiga después, reseñaron de manera cabal.
He aquí la captura:
Las frases discriminatorias hacia la pose de las niñas no se hicieron esperar.
Es por eso, pues, me pregunto:
¿Cómo se mide la ignorancia?
¿Cómo se mide el tamaño de la ignorancia? ¿Se
mide acaso por cuántos libros uno deja de leer mensualmente? ¿O acaso si no
sabemos esta o aquella palabra rebuscada, gongorismo innecesario, vulgar
recóndito? No. Creo que la cosa no va por el conocimiento artificial que se
tenga del mundo. ¿Acaso no está discutido que la cultura, eso que llamamos arte
o literatura, no es sino una extensión protética del hombre, artificio, vamos?
Claro. ¿Es acaso la inteligencia que se tiene entonces una mera quimera? Así, repito,
¿cómo se mide la ignorancia? Ah, se mide entonces por el conocimiento del
mundo, ese que enunciaba Schopenhauer: la sensibilidad, es decir la facultad de
registrar intuiciones mediante mis sentidos, estos no me engañan, pero tampoco son del todo fiables, ay paradoja
inútil. ¿Entonces puedo medir la ignorancia mediante experiencia que se tiene,
o no, del mundo? ¿Mediante su
sensibilidad? Schopenhauer diría que falta algo para hacerlo completamente. A saber: el
entendimiento. Organizar los datos caóticos que percibimos, una suerte de
conceptualización de las sensaciones para que estas adquieran sentido. Y aquí
viene mi aporte: yo llamo esta dualidad sentido común.
Hablo, en suma, de nuestro sentido común.
Aquel que nos dice qué hacer ante determinadas situaciones, verbigracia, cuando
estamos ante un asalto y acabamos de cobrar un cheque por, say, 3000 soles,
bueno, pues, joven asaltante, llévese todo, no opongo resistencia: ¿no quiere
la clave de la de débito también? Claro, cómo no es tal. Y uno prosigue con su
vida. Sentido común. Ah, pero hay algunos, los pocos, eso sí; que no, que, zas,
que cómo me vas a robar, que son mis ahorros, mis pagos, mi fono, y zas,
quemado. ¿Cómo se mide la ignorancia?